jueves, noviembre 01, 2012

[Red de Catequistas] UN TEMA DE BIOÉTICA Y BIODERECHO

LA REVISTA DEL FORO
                                           SUPLEMENTO ESPECIAL
                                                    
                                  miércoles, 24 de octubre de 2012

                  
COLUMNISTA
   
DR. JORGE H. SARMIENTO GARCÍA


UN TEMA DE BIOÉTICA Y BIODERECHO                    UN TEMA DE BIOÉTICA Y BIODERECHO                    UN TEMA DE BIOÉTICA Y BIODERECHO



UN TEMA DE BIOÉTICA Y BIODERECHO


El anteproyecto de nuevo Código Civil entregado a la Presidente de la República Cristina Fernández de Kirchner por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia  de la Nación, Ricardo Lorenzetti, integrante de la comisión redactora conjuntamente con la Vicepresidente del mismo Tribunal, Elena Highton de Nolasco, y Aída Kemelmajer de Carlucci, contiene entre otros los siguientes contenidos:

Con respecto a la vida humana, para el anteproyecto la existencia de la persona humana comienza con la concepción en el cuerpo de la mujer o la implantación en ella del embrión formado mediante técnicas de reproducción humana asistida, institucionalizando así una discriminación injusta entre los embriones fruto de una relación natural y los obtenidos por técnicas de fecundación extracorpórea, lo que da pie a cualquier experimentación y otros atentados contra los “embriones de laboratorio”.

A la vez, parece situar el comienzo de la persona en la implantación del embrión, dando vía libre al aborto por medios químicos y mecánicos, que actúan antes de la implantación del embrión en el útero.

Además, legaliza la fecundación artificial, incluyendo la donación de gametos (óvulos y/o espermatozoides), el alquiler de vientres o maternidad subrogada y la inseminación “post mortem”.

Introduce asimismo lo que llama la "voluntad procreacional" como elemento determinante para obtener un hijo por cualquier modo de fecundación “asistida”. La “voluntad procreacional” es ajena a la realidad genética, lo cual contradice el derecho del niño a la identidad. El niño se convierte en una “cosa”, adquirible por cualquier técnica de laboratorio, incluidas las más aberrantes.

Si el reconocimiento del valor intrínseco de todo ser humano constituye el principio eminente de la bioética y del bioderecho, las reformas propuestas al Código Civil aquí tratadas son violatorias de tal principio, nutriéndose hasta ahora aquel cuerpo legal del mismo, que con jerarquía constitucional y consenso internacional representa un eficaz resguardo de la vida humana, desde su concepción y hasta su muerte natural.

Juan Pablo II, para quien la Iglesia no es minimalista, invisible, silenciosa, sino que experimenta tener una misión en el mundo contemporáneo, hablando del Evangelio y por ende defendiendo al hombre y la paz entre los pueblos, decía el 8 de octubre del año 2000: “La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita. Puede hacer de este mundo un jardín o reducirlo a un cúmulo de escombros. Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir en las fuentes mismas de la vida: puede usarlas para el bien, dentro del marco de la ley moral, o ceder al orgullo miope de una ciencia que no acepta límites, llegando incluso a pisotear el respeto debido a cada ser humano. Hoy, como nunca en el pasado, la humanidad está en una encrucijada”.

Es que para el entonces Papa la opción de la Iglesia no es la adecuación, en un Occidente que le pide sea más “moderna” adaptándose, sino que estaba convencido que es necesario vivir en el mundo contemporáneo con simpatía pero, al mismo tiempo, sin renunciar a una identidad que le viene de lejos.

Y como escribiera el en aquellos tiempos Cardenal Ratzinger, “La ´inactualidad` de la Iglesia… puede ser su fortaleza. Los hombres tal vez piensen que, para luchar con ideologías tan banales como las que ahora predominan en el mundo, es necesaria una oposición, y que la Iglesia puede ser moderna, precisamente siendo antimoderna, oponiéndose a aquello que todos afirman. La Iglesia necesita ejercer un profético papel de oposición profética. Aunque al principio parezca lo contrario, su mayor fuerza está, precisamente, en el coraje de la verdad, a pesar que esto le quite popularidad y pueda parecer que la Iglesia se está encerrando  en un ´ghetto`”.

Pues bien, para la Iglesia siempre ha sido principio fundamental de la bioética y de lo que actualmente se ha dado en denominar “bioderecho” que a cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona.

Ello explica que también haya expresado Juan Pablo II: “En realidad, desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar. Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano. Precisamente por esto, más allá de los debates científicos y de las mismas afirmaciones filosóficas en las que el Magisterio no se ha comprometido expresamente, la Iglesia siempre ha enseñado, y sigue enseñando, que al fruto de la generación humana, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto incondicional que moralmente se le debe al ser humano”.

Y más recientemente, el ahora Benedicto XVI dijo que el hombre “tiene derecho a no ser tratado como un objeto que se posee o como una cosa que se puede manipular a placer, a no ser reducido a un puro instrumento en beneficio de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y siempre es necesario buscar su desarrollo integral. El amor hacia todos, y más si es sincero, tiende espontáneamente a convertirse en una atención preferencial por los más débiles y los más pobres… Sobre estas bases se coloca la preocupación de la Iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias. La Iglesia continuamente reafirma cuanto ha declarado el Concilio Vaticano II contra el aborto y toda forma de violación de la vida naciente: ‘La vida, una vez concebida, debe ser protegida con la máxima atención’”.

El Papa Benedicto ha destacado asimismo que actualmente existen tendencias culturales que “buscan anestesiar las conciencias con pretextos. Sobre el embrión en el vientre materno, la ciencia misma pone en evidencia la autonomía que lo hace capaz de interactuar con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así… lo ha sido cada uno de nosotros en el vientre de la madre”.