Durante la gobernación filipina el monarca español supo atenuar el rechazo que supuso su llegada al trono portugués. Se preocupó por mantener la identidad del país natal de su madre y tuvo en cuenta los intereses de los portugueses
“Admiro mucho la figura de Felipe II de España, que gobernó Portugal durante 18 años”, comienza por explicar a ABC el profesor e historiador luso Carlos Margaça Veiga, miembro del consejo de la Academia Portuguesa de la Historia y autor de varios libros, entre ellos “La herencia filipina en Portugal”. “Le admiro por el modo como intentó y buscó atenuar el rechazo portugués hacia él porque no le aceptaban, sobre todo los populares aunque la adhesión o rechazo hacia Felipe fuese transversal en todos los estratos sociales”, puntualiza. Y es que los populares veían en el bastardo Prior do Crato a su rey, siendo además un hombre muy amable y próximo al pueblo.
No existen dudas de que Felipe II tenía derecho a la corona portuguesa
A pesar de todo, durante mucho tiempo la figura y el papel de Felipe II fue rechazado por los portugueses “porque existió una mentalidad nacionalista que fue muy fuerte y también influyó la fuerza de la leyenda negra que corría por toda Europa y que tuvo su efecto en Portugal”. Sin embargo, a partir de 1940, cuando se celebraron los tres centenarios de la Restauración del reino (1 diciembre 1640), “comienza a aparecer una historiografía menos intoxicada de estos ingredientes, que se basa en documentos”, reconoce el historiador luso. “Hoy todavía hay una cierta generación que sigue hablando del dominio español pero ha disminuido la agresividad”, añade. También se debe distinguir, dentro del periodo filipino, la figura de Felipe II con la de sus sucesores, Felipe III y IV (Felipe II y III de Portugal). “Ellos no tenían la misma sensibilidad que Felipe II y además fueron los tiempos de los validos”, puntualiza.
Identidad portuguesa
Felipe II tuvo siempre la preocupación de mantener la identidad portuguesa. “Ningún rey del siglo XVI llevó tan lejos las libertades concedidas a un reino conquistado como lo hizo Felipe II”, afirma Carlos Veiga.“Fue bastante generoso”. Entre otras cosas, porque permitió que los portugueses tuviesen acceso al comercio de las Américas al cual Aragón no accedía.Y es que el cariño y afecto que sentía por Portugal era evidente al tener madre portuguesa y al ser nieto del gran Don Manuel I, con quien se vivió el gran esplendor portugués. “Felipe concretiza un proyecto que viene desde la edad media, el de hacer coincidir la unión geográfica con la política”, recuerda el historiador, “Don Manuel tiene un sueño imperial y Felipe II tiene el mismo sueño que el abuelo”. Aunque muchas veces se haya olvidado ignorado, “Felipe II tuvo muchas actitudes y medidas que se inspiraban en su abuelo materno y en la gran emperatriz Isabel, su madre, tan querida por los españoles”.
Isabel hablaba a su hijo en portugués y tuvo una dama de compañía lusa, Leonor de Mascarenhas. Además en la corte española había un grupo importante de portugueses. Y Felipe (quien perdió a su madre con 12 años) tuvo siempre en cuenta la importancia del portugués, de ahí que en las cartas que escribía a sus hijas desde Portugal pidiese que el pequeño Diego estudiase la lengua de Camões. “En el siglo XVI era muy normal el bilingüismo. En el estatuto de Tomar la lengua queda politizada y toda la documentación relativa a Portugal era en portugués, aunque se emitiese en Castilla”, recuerda el profesor.
Armonía del reino
Felipe II logró la armonía y la aceptación a nivel nacional del país y se sirvió de las cortes para conseguirlo. “Se sintió portugués, fue un rey inteligente con larga experiencia gobernativa desde 1556”, resalta Carlos Margaça Veiga. Felipe II atendió a la aristocracia pero se preocupó por todos. Por ejemplo, “tuvo la habilidad de retribuir a los procuradores que iban a las cortes. Por primera vez bajó las ayudas de coste del viaje, que normalmente lo hacían los ayuntamientos”. “Se fue transmitiendo la simpatía por Felipe II”.En Portugal pasó a estar rodeado de portugueses. “Comía al modo portugués, se vestía como los portugueses, le servían portugueses aunque en los viajes tenía miedo de algún atentado, que nunca se produjo”, admite el historiador. Fueron muchos los que le pidieron que volviera a Portugal cuando se instaló en El Escorial, “la niña de sus ojos, con sus libros y sus cuadros”. Incluso el cardenal Granvelle le dijo que se transfiriese la corte para Lisboa convirtiéndola en la capital”.
Lisboa filipina
“Creó una Lisboa filipina que recordase al rey”, afirma Carlos Veigas. Destacan varios monumentos, el primero de ellos el Paço da Ribeira, el paseo manuelino. Después la iglesia de San Vicente de Fora. Felipe mandó traer los restos de Don Sebastián del norte de África, y los restos del rey Don Henrique, realizando grandes ceremonias fúnebres. “Así daba inicio a una nueva dinastía”. Y también se encuentra el fuerte de San Julián da barra de Lisboa, que lo amplió, y la torre del Bugio o fortaleza de San Lorenzo de la cabeza seca”. Una vez más se ve la devoción que sentía por San Lorenzo ya que venció la batalla contra los franceses el día de san Lorenzo.Herencia filipina
Son muchos los aspectos que se pueden destacar de la gobernación de Felipe II que dejó como herencia al país vecino. “Sobre todo el buen gobierno de Felipe II, fue un buen gobernante, en la justicia, su principal obligación, creando incluso un Supremo Tribunal en Oporto”, explica el profesor de historia. También fue muy escrupuloso con los temas fiscales, “creó el consejo de Hacienda y concentró una serie de organismos fue modernización que duró hasta el liberalismo”. Se preocupó igualmente con la legislación, “revisó las ordenaciones manuelinas y mandó crear las ordenanzas filipinas que perduraron hasta el final del siglo XIX”. Otro punto importante fue la defensa del imperio ultramarino para lo cual mandó crear muchas fortalezas, entre ellas la de Setúbal, Azores y Cabo Verde. “No descuidó la defensa del imperio ultramarino porque era también una cuestión de prestigio”, afirma el historiador luso.Como curiosidad cabe recordar que Felipe II cogió madera de la embarcación lusa Cinco Chagas, cuando estaba en ruinas, para mandar construir un crucifijo en el Escorial (que no es el actual) y su sarcófago.