| Seccion: política
 
 
 El vino          Filmus Por: Roberto          García
 
 
 
 Bodega nueva compra bodega vieja y recicla marcas          de antaño para presentar, esta noche, un vino a catar. Si pasa la prueba          -descontada por la oficialista claque invitada-, es posible que el          producto salga al mercado en poco tiempo. Para entusiasmar a curiosos y          expertos, también se agregan como complemento a la degustación otros          varietales y blends reciclados que la mano de un enólogo, no francés          precisamente, intenta aggiornar para los gustos modernos de la Ciudad.          Así, junto a la estrella porteña de la bodega, el vino Filmus, aparecen          en primera línea el tempranillo Chacho Alvarez y el malbec de la familia          Ibarra, Vilma y Aníbal, ¡todos juntos otra vez! y bendecidos por el          obispo sommelier Alberto Fernández, cuyo pecho destaca una patena          (probador) en lugar de una cruz, el tannat Miguel Bonasso (pieza de          cosecha diminuta) y un cabernet con etiqueta remozada, el Carlos Heller,          que sirve para un «fregao» como para un «cocido»: se postula con          valiente generosidad tanto para presidir la Asociación del Fútbol (en          reemplazo de Julio Grondona) como para dirigir la intendencia          capitalina. Hay que comprender psicológicamente al          personaje polirrubro: todavía no ha resuelto la doble vía de descubrir          si es un banquero capitalista o un militante comunista que aún llora los          restos del Muro de Berlín. El elenco, con otros arribistas que          pujan por estar en las estanterías de las vinotecas o supermercados,          acompañan el lanzamiento del vino Filmus, un clarete que reconoce          inalterable calidad desde hace por lo menos 15 años en el mercado de la          educación: es, algo que se ha olvidado, el mismo que se servía en la          mesa de Carlos Menem.
 La nueva bodega Kirchner se ha excitado          con la cata, necesaria para encontrar un reemplazante de otro caldo más          burbujeante que, como champagne, se pretende vender en los hipermercados          bonaerenses: el Scioli. También con la promoción del producto en el          distrito porteño, sector que se imagina interesado en los menesteres de          una ley educativa que se personifica en Filmus. Y, se supone,          trascendente. Alquimia menor o de doméstico encuestador: si se          identifica la intención educativa con Filmus en el electorado          capitalino, luego éste lo premiará con el voto. Lo que tal vez se olvida          es que la ley poco y nada difiere de otra del mismo Filmus, elaborada          para el gobierno Menem aunque modificada por los radicales, cuando éste          rendía tributo a Jorge Rodríguez en el ministerio y a la señora Susana          Decibe, la misma que luego no fue ministra de Kirchner en su inicio por          un desorden propio de papeles en la Justicia (compras en las que parece          no haber estado involucrado Filmus, aunque éste fuera parte del cerebro          educativo de la mujer). Notable talento entonces de este declarado          progresista para atravesar administraciones de distinto signo, cualidad          valiosa para ciertos vinos, esa de conservar la calidad de origen desde          hace 15 años, cuando cobraba sueldos con el riojano (había empezado como          subsecretario de Carlos Grosso). Casi un profesional, una suerte de          Machinea (José Luis) de los organismos internacionales tipo Banco          Mundial o BID: gente que nunca se queda sin trabajo, siempre consigue          contratos en distintas burocracias, y a quienes nadie se atreve a          discutir si sabe del tema sobre el que habla (caso Filmus, educación),          pero sí se sabe que de ese tema es capaz de vivir toda una vida. Porque          se conserva en los cargos, sucesivamente, prometiendo deshacertodo lo          que él mismo antes hizo.
 
 Hay otro secreto en Filmus, hombre de          la Sociología como su triste rostro lo indica, no pedagogo como la          representación que presuntamente exhibe: es embajador de los          sindicalistas docentes. Con ellos, a Grosso, a Menem, a Kirchner (se le          escapó por minutos Eduardo Duhalde) les garantiza la no realización de          huelgas siempre y cuando se les conceda más poder. Como se lo preservan          en la nueva ley, como en la anterior. Jamás se opone ni se opuso Filmus          a los reclamos gremiales, casi una conducta de obediencia debida, por          más que pertenezca a un mismo estado en el que el gobernador Felipe          Solá, por ejemplo, acusa a esos sindicalistas de extorsionadores, de          propagar el miedo, de formular amenazas a cada rato.
 
 Es entonces          el clarete Filmus símbolo de buena parte de la destrucción de la          educación argentina, la que no impidieron congresos pedagógicos ni          leyes, y en la que contribuyeron el desaforado sindicalismo y sus          adláteres para pulverizar la profesión docente y las magras asignaciones          del Estado. Baluarte este vino viejo del anacrónico estatuto con          vacaciones que permiten viajar por año tres veces en barco a Europa, ida          y vuelta, regímenes de licencias que obligan a que por cada cargo sean          necesarios 4 o 5 profesionales y una movilidad salarial de activos y          pasivos que no sólo la Argentina es incapaz de pagar. Todo eso también          es Filmus, promotor de una norma cómplice con los gremios, garantía para          que Kirchner se apoye en un grupo de poder que le evite conflictos hasta          el final de su mandato. Todo lo demás del texto pretende conformar a la          bienpensante clase media porteña, torturada por la mala gestión de las          escuelas y por su propio y escaso empeño familiar en cuidar la atención          de sus hijos. Con ese embeleco social el Presidente imagina al clarete          Filmus en condiciones de hacerse conocer, vencer en las elecciones y,          luego, ocuparse de gobernar la Capital Federal. Tierra que debe conocer          como hincha de San Lorenzo y especializado en Educación, pero de la que          jamás se lo reputó como interesado en su realidad integral. No es común          entre los candidatos, es cierto; además, si mantiene las costumbres, él          les reservará esa función a los sindicatos que ya dominan la          Intendencia.
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