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El complejo de Cristina
Sección: Nota de portadaPor Nicolás Márquez (*)
Fuera de la órbita del Ecuador, no muchos saben que el padre del actual Presidente Rafael Correa fue un narcotraficante, y que tras intentar ingresar cocaína en los Estados Unidos fue detenido y apresado durante varios años[1]. La intensa angustia que padeció su hijo ante el episodio mencionado, le fue forjando al futuro mandatario un sentimiento antinorteamericano (canalizado a través de su izquierdismo ideológico) y al mismo tiempo, le impulsó una simpatía para con los narcotraficantes. Tanto es así, que Rafael Correa, en ejercicio de su presidencia, no sólo despenalizó a los transportistas de drogas (popularmente llamados “mulas”), sino que en no pocas ocasiones brindó cobijo y refugio a las FARC (principal productor mundial de cocaína) en territorio de su país. En efecto, aunque no siempre estas cosas se conozcan ni sean tan evidentes, muchos asuntos irresueltos, conflictos personales y animosidades acumuladas que diferentes mandatarios llevan a cuestas por causas disímiles, condicionan luego las políticas de Estado que éstos impulsan desde el poder.
No toda acción política tiene explicaciones ideológicas o crematísticas.
En consecuencia, nos ha resultado interesante estudiar el caso de Cristina Kirchner (exhaustivamente desarrollado en el libro “Cuando el relato es una farsa”), puesto que siendo una mujer jactanciosa de sus gustos costosos y sus alhajas suntuosas, que siempre intentó frecuentar ambientes exclusivos y que desde adolescente logró asociarse al Jockey Club de La Plata (a pesar de no contar con la estirpe de esos círculos), esta afanosa propensión de la Presidente a vincularse con las élites y esta necesidad de erradicar su origen plebeyo ha contrastado y contradicho con el montonerismo de bolsillo que ella siempre se auto-adjudicó y con su irrefrenable odio hacia las fuerzas del orden.
¿Hay algo en la vida personal de Cristina que nos pueda explicar porque reivindica a una guerrilla a la cual jamás perteneció a la vez defenestra a los uniformados que la combatieron y por ende la salvaron a ella de tener que vivir condenada a un mundo de racionamiento, igualitarismo y privaciones totalmente ajeno al que le gusta ostentar y disfrutar?
Cristina nació un 19 de febrero de 1953, en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, en el marco de la última etapa de la prolongada dictadura de Juan Domingo Perón y siete meses después de la muerte de Eva Duarte. Oficialmente, Cristina sería hija de la pareja conformada por Eduardo Fernández y Ofelia Wilhem. Se “supone” que Ofelia, madre de Cristina, habría quedado embarazada de Eduardo cuando la relación entre ambos era informal o irregular, y que el vínculo entre los enamorados recién se estabilizó cuando apareció en escena un segundo bebé, Giselle, la hermana cinco años menor de Cristina. Al respecto, es la apologista y biógrafa de Cristina Olga Wornat quien nos dice que “Cristina era un bebé cuando fue con su mamá a vivir a la casa de Tolosa. Su padre, Eduardo Fernández, se integraría a ellas varios años después, y al tiempo, luego de que el matrimonio formalizara la situación, llegaría al mundo su hermana Giselle. (…) Cristina habla muy poco de su padre, salvo para contar que era ‘antiperonista’ y que libraban agitadas discusiones políticas”[2].
En verdad, existe hoy mucho conocimiento en torno a Ofelia –quien goza de buena salud y prosigue yendo a la cancha de Gimnasia con asistencia perfecta– y a la inversa, hay mucho misterio o desconocimiento en torno a la persona del padre de Cristina. Ella misma cuenta lo siguiente: “Fue una relación difícil porque mi padre se casó con mi madre después de que yo nací. Yo fui hija de madre soltera. Me enteré después, con el tiempo, viendo mi partida de nacimiento y comparando fechas… Se casaron después, antes de que naciera mi hermana, pero eso explica que mi tía y mi abuelo no se llevaran nunca bien con él. Eso, y que era antiperonista. No le gustaban los negros”[3].
Vale decir, Cristina nace sin que su padre la reconociera ni conviviera con la madre, y recién la reconoce y convive con Fernández un lustro después cuando nace Giselle. ¿Sería realmente su padre biológico o aquél la reconoció tardíamente cuando nace su hermana como para formalizar la situación familiar?
Mientras tanto, la relación de Cristina con su presunto padre y su vida familiar hogareña distaba de ser la mejor. Al respecto, Sara Fernández, hermana del padre de Cristina y por ende su tía, narra el conflicto que se vivía en el seno de esa familia: “Muchas veces (los Wilhem) nos dijeron oligarcas, pero si lo éramos, nos rompimos el lomo trabajando para lograr lo que logramos”. Y sobre el padre de Cristina, Sara adiciona: “Mi hermano Eduardo era un buen hombre, un luchador, aunque nadie sepa mucho de su vida y su familia no lo mencione casi nada (…) Con Ofelia tuvo un matrimonio difícil, ella era una mujer de carácter fuerte y muy complicada, en realidad, vivían juntos pero estaban separados”[4].
Como vemos, uno de los aspectos más curiosos de esta historia, tiene que ver con el mencionado episodio de que el padre de Cristina haya tardado cinco años en reconocerla como hija y que, además, este reconocimiento haya sido forzado por las circunstancias, es decir, tras nacer su hermana Giselle. El misterioso Eduardo Fernández fue el primer chofer de colectivos de la línea 3, que hacía el trayecto entre La Plata y City Bell. Luego llegó a ser propietario de dos micros. Murió en 1982. Pero hay más datos que quizás nos ayuden a conocer un poco mejor la naturaleza de esta relación familiar. Numerosos estudios apuntan a sostener que Fernández era una suerte de padre putativo de la pequeña Cristina, mientras que el verdadero padre sería un militar que nunca se hizo cargo de la situación. Al respecto, el periodista Franco Lindner, en su libro de investigación sobre la actual Presidente, señala que “Cristina andaba por los cinco años cuando supo que tendría una hermana. Es una edad que debería haberla marcado porque fue solo a partir de entonces que, sus padres, la llamativa Ofelia Wilhelm y el colectivero Eduardo Fernández, empezaron a vivir juntos. (…) Los Fernández no eran una familia muy normal. (…) Cristina nunca le habló a nadie de su padre colectivero hasta que el oficio de Eduardo Fernández fue revelado por la prensa. ¿La avergonzaba su origen social de clase media baja? (…) En su paso por el Congreso (Cristina) le dijo a Pampuro que el padre fue militar y a Héctor Maya, que fue médico. Hay una tercera opción, acaso la más improbable: que el colectivero Fernández no fuera su padre biológico aunque le diera el apellido, y que realmente hubiera un médico o un médico militar”[5].
Esta última tesis que Lindner esboza con cierto relativismo, es confirmada enfáticamente por otra biógrafa de Cristina, la escritora Graciela Brunetti (autora del libro sobre CFK “Arreglate como puedas”), oriunda de La Plata y que desde adolescente compartió amigos y lugares comunes con su biografiada. Sobre este enigma, Brunetti nos dice lo siguiente: “Ofelia vivía con su padre y una tía en una casa de Tolosa, cuando ya estaba empleada en el Ministerio de Economía de La Plata. Ella ya estaba iniciada en el sindicalismo, y queda embarazada, un embarazo no deseado, que es precisamente Cristina”[6]. La escritora en cuestión agrega mayor nivel de detalle al misterio: “El padre de Cristina puede ser un suboficial de la Marina que prestaba servicios en los Astilleros Río Santiago, que vivía en la calle 40 entre 9 y 10, y al que los vecinos de La Plata le adjudican su paternidad”[7]. Seguidamente, Brunetti nos ilustra aseverando que “este hombre (el padre biológico de Cristina) desaparece tras la situación de la cual no quiere hacerse cargo, y aparece en escena Eduardo Fernández a quien le endosan este nacimiento”[8].
Vale decir, Cristina habría tenido por padre a un uniformado que no quiso hacerse cargo de la situación y por ende Fernández ocuparía ese rol pero de manera insuficiente y conflictiva, motivo por el cual los biógrafos más allegados a Cristina sostienen que un tío de ella, apodado “Pilín” (hermano de Fernández) forjaría con ella un vínculo muy afectivo con quien de alguna manera reemplazaría o compensaría el desdibujado rol paternal. Tanto es así que Wornat confirma que este tío “de alguna manera ocupaba la imagen del padre ausente”[9].
Pero ocurre que este querido tío de Cristina en el otoño de 1974 padeció un episodio desdichado. Efectivamente, Pilín había sido confundido en la vía pública por la policía con un guerrillero, y en el marco de ese clima de violencia y tensión que se vivía en el país murió de un balazo. La apologista de CFK Sandra Russo narra el acontecimiento de esta manera: “Había sonado el teléfono a la madrugada. El llanto de su padre era estremecedor: ‘¡Mataron a Pilín, mataron a Pilín!’, le decía a su esposa. Se agarraba la cabeza y negaba con ella lo que decía, ‘¡Mataron a Pilín!’, como si no pudiera ser verdad. Con Ofelia se subieron inmediatamente al auto y fueron a la comisaría. Eduardo tuvo que reconocer a su hermano esa noche, en la comisaría en la que lo habían matado. Pero incluso en ese estado de shock, en ese golpe impensable que le asestaban a la familia, surgieron las diferencias entre los Fernández y los Wilhem. Nuevamente se bifurcaron los sentimientos del padre y la madre de Cristina, que entendieron de maneras diferentes, opuestas, lo que había pasado”[10]. Efectivamente, a pesar del dolor, Cristina recuerda el criterio aplomado de su padre para procesar el infortunio: “Mi papá le echó la culpa a la guerrilla. Si cortaban las calles era por culpa de la guerrilla, y al hermano lo habían matado por pasar una calle cortada. No tuvo rencor con la policía, aunque en el juicio quedó claro que mi tío no escuchó la voz de alto y que le dispararon cuando el auto ya había pasado”[11].
Vale decir, habría sido un uniformado quien desconoció la paternidad de Cristina y habría sido un uniformado quien mató a su querido tío, a quien ella veía como un padre sustituto.
¿Serán estos dos infortunados episodios personales los que han forjado en Cristina tanto encono para con los uniformados? ¿Apresarlos y reivindicar a la guerrilla que mataba uniformados será un mecanismo emocional tendiente a paliar ese conflicto emocional que lleva a cuestas?
Interesan estas y otras preguntas porque en psicología encontramos no sólo aquello que se conoce como el “síndrome del padre ausente”[12], sino también una secuela grave que tiene que ver con revelarse contra todo aquello que represente a la imagen paterna. Encontramos de esta manera el “Complejo de Aristóteles” (en terminología creada por Carl G.Jung y popularizada por la discusión del psicoanálisis freudiano), que consiste en la rebelión del hijo contra el padre o contra lo que el padre representa[13]. Alude a la oposición que tuvo Aristóteles hacia su maestro Platón y para tal fin se suele ejemplificar en el adagio antiguo: “El iniciado mata siempre a su iniciador”.
Va de suyo que las secuelas psicológicas en torno a la tesis expuesta no la podemos corroborar ni confirmar acabadamente; simplemente intentamos arrojar arriba de la mesa algunos datos y reflexiones que quizás nos ayuden a entender las causas del incomprensible encono que Cristina tiene para con las instituciones que la salvaron de la pobreza comunista (y le permiten hoy vivir como una emperatriz) y al mismo tiempo sienta tanta simpatía para con aquellos sectores que, de haber ganado la guerra civil de los años 70´, la hubiesen obligado a vivir a ella bajo un sistema de indigencia institucionalizada o forzado a un ascetismo paupérrimo totalmente ajeno a sus desbocados gustos, usos y costumbres de nueva rica de las que hace culto, exhibición y alarde.
(*) Twitter: @nickymarquez1
El último libro del autor se llama “Cuando el relato es una farsa, la respuesta a la mentira kirchnerista”, escrito en coautoría con Agustín Laje y prologado por Carlos Alberto Montaner. El libro está disponible en librerías Yenny, El Ateneo y Cúspide entre otras.
[1]
Se trata de Rafael Correa Icaza, padre del actual Presidente del
Ecuador, detenido en los años 90´ y alojado en la cárcel de Atlanta. Al respecto puede leerse el libro “El Cuentero de Carondelet”, del autor. Publicado en el 2013 por Ed. Contracultura. Buenos Aires.
[2] Wornat, O. Reina Cristina. Bs. As., Planeta, 2005, p. 58-59
[3] Reportaje citado en Russo, Sandra. La Presidenta. Historia de una vida. Bs. As., Sudamericana, 2011
[4] Wornat, O. Ob. cit., p. 62
[5] Lindner, Franco. Los amores de Cristina. Bs. As., Planeta, 2013, pp. 209-210.
[6] Reportaje efectuado por Juan Manuel Soaje Pinto para TLV1 a la escritora Graciela Brunetti. Ver nota completa en el siguiente link:http://www.youtube.com/watch?v=I-r4eQoV7LM
[7] Graciela Brunetti, declaraciones de la escritora a los autores.
[8] Reportaje efectuado por Soaje Pinto para TLV1 a la escritora Graciela Brunetti.
Ver nota completa en el siguiente link: http://www.youtube.com/watch?v=I-r4eQoV7LM
Ver nota completa en el siguiente link: http://www.youtube.com/watch?v=I-r4eQoV7LM
[9] Íbid, p. 63.
[10] Russo, S., Ob. cit
[11] Russo, S., Ob. cit.
[13] Al respecto resulta por demás interesante la obra de Mendel Gerard titulada “La Rebelión contra el padre”, Editorial “Península”.
La Prensa Popular | Edición 259 | Lunes 23 de Diciembre de 2013
La Prensa Popular | Edición 259 | Lunes 23 de Diciembre de 2013