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13.12.2011 |          Política | Por: Nicolás Márquez
La          convalidación del oprobio
Por          Nicolás Márquez
Con timbre          de voz crispado y gestos propios no de una Jefa de Estado sino de una          tilinga suburbana bravuconeando en una asamblea de consorcio (que nos          recuerda a “La Chona” de Haydée Padilla o la célebre “Catita” de Niní          Marshall), Cristina Kirchner en la ceremonia de asunción y juramentación          de su renovado mandato presidencial utilizó la frase “que Él” me lo          demande (junto a Dios y la Patria) en caso de incumplir esta los deberes          de Presidente.           
Esta fórmula          retórica no es más que la consabida aplicación del culto a la          personalidad, en la cual se pretende colocar al delincuente fallecido en          el mismo pedestal que Dios, la Patria y obviamente la          institucionalidad. En suma, este mencionado fetiche lingüístico          no es más que una remozada violación de las formas republicanas, un uso          y abuso de la figura de los muertos, y una apelación mística consistente          en pretender darle una canonización pagana al extinto apropiador de los          Fondos de Santa Cruz.           
Nada de esto          es verdaderamente relevante.           
Lo realmente          importante es que la muchedumbre agolpada aplaudía y celebraba el          exabrupto propinado por la ramplona, a la vez que el grueso de la          dirigencia y del periodismo no se escandalizó ni indignó ante estas          muecas y declamaciones hostiles al sentido común, al buen gusto, al          decoro y a la tradición republicana.           
En síntesis,          lo verdaderamente grave no es lo malo, lo feo o lo repugnante de un          determinado gesto o mensaje presidencial, sino la convalidación o          habituación sociológica ante los desatinos vigentes.           
“Hay que          vivir como se piensa, si no se acabará por pensar como se ha vivido”          advirtió el novelista Paul Bourget a comienzos del Siglo pasado. La          Argentina del Siglo XXI pareciera esforzarse en darle la razón al          célebre escritor.           
Todo indica          que el grueso de los argentinos se han adaptado y aclimatado al          paternalismo estatista (ahora decorado con liturgia filo-religiosa) de          un modo tan consustanciado, que estos episodios no solo no causan          exasperación sino que encima arrancan aplausos entre los acólitos e          indiferencia entre los disidentes.           
Hay algo          peor que convivir con la podredumbre moral y formal: acostumbrarse a          vivir en esa situación o peor aún, empezar a disfrutar de vivir          así.           
Nicolás          Márquez           
* Ultimo          libro del autor, Chávez de Bolívar          al narcoterrorismo. Disponible en http://www.cuspide.com/
 
 
 
