jueves, diciembre 21, 2006

Los comunistas salen de pesca

AMIGOS DE LA LIBERTAD
- Si no se consigue la unidad, habrá que beber la cicuta,
- porque desde aquí ya no se ve ni la salvación de la AFA.
gm


Informaciones de la Argentina y el Mundo

Seccion: política

El vino Filmus

Por: Roberto García


Bodega nueva compra bodega vieja y recicla marcas de antaño para presentar, esta noche, un vino a catar. Si pasa la prueba -descontada por la oficialista claque invitada-, es posible que el producto salga al mercado en poco tiempo. Para entusiasmar a curiosos y expertos, también se agregan como complemento a la degustación otros varietales y blends reciclados que la mano de un enólogo, no francés precisamente, intenta aggiornar para los gustos modernos de la Ciudad. Así, junto a la estrella porteña de la bodega, el vino Filmus, aparecen en primera línea el tempranillo Chacho Alvarez y el malbec de la familia Ibarra, Vilma y Aníbal, ¡todos juntos otra vez! y bendecidos por el obispo sommelier Alberto Fernández, cuyo pecho destaca una patena (probador) en lugar de una cruz, el tannat Miguel Bonasso (pieza de cosecha diminuta) y un cabernet con etiqueta remozada, el Carlos Heller, que sirve para un «fregao» como para un «cocido»: se postula con valiente generosidad tanto para presidir la Asociación del Fútbol (en reemplazo de Julio Grondona) como para dirigir la intendencia capitalina. Hay que comprender psicológicamente al personaje polirrubro: todavía no ha resuelto la doble vía de descubrir si es un banquero capitalista o un militante comunista que aún llora los restos del Muro de Berlín. El elenco, con otros arribistas que pujan por estar en las estanterías de las vinotecas o supermercados, acompañan el lanzamiento del vino Filmus, un clarete que reconoce inalterable calidad desde hace por lo menos 15 años en el mercado de la educación: es, algo que se ha olvidado, el mismo que se servía en la mesa de Carlos Menem.

La nueva bodega Kirchner se ha excitado con la cata, necesaria para encontrar un reemplazante de otro caldo más burbujeante que, como champagne, se pretende vender en los hipermercados bonaerenses: el Scioli. También con la promoción del producto en el distrito porteño, sector que se imagina interesado en los menesteres de una ley educativa que se personifica en Filmus. Y, se supone, trascendente. Alquimia menor o de doméstico encuestador: si se identifica la intención educativa con Filmus en el electorado capitalino, luego éste lo premiará con el voto. Lo que tal vez se olvida es que la ley poco y nada difiere de otra del mismo Filmus, elaborada para el gobierno Menem aunque modificada por los radicales, cuando éste rendía tributo a Jorge Rodríguez en el ministerio y a la señora Susana Decibe, la misma que luego no fue ministra de Kirchner en su inicio por un desorden propio de papeles en la Justicia (compras en las que parece no haber estado involucrado Filmus, aunque éste fuera parte del cerebro educativo de la mujer). Notable talento entonces de este declarado progresista para atravesar administraciones de distinto signo, cualidad valiosa para ciertos vinos, esa de conservar la calidad de origen desde hace 15 años, cuando cobraba sueldos con el riojano (había empezado como subsecretario de Carlos Grosso). Casi un profesional, una suerte de Machinea (José Luis) de los organismos internacionales tipo Banco Mundial o BID: gente que nunca se queda sin trabajo, siempre consigue contratos en distintas burocracias, y a quienes nadie se atreve a discutir si sabe del tema sobre el que habla (caso Filmus, educación), pero sí se sabe que de ese tema es capaz de vivir toda una vida. Porque se conserva en los cargos, sucesivamente, prometiendo deshacertodo lo que él mismo antes hizo.

Hay otro secreto en Filmus, hombre de la Sociología como su triste rostro lo indica, no pedagogo como la representación que presuntamente exhibe: es embajador de los sindicalistas docentes. Con ellos, a Grosso, a Menem, a Kirchner (se le escapó por minutos Eduardo Duhalde) les garantiza la no realización de huelgas siempre y cuando se les conceda más poder. Como se lo preservan en la nueva ley, como en la anterior. Jamás se opone ni se opuso Filmus a los reclamos gremiales, casi una conducta de obediencia debida, por más que pertenezca a un mismo estado en el que el gobernador Felipe Solá, por ejemplo, acusa a esos sindicalistas de extorsionadores, de propagar el miedo, de formular amenazas a cada rato.

Es entonces el clarete Filmus símbolo de buena parte de la destrucción de la educación argentina, la que no impidieron congresos pedagógicos ni leyes, y en la que contribuyeron el desaforado sindicalismo y sus adláteres para pulverizar la profesión docente y las magras asignaciones del Estado. Baluarte este vino viejo del anacrónico estatuto con vacaciones que permiten viajar por año tres veces en barco a Europa, ida y vuelta, regímenes de licencias que obligan a que por cada cargo sean necesarios 4 o 5 profesionales y una movilidad salarial de activos y pasivos que no sólo la Argentina es incapaz de pagar. Todo eso también es Filmus, promotor de una norma cómplice con los gremios, garantía para que Kirchner se apoye en un grupo de poder que le evite conflictos hasta el final de su mandato. Todo lo demás del texto pretende conformar a la bienpensante clase media porteña, torturada por la mala gestión de las escuelas y por su propio y escaso empeño familiar en cuidar la atención de sus hijos. Con ese embeleco social el Presidente imagina al clarete Filmus en condiciones de hacerse conocer, vencer en las elecciones y, luego, ocuparse de gobernar la Capital Federal. Tierra que debe conocer como hincha de San Lorenzo y especializado en Educación, pero de la que jamás se lo reputó como interesado en su realidad integral. No es común entre los candidatos, es cierto; además, si mantiene las costumbres, él les reservará esa función a los sindicatos que ya dominan la Intendencia.