Nuevo Acto Homenaje a Víctimas del Terrorismo en Plaza San Martín
Comunicado de AFYAPPA Nro 47/08
Sermón de un hijo sacerdote para su padre preso  
Este es el segundo sermón que me escuchás. Dios ha  querido que las cosas fuesen de este modo. El primero fue hace casi un año, en  la parroquia San Maximiliano Kolbe, de San Rafael. Vos ya estabas “en gira”,  como dicen los tanos y la familia se reunió para celebrarte una  Misa.
Esta vez toca hacerla acá, tras las rejas, con la diferencia que  quien la realiza es tu propio hijo.
Estaba la pregunta obligada: ¿de qué  predicar? ¿Qué predicar cuando sos vos el que con tu ejemplo nos predica a  nosotros sobre la paciencia? ¿Qué predicarte cuando vos nos enseñás lo que es la  fortaleza? ¿Qué predicarte cuando vos con tu cruz hacés que las nuestras  parezcan insignificantemente más livianas? ¿Qué predicarte, finalmente, cuando  me conocés tanto como yo te conozco a vos?
En esta encrucijada de la  historia que ahora nos toca vivir, en estos tiempos que debemos sortear, hablaba  la otra tarde con el P. Buela y él me decía que debemos comprender ante todo, el  misterio central del Cristianismo, esto es, el misterio de Cristo y Cristo  crucificado.
Él, Nuestro Señor, en circunstancias análogas a las tuyas  debió padecer también un juicio injusto: siendo inocente, se hizo pecado al  cargar sobre sí nuestras culpas.
Hoy te toca padecer a vos una parte de  esa Cruz, algunas de esas astillas que tanto duelen; sin embargo, hay una gran  diferencia. Tanto vos como todos nosotros aquí presentes, NOS LAS MERECEMOS. Sí,  merecemos estas cruces y mil más a causa de nuestros TANTOS PECADOS; pero no  sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
También hay  otra diferencia, pero esta es entre vos y nosotros. ¿Cuál es? La diferencia  entre vos y nosotros que estamos libres ES QUE A VOS TE AGARRARON, PERO A  NOSOTROS TODAVÍA NO; y nosotros mereceríamos por nuestros pecados quizás muchas  más cruces, cárceles y barrotes que las tuyas.
Es la Cruz el misterio  central de nuestra Fe, es la Cruz de Cristo, pero no sólo eso; junto con el  misterio de Cristo hay otro que le viene anejo, de la mano: el misterio del  Anticristo.
Sí, el Anticristo, el que se pone al lado o “en lugar de”  Nuestro Señor, para combatirlo y tratar de vencer. Si es persona o estructura,  no lo sé; si es país o ideología o economía, tampoco…; lo que sí sé es que es el  enemigo que viene luchando contra Cristo y los que son de él, desde la creación  del mundo; y no sólo contra Cristo, sino también contra “los otros Cristos”, es  decir, contra los que son verdaderamente “cristianos”. Y cada vez se manifiesta  más aún, según San Pablo, por lo que debemos estar alertas y  precavidos.
El “misterium iniquitatis” (misterio de iniquidad) del que  habla San Pablo en la Carta a los tesalonicenses viene queriendo dominar desde  siempre y cada tanto hace de las suyas cobrándose algún justo para su  haber.
Y estos justos son de todo tipo: justos por haber defendido a la  Patria; justos por haber sufrido por la Iglesia, su enemiga; justos por haber  intentado conformar una familia verdadera… Es el precio que debemos pagar en  esta vida terrena, el poco tiempo que nos resta; el precio de querer ser amigos  de Cristo. (Anécdota de Santa Teresa de Ávila en la escalera: “ahora veo porqué  tienes tan pocos amigos”).
Para la lucha contra el Anticristo, es  importante, sobre todo, la HUMILDAD, como decía San Vicente Ferrer: el  reconocernos NADA y UNA NADA PECADORA, sabiendo que por sus insondables  designios Dios nos quiere hacer participar de su Cruz y de sus persecuciones,  por las cuales, si las sabemos llevar como el buen ladrón, podremos alcanzar y  hasta robarnos un pedacito del preciado Cielo.
HUMILDAD, aunque veamos  que Dios, como dice San Pablo, “nos ha predestinado a reproducir la imagen de su  Hijo (Rom, 8,29). Su imagen es la de la Cruz, la misma Cruz que Constantino  viera en el cielo bajo el lema “en este signo triunfarás”.
Además, este  NOS CONVIENE, porque “los sufrimientos del tiempo presente no son comparables  con la gloria que se ha de manifestar”, como dice San Pablo, ya que “todo  coopera para el bien de los que aman a Dios”. Pero… ¿cómo cooperará toda esta  injusticia? No lo sé, no soy profeta, pero seguramente YA ESTÁ COOPERANDO y sus  frutos, aunque no logremos verlos en esta vida, podremos gozarlos en la  eterna.
Viejo: no te dejes vencer por el mal, antes bien, “vence al mal  por el bien” (S.Pablo); “que nada te separe del amor de Cristo: ni la  tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni  los peligros” (S. Pablo).
NO SOS NI EL PRIMERO NI EL ÚLTIMO. NO SOMOS NI  LOS PRIMEROS NI LOS ÚLTIMOS… que debemos pasar por esta tribulación e  injusticia. Que esto también te consuele.
Aprovechá a crecer  espiritualmente y repetite una y otra vez aquello que me escribiste hace no más  de un mes en una carta que aún conservo para mí: “AUNQUE ESTÉ PRESO, EN MI ALMA  ME SIENTO LIBRE”. Es esa libertad que sólo da el saber que se está haciendo  aquello que es la voluntad de Dios; es esa la libertad de quienes comienzan a  gozar aquí en la tierra, de un modo misterioso, la octava bienaventuranza que  Jesucristo narró a una multitud hace 2000 años y yo quise poner en mi estampa  sacerdotal: “Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de  ellos ES el Reino de los Cielos”.
Esta angustia se transformará en poco  tiempo en gozo y diremos con el salmista “los que siembran entre lágrimas,  cosecharán entre cantares”.
Te pido, por último, que ofrezcas estos  padecimientos tuyos por todos nosotros; por mí y por estos mis compañeros de  ordenación, para que podamos seguir los caminos de la Cruz con enorme fidelidad  y sin temores.
De más está decirte que toda la Familia Religiosa del Verbo  Encarnado está sufriendo con vos (¡si supieras cuántos han escrito o llamado, o  acercádose!) y espera también algún día, compartir la gloria que Dios nos tiene  preparada.
No dejes de rezar y ofrecer todo esto. Dios sólo sabe qué  sacará de ello; Él quiere, como la viuda del Evangelio que leímos hoy, que  sigamos rezando para que nos haga justicia; quizás así lo cansemos y algún día,  como en Regina Coeli, la trampa se abra y puedas volar nuevamente como un  pájaro… o un Pájaro Loco… Que Dios nos de la fortaleza y la humildad para  aguantar.
Tu hijo
P. Javier Olivera Ravasi Solicitud de canje de Prisioneros de Guerra 
A LA SRA. PRESIDENTE DE LA NACION ARGENTINA
Dña. Cristina E.  FERNANDEZ de KIRCHNER
S / D 
Tengo el agrado de dirigirme a la Sra.  Presidente de la Nación, a fin de solicitar tenga en cuenta la presente  solicitud, que adquiere la característica de súplica y rogatoria:
Solicito autorice un CANJE DE  PRISIONERO, puesto que me ofrezco voluntariamente y en pleno ejercicio de mis  facultades, para remplazar al Prisionero Político y de Guerra el Alcaide Mayor  (R) Diego Salvador CHEMES, quien se halla detenido en jurisdicción del Servicio  Penitenciario Federal.
El mencionado Oficial Jefe, es padre de tres  jóvenes y esposo de una noble mujer, quienes se hallan privados de la presencia  del jefe de familia desde hace casi TRES AÑOS, por estar detenido sin  condena.
Es de característica humanitaria y cristiana, la concesión de  que Chemes pueda compartir esta Navidad con su Familia en su mesa.
Como  garantía y aval, tenga a bien aceptar, que yo ingrese detenido en su  lugar.
Soy el Alcaide (R) Nelson David Cremades, tengo 56 años y soy de  la Promoción XXIII , es decir de la misma de la del detenido y presté servicios  en los mismos años y acaté las mismas ordenes del Estado Nacional.
Si  bien, la presente debería ser enviada a los señores jueces, todos los habitantes  tenemos cabal conocimiento, que ellos obedecen directivas precisas de esa  Presidencia, por lo tanto ruego aceptar este Canje de Prisioneros, por el tiempo  que considere adecuado y por las vías habituales comunique tal decisión al Poder  Judicial.
Ya que ha sido tergiversado la letra y el espíritu de las leyes  de la Nación, y que se ha abusado del instituto de la prisión preventiva, tan  sólo queda rogar la magnanimidad de esa Presidencia, concediendo esta excepción  humanitaria.
Con el mayor de los respetos y acatamiento, quedo a la  espera de una resolución favorable.
Mis datos personales y domicilio están a su disposición en la Dirección  Nacional del Servicio Penitenciario Federal.
Saludo a la Sra.Presidente  muy respetuosamente.
PD: No soy abogado y la presente no tiene las formalidades de  ley, pero lleva el sello indeleble de los valores permanentes de Lealtad,  Honestidad, Sinceridad y Autoridad Moral en lo que al Servicio al País se  refiere. 
 
 El revanchismo no es la solución (Editorial del  Diario La Nación del 14/12/08
La decisión adoptada en la provincia de Buenos Aires de eliminar  de espacios públicos el nombre de personalidades de la historia contemporánea  del país por el hecho de haberse desempeñado en gobiernos militares es una  manifestación más de la política oficial de parcialismos que ha caracterizado el  último lustro. Nada han dicho las autoridades competentes de la provincia sobre  lo que harán con las figuras que participaron en funciones descollantes en  gobiernos de facto, pero también en gobiernos de origen constitucional, como fue  el caso del general Juan D. Perón. 
Como para refrendar lo ocurrido en 1970 en Timote, partido de  Carlos Tejedor, donde fue asesinado por pistoleros de una organización  terrorista, el teniente general Pedro Eugenio Aramburu ha sido objeto de una  voluntad afrentosa que indigna. Es tan subalterna esa voluntad que carece de  altura para rozar el pedestal natural sobre el que reposan el espíritu y la  memoria del ex presidente, cuya heroicidad, al momento de la ejecución ordenada  "en juicio revolucionario", es avalada por el impresionante relato ulterior de  quienes lo fusilaron. 
Desde luego que Aramburu cometió errores, y algunos de gravedad.  Su actuación debe juzgarse, sin embargo, a la luz del tiempo en que, por la  fuerza de los hechos, debió gobernar el país y de acuerdo con el carácter con el  que superó disidencias a fin de que se cumpliera el compromiso de entregar el  poder a las autoridades elegidas por el voto popular, en febrero de 1958. Así lo  reconoció el presidente Frondizi, cuya administración, jaqueada por actos de  violencia partidaria y por planteos militares, ha sido rescatada, en los años  últimos, por casi todos los sectores de la sociedad política argentina. 
Eran aquéllas de los años cincuenta circunstancias de odios  inauditos. Se derivaban, como una tempestad incontenible, de esa década en que  se incendiaron templos de la Iglesia Católica y sedes de partidos políticos y de  instituciones sociales. De tiempos en que cundió la delación de los adversarios  a fin de perseguirlos sin tregua y se negó, de manera sistemática, el derecho a  la libre expresión de las ideas. Sólo con el cómputo de tal degradación del  orden constitucional, por parte de un gobierno de origen democrático, se  comprende cuál era la medida de calidad de las instituciones políticas del país  y hasta qué punto regía o no por aquellos años el Estado de Derecho. 
La historia deliberadamente falseada, en unos casos, e ignorada,  en otros, por un desconocimiento agravado en la pertinacia, pasa por alto, entre  sus malversaciones frecuentes, la deferencia que el gobierno de Aramburu  dispensó, por ejemplo, a los representantes de la República Española en el  exilio. Ello suscitó, como no era para menos, dificultades con el régimen de  Franco, que amparó en su exilio a Perón, después de que éste debiera abandonar  sucesivos refugios brindados por dictadores latinoamericanos de la época:  Stroessner, de Paraguay; Pérez Jiménez, de Venezuela, y Trujillo, de la  República Dominicana. 
Como una contrafigura exacta de lo que se procura lograr con el  desplazamiento de nombres que tenían desde hacía muchos años un lugar en  ciudades y pueblos de la provincia, se rinde homenaje a individuos que en su  tiempo adquirieron posiciones relevantes en organizaciones aplicadas a diseminar  el terror en el ámbito nacional. Para que esto se comprenda con el mayor sentido  posible de actualidad, esa curiosa derivación de una historia manipulada  equivaldría a que en algún momento germinara en España, vaya a saberse por qué  caprichos de la política, la idea de que los cabecillas presos de ETA fueran  acreedores de un idéntico reconocimiento ciudadano. 
¿Hay alguien en España dispuesto a levantar la mano en aprobación  anticipada para un fenómeno de esa naturaleza? ¿Debería haberlo, acaso, en la  Argentina respecto de una situación análoga? 
¿No es del caso levantar, como única bandera merecedora de  nuestro compromiso con la República, la del juramento de defender la democracia,  pero no la democracia vacía de contenido, sino la que se integra con el sistema  de libertades y de garantías individuales y con las instituciones y la división  de poderes? 
¿No deberíamos acaso los argentinos admitir que nuestra historia  política ha estado plagada de graves equivocaciones, que no son patrimonio de un  único sector, y que no serán saldadas incentivando revanchismos y exacerbando  odios y divisiones? .
  
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