Jorge Ortiz
Recemos por nuestros Muertos para que sigan descansando en Paz, y para que Dios Nuestro Señor , en estos días alcance Paz a sus almas, y a sus familiares de nuestros prisioneros del Régimen , la mayor consolación , a todos les debemos algo los argentinos, ahora que recuerdo y aunque nunca la Olvide, la carta que el Dr. Florencio Varela les escribió una carta en vísperas de la Fiestas , con una inmensa alegría interna , quisiera que todos unieramos en recordarlos , a todos los que evitaron , que están vivos como nunca al lado de La Patria , para que no fallezca y nosotros los que podemos escribirles , hagamos saber que están en nuestro corazones dejemos de lado las pequeñas cosas que no deben que unirnos más que nunca .-Yo solo les digo Hasta pronto , Las Fiestas no serán Felices pues están injustamente presos, pero ya lo decía M. Fierro ," no hay tiempo que no se cumpla ni deuda que no se pague." ¡¡¡¡¡¡¡¡ Pagarán!!!!!!
Un amigo Camarada me envío este poema del SAMURAI, nadie con más honor que un guerrero como los nuestros en defensa de una Patria atacada por Estados Comunistas.
Les pido a mis amigos y Camaradas que lo difundan Ellos necesitan como todos de nuestra presencia Humana y Cristiana-
Que Dios los Bendiga a Todos
Jorge Ortiz
"Que se vayan todos, pero no dejemos salir del país"
Sr. Emilio Nani
V.G.M.
Tenue cae la nieve, sobre los bosques de cedros.
Emocionado, camina el viento sobre los cerezos.
El pájaro narra la aventura de volar.
La montaña reposa con sus brazos de rocas.
Es la quietud.
El reflejo de la cima blanca
sobre las pupilas del lago.
El Fujiyama cabrillea en el agua.
El agua libera poemas.
Y arriba una espada brilla.
El sol es.
II
Lento es el movimiento.
El acariciar de los dedos sobre la flor.
El cerezo medita.
A veces, se ve un pensamiento.
Hay una mente, de nervaduras y hojas.
El Samurai contempla.
Piensa.
III
Sobre el papel de arroz
el pincel susurra la tinta.
Tinta negra.
La esperanza baila,
aunque no se mueva.
La primavera lo dice en el bosque.
En el anillo de la madera.
La mano que brotó del filo del sable,
ya debe escribir:
Bushido.
IV
El árbol está firme.
Tú debes llegar a la firmeza.
Tu paso no será confuso.
Caminarás en el dorso del paisaje.
Que permanece.
La belleza no huye.
Los valores claros no se sepultan.
La roca le es fiel a la tierra.
La nube le es fiel al sol.
Tú serás fiel a tu Señor.
V
La mariposa descansa.
El rayo la contempla.
La admira.
VI
En la aldea vive la suavidad de mujer.
Allí, su vientre crea la nueva sonrisa.
Para el cerezo.
VII
Tu piel es el lecho,
para que se posen los principios.
Nunca los olvides.
Nunca los traiciones.
Sé el agua
que nunca abandona su cauce.
Tu cuerpo,
ataviado para la guerra,
que sea la playa,
la arena,
donde siempre se repitan los valores:
compasión, lealtad, servicio, coraje,
justicia, sinceridad, cortesía.
Honor.
VIII
En la fragua se repiten los truenos.
Luego el sol brilla en el horno.
El herrero se enorgullece con el calor.
Siembra tormentas con su martillo, en el metal.
Los hombres sin valor son imprecisos, vagos.
La verdad es precisa, continua.
El número exacto de golpes se necesita
para el nuevo brazo.
La matemática precisa del martillo es necesaria,
para explicar el nuevo brazo que te ha nacido.
Tu espada.
IX
La mañana despierta a los caballos.
Lo bello sopla un ciempiés.
Es la hora de la furia
del espíritu y el metal.
En el hogar,
ahora
los extranjeros levantan ídolos de oro.
Y crean los ejércitos
de cañones y fusiles y soldados sin ancestros.
Que matan a la distancia.
Pero tú eres guerrero.
Eres samurai.
Eres el que venera al Emperador,
dios en la tierra.
Eres el que honra al enemigo
al atravesar sus entrañas.
Cara a cara.
Y montas en los caballos, tan orgullosos como tú.
Las armaduras esculpen el gesto feroz.
La espada en alto.
El sol
que aúlla
en el dorso de los sables
y las lanzas.
Frente están las milicias urdidas por el extranjero,
las sombras del Imperio que se inclina.
Pero el Samurai brilla.
Que corran ya los caballos.
Que aúlle el aire al paso filoso de las espadas.
Miles de guerreros de antaño erupcionan en tu brazo,
Samurai,
el que extiendes hacia el tiempo nuevo que viene.
Y la punta de tu espada
ya necesita esgrimir
el dulce tajo sobre la carne.
Tu ira exige ya
el cuello enemigo.
Pero las ametralladoras te insultan por primera vez.
Imperceptibles, silban los dardos fulminantes.
Ebrio,
preciso,
corre el huracán cobarde
de las balas pequeñas.
Que no aceptan el combate valeroso,
pecho contra pecho.
Y ahora reinan
los torrentes rojos
que esmaltan la tierra del combate.
Que vieron tus antepasados.
Y la montaña se derrumba.
Lenta.
Su reflejo se sofoca en el lago.
Las armaduras crujen
entre vendavales de astillas.
Junglas de sangre escupen los cuerpos.
El aire enrarecido se regocija con la muerte.
Y tu espada cae.
Lenta.
Delicada.
El claro metal contempla los cerezos.
Has sido el honor.
Y tu espada cae.
Lenta.
Sobre la hierba herida.
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