Adoración Nocturna Mexicana
Parroquia Santa Isabel de Hungría
Hermosillo, Sonora, México, domingo 22 de diciembre de 2013
El Adviento
y la alegría del cristiano
San Pablo nos da la razón fundamental para tener profunda alegría: el Señor está cerca. (Filipenses 4, 4) El Apóstol también nos da la clave para entender el origen de nuestras tristezas: nuestro alejamiento de Dios, por nuestros pecados o por nuestra tibieza.Cuando para encontrar la felicidad se ensayan otros caminos fuera del que lleva a Dios, al final sólo se halla infelicidad y tristeza. La experiencia de todos los que, de una forma u otra, volvieron la cara hacia otro lado (hacia donde no estaba Dios), ha sido siempre la misma: han comprobado que fuera de Dios no hay alegría verdadera. Encontrar a Cristo, y volverlo a encontrar, es una alegría profunda siempre nueva. La alegría es tener a Jesús, la tristeza... es perderle.
El verdadero cristiano es esencialmente alegre. Pero no me refiero a una alegría cualquiera, superficial, sino a la alegría de Cristo, que viene de lo hondo del corazón, que trae la justicia y la paz, y sólo Él puede darla y conservarla, porque el mundo no posee su secreto.
El cristiano lleva su gozo en sí mismo, porque encuentra a Dios en su alma en gracia. Esta es la fuente permanente de su alegría. Tener la certeza de que Dios es nuestro Padre y quiere lo mejor para nosotros nos lleva a una confianza serena y alegre, también ante la dureza, en ocasiones, de lo inesperado.
No hay tristeza que Él no pueda curar: no temas, sólo ten fe (Lucas 8, 50), nos dice el Señor. Nos dirigimos a Él en un diálogo íntimo y profundo ante el Sagrario, y en cuanto abrimos nuestra alma en la Confesión encontramos la fuente de la alegría. Nuestro agradecimiento se manifestará en mayor fe y esperanza que alejan toda tristeza, y nos dan la fuerza para amar y ocuparnos de nuestros hermanos.
Un alma triste está a merced de muchas tentaciones. La tristeza nace de egoísmo, de pensar en uno mismo con olvido de los demás, de la indolencia en el trabajo, de la falta de mortificación, de la búsqueda de compensaciones para uno mismo, del descuido en el trato con Dios. La tristeza surge de tenerse a sí mismo como centro, haciendo a un lado a Dios y a los demás.
Para poder conocer a Cristo, poder servirle, y darlo a conocer a los demás, es imprescindible no andar excesivamente preocupados por nosotros mismos. Solamente así, con el corazón puesto en Cristo, podemos recuperar la alegría, si la hubiéramos perdido.
Esta es una de las grandes misiones del cristiano: llevar la auténtica alegría, fruto del Espíritu Santo, a un mundo que está triste en realidad, porque se va alejando más y más de Dios al obrar según la carne (Gálatas 5, 19-23).
Preparemos la Navidad junto a Santa María y en nuestro ambiente fomentemos un clima de paz cristiana, brindemos muchas pequeñas alegrías y muestras de afecto a quienes nos rodean. Los hombres necesitan pruebas de que Cristo ha nacido en Belén... nuestra alegría se las dará.