jueves, febrero 08, 2007

Encíclica Libertas. 5ta.parte

Encíclica ” LIBERTAS “ DE S.S.LEÓN XIII.

(5TA PARTE : refutación ).

[19].Al sostener esto último, no son consecuentes consigo mismo. Porque si, según ellos admiten, y nadie puede ponerlo en duda razonablemente, hemos de acatar la voluntad de Dios, ya que de El en absoluto dependemos y hemos de tender hacia El, síguese que nadie puede señalar un término o una forma de su autoridad legislativa, pues ello sería ya en sí un desobediencia. En más, si la razón humana tiene la pretensión de establecer por sí misma cuáles y cuántos son los deberes de Dios y cuáles también sus propios deberes, su respeto hacia las leyes divinas será más aparente que real, y su dictamen habrá de prevalecer sobre la autoridad y providencia de Dios.

Es, pues, necesario que nuestra norma de vida la hagamos derivar constante y religiosamente, no sólo de la ley eterna, sino también de todas y cada una de las leyes que el infinitamente sabio e infinitamente poderoso Dios tuvo a bien imponernos, del modo que le pareció oportuno , y que y que nosotros podemos conocer con certeza y señales evidentes y que no dejan lugar a dudas. Tanto más cuanto que estas leyes, por el hecho de tener el mismo autor y principio que la ley eterna, concuerdan en todo con la recta razón y a perfeccionar el derecho natural. Y las mismas constituyen el magisterio del mismo Dios, el cual para evitar que nuestra razón y nuestra voluntad caigan en el error, rige benignamente a ambas con su indicación y dirección.

Quede, pues, santa e inviolablemente unido, lo que no debe ni puede separarse, y en todas las cosas, como lo ordena la recta razón, sea Dios obedecido y dignamente respetado.

C) LIBERALISMO MÁS MODERADO.

Más moderados aún, pero no más consecuentes consigo, son aquéllos que reconocen que se deben regir por las leyes divinas la vida y las costumbres de los particulares, pero no los de los Estados. Sostienen que en la vida pública es lícito el apartarse de los Mandamientos de Dios y no tenerlos presentes al dictar las leyes. De aquí se origina aquel pernicioso principio de la separación de la Iglesia y del Estado.

[21] REFUTACIÓN.

No es fácil comprender la falsedad de tales principios. Porque si es cierto que la misma naturaleza reclama que los ciudadanos tengan en abundancia todos aquellos medios que se necesitan para vivir honestamente, es decir según las leyes de Dios, ya que Dios es el principio de toda honestidad y justicia, síguese que el Estado en manera alguna puede desinteresarse de esas leyes o establecer algo que les sea contrario.

Además, los gobernantes no solamente deben procurar a sus súbitos las comodidades y bienes externos, sino particularmente les deben proporcionar, por medio de las leyes sabias, los bienes del alma. Y nada hay mejor para acrecentar estos bienes que aquellas leyes sabias, los bienes del alma. Y nada mejor para acrecentar estos bienes que aquellas leyes que tienen a Dios como autor. Por esta razón, los que en los gobiernos de las naciones opinan que se debe prescindir de las leyes divinas, niegan a la autoridad pública su razón de ser y la apartan de su fin natural.

Pero hay otro motivo fundamental, del cual Nos mismos en diversas oportunidades nos hemos ocupado. Aunque el poder civil no tenga la misma finalidad próxima que el poder espiritual, ni se valga de los mismos medios, sin embargo, en el ejercicio de sus funciones tendrán alguna vez que enfrentarse el uno al otro. Ello es tanto más factible cuanto que ambos se dirigen a los mismos súbitos, y y no es raro que los dos tengan que dilucidar los mismos asuntos, si bien bajo distintos aspectos. Siempre que esto aconteciere , como todo conflicto sería absurdo y contrario a la sapientísima providencia de Dios, preciso es que exista algún medio o modo de proceder por el cual, suprimida toda causa de disparidad o discordias, se imponga la armonía y la unidad en la práctica. Y no sin razón se ha comparado esta concordia con la existente entre el alma y el cuerpo, tan útil para ambas partes, cuya separación es para el cuerpo particularmente perniciosa, puesto que le priva de la vida.

IV.

FALSAS CONQUISTAS DDEL LIBERALISMO.

Para mejor comprender las anteriores afirmaciones, hemos de estudiar por separado las distintas clases de libertades, que se proclaman como conquistas de nuestra época.

A) LIBERTAD DE CULTOS.

[22] Consideremos en primer lugar, en lo que se refiere a los individuos, la llamada LIBERTAD DE CULTOS , tan contraria a la virtud de la religión. Dicha libertad se basa en este principio : todo hombre es libre de abrazar la religión que más le pluguiere o de rechazarlas a todas, si no le agradare ninguna.

REFUTACIÓN DE ESTA DOCTYRINA EN EL ORDEN INDIVIDUAL.

[23] contrariamente a lo que aquí se afirma, de todos los deberes del hombre no hay ninguno mayor ni más sagrado, que el de adorar a Dios pía y religiosamente. Este deber se deriva necesariamente del hecho de estar nosotros siempre sometidos a Dios, de ser gobernados por su numen y providencia y de que habiendo salido de sus manos, a El hemos de volver.

A esto se añade que es imposible la verdadera virtud, si no va acompañada de religión ;porque la virtud moral es aquélla cuyos actos nos conducen a Dios, que es el último y supremo bien del hombre ; y la religión, por consiguiente, LXXXI, a 6.- que directa e inmediatamente se ordena al honor divino – Operatur ea quae directe et immdediate ordinantur in honores divinun. S.Th., II-II. LXXXI, a,6 )-, es la principal y la reguladora. De todas las virtudes.

Y si se pregunta cuál es la religión que únicamente debe seguirse, de entre muchas y contrarias que existen, la razón natural nos enseña que únicamente la que Dios haya ordenado, y que los hombres puedan reconocer fácilmente por aquellos caracteres externos con que Dios la haya señalado, ya que un error en esta materia, tendría gravísimas y desastrosas consecuencias.

Es por esta razón que al permitir al hombre la mencionada libertad de cultos, se le da la opción de abandonar o desnaturalizar impunemente uno de sus más sagrados deberes, es decir, de abandonar el bien inconmutable y abrazar el mal, lo cual, como dijimos, no es libertad, sino depravación de la libertad y abyecta servidumbre del pecado..

( Continuaremos: refutación en el orden moral. El Director ).