MALVINAS, COMBATE Y RELIGIOSIDAD
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MALVINAS, COMBATE Y RELIGIOSIDAD
A lo largo de casi tres décadas, que han transcurrido desde la Guerra de Las Malvinas, bastante se ha escrito, hablado, filmado, acerca de lo sucedido en este conflicto. Esto se ha hecho siempre desde perspectivas militares, políticas, valorativas a favor o en contra. Sin embargo, ha existido una dimensión que por lo general, ha pasado desapercibida o de la que se ha omitido toda referencia, salvo en forma excepcional. Se trata de la dimensión religiosa, permanentemente presente en nuestras tropas, y que ha jugado un rol decisivo en el enfoque dado a la planificación, orientación y posteriormente a las acciones bélicas.
Una comprensión realista, veraz de la Gesta de las Malvinas, no es posible si no se tiene en cuenta esta dimensión. La presencia de este componente espiritual se ha manifestado de diferentes maneras, algunas de ellas se expondrán a continuación.
Ejemplos de religiosidad
Un hecho contundente certifica lo dicho, es el nombre dado a la operación comando de recuperación: “Virgen del Rosario”. Esta denominación tiene un profundo sentido y pone en primer plano a la Santísima Virgen y al Rosario, que estarán presentes posteriormente, a lo largo de toda la contienda, y llevado por nuestros soldados como advocación y devoción. La característica destacadísima de este operativo, fue exponerse pero infligir el menor daño posible al enemigo. Nos encontramos aquí con una actitud combativa digna de las gestas caballerescas. El sentido es doble, por un lado manifiesta el coraje y los principios religiosos de nuestros comandos y por el otro, en tanto que objetivo político, apunta a dejar la puerta abierta al diálogo, intención implícita desde la planificación de las acciones. Sea dicho de paso, este operativo, tan menospreciado, falsamente interpretado y vapuleado, es utilizado hoy en algunas academias militares del mundo, como ejemplo y modelo en su tipo.
La segunda manifestación que es de destacar, es la de la presencia de los capellanes castrenses y de su actividad. De ello nos ha dejado un magnífico testimonio el padre Vicente Martínez. Este sacerdote fue el primero en llegar y el último en irse. El tenía a su disposición un helicóptero, que le permitía desplazarse rápidamente de un lugar a otro. De este modo llegó a celebrar hasta ocho misas en un mismo día[1]. Pero más allá de los capellanes castrenses, merece señalarse la presencia voluntaria de un religioso dominico, Fray Renaudière de Paulis OP.
Uno de los numerosos y significativos acontecimientos, que nos ha dejado el Padre Vicente es el siguiente: Una vez ocupada la isla, en la cabecera del aeropuerto se enterró un rosario y se puso la pista bajo la protección de la Virgen. “Los ingleses le tiraron 1.200 toneladas de bombas y ninguna le dio hasta el fin de la guerra, que estuvo operable. El último avión salió de esa pista el 13 de Junio a las 20 horas”.
Quien no ha conocido alguno de los oficiales que lucharon en Malvinas, puede ser llevado a pensar que esta religiosidad fue una suerte de placebo, destinado a que los soldados soportaran los rigores de la lucha en las condiciones geográficas y climáticas adversas, así como combatir contra militares profesionales. Nada más lejos de la realidad. La religiosidad estaba en el corazón de quienes comandaban a los soldados. El siguiente relato del Padre Martínez nos lo confirma:
De su diario personal extrae unas anotaciones realizadas el 8 de Mayo por un hecho que ocurrió en la Misa de la Virgen de Luján. “El soldado telefonista recibe la información que venían dos aviones Sea Harrier por el Oeste. Correspondía alerta rojo y desbandarnos. Pero el Jefe dijo que estábamos en Misa y Procesión y no nos iban a detener. Yo no podía dejarlo malparado al Jefe, porque ese era un acto de Fe. Los Sea Harrier no aparecieron nunca.”.
Una Guerra Justa
La Iglesia Católica[2] se pronuncia siempre a favor de la Paz, pero ésta requiere de ciertas características, para que realmente sea tal. En caso contrario, prevé la posibilidad de la guerra justa. Desde esta perspectiva, para que un enfrentamiento armado encuadre dentro de esta categoría, se deben dar con ciertas condiciones. Por lo tanto se considerarán los hechos a la luz de lo establecido en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sin embargo antes de entrar en este análisis es necesario, recordar y diferenciar las dos situaciones que se dieron durante el conflicto.
Para ello, modificando el enfoque generalizado, se dividirá la guerra de Las Malvinas en dos partes: La recuperación de las islas y luego el ataque inglés. Se inicia la segunda fase con el hundimiento del General Belgrano, seguido de la defensa del territorio recuperado por las fuerzas nacionales. La recuperación de las islas no fue una declaración de guerra, sino un acto mediante el que se arrebató un territorio a quienes, cometiendo un acto de piratería, lo usurparon. El proyecto era entregar las islas al arbitrio de la ONU, y a partir de allí iniciar las negociaciones. Ello está confirmada por la orden que recibió el General Benjamín Menéndez: resistir. Porqué esa orden, se impartió con el propósito de lograr tiempo para las negociaciones. Lamentablemente estás no dieron ningún resultado. Inglaterra nunca ha querido sentarse a la mesa de negociación por una razón muy sencilla: carece de elemento alguno para negociar. De no mediar la acción argentina, hoy el usurpador, de acuerdo con normas internacionales, tendría a su favor una ocupación ininterrumpida de más de ciento cincuenta años. Esto no le daría plenos derechos, pero si cierto derecho sobre las islas. Por lo tanto es correcto decir que la guerra, en su fase de tal, se inició con el hundimiento del citado crucero, fuera de la zona de exclusión. Hechas estas aclaraciones, se pasará a la consideración de las cuatro condiciones que prevé la Iglesia.
1. Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto. El acto de piratería que privó a la Argentina de un pedazo valioso y altamente estratégico de su territorio es ciertamente grave. La duración en ese momento era casi de un siglo y medio, finalmente acerca de la certeza del hecho no cabe duda alguna ya que los hechos son conocidos internacionalmente.
2. Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces. A lo largo de 149 años, diferentes Gobiernos Nacionales realizaron gestiones ante las autoridades británicas así como en fueros internacionales. Estas gestiones no lograron ni siquiera un principio de solución. Como ya se ha dicho, para evitar otorgar al invasor algún derecho, era preciso acudir a la fuerza, con la idea de obligarlo al tratamiento del conflicto.
3. Que se reúnan las condiciones serias de éxito. Argentina necesitaba tiempo para llegar a las negociaciones y lo consiguió. Si éstas fracasaron no fue por causa de la acción militar. Tanto en la recuperación como en el cumplimiento de la resistencia se alcanzaron los objetivos militares ordenados, por lo que, desde este punto de vista se cumplió también con este objetivo. Jamás se dio la orden de ganar la guerra contra Inglaterra.
4. Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar… En este punto es necesario recordar lo dicho con anterioridad. En la fase de ataque llevado a cabo mediante el operativo comando, Virgen del Rosario, se aceptó la pérdida propia y se hizo todo lo posible para infligir el menor daño al enemigo, de modo a dejar abiertas las puertas de la negociación. En la fase de resistencia la responsabilidad le cupo a Inglaterra. Argentina necesitaba tiempo para llegar a las negociaciones y lo consiguió. Se desconocen los daños sufridos por Inglaterra, toda vez que la señora Margaret Thatcher dio a lo acontecido, el carácter de secreto de guerra, impidiendo por lo tanto la difusión de esta información, por noventa años.
Conclusión
No es difícil apreciar las profundas diferencias que existen entre esta visión de la Gesta de las Malvinas, cuando se la compara con las versiones oficiales u oficiosas que circulan en la mayoría de los mass medias. Este conflicto, no querido por la República Argentina, ya que la intensión era plantar la bandera Argentina y negociar en la ONU, sin llegar a la guerra. Gran Bretaña, por el contrario, puesto en la imposibilidad de negociar, porque como ya se ha señalado, carece del más elemental argumento a su favor, no le quedaba otra salida que el conflicto bélico. Y éste le costó al parecer bastante caro ya que la señora Margaret Thatcher debió dar a lo acontecido el carácter de secreto de guerra e impedir la difusión de lo sucedido, por noventa años.
Ojalá estas sencillas consideraciones sirvan para que, en la memoria y en el corazón de los argentinos, Malvinas quede como un reclamo legítimo, un reclamo al que deberá darse respuesta satisfactoria algún día.
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