El Nacionalismo Católico y el Reino de Dios
El  Nacionalismo Católico y el Reino de Dios
Carta Abierta a Monseñor Carmelo Juan  Giaquinta
Buenos  Aires, 27 de noviembre de 2008
A S Excia.  Revma.
Monseñor Carmelo Juan  Giaquinta
Arzobispo Emérito de  Resistencia
Monseñor:
El Boletín de  la Agencia  Católica Argentina (AICA) en su edición del día de hoy, trae el  texto íntegro de la homilía pronunciada por usted el pasado domingo 23 de  noviembre, Festividad de Jesucristo Rey del  Universo.
De acuerdo con la versión  de dicha Agencia, en esa ocasión dijo usted: “El cristiano en cuanto ciudadano  ha de trabajar por una sociedad justa según la opción política que le parezca  más conducente al bien común. Pero ha de saber que el Reino de Dios no se  identifica con ninguna opción política partidaria. Inspira lo que hay de bueno  en todas ellas, pero las somete a todas a juicio permanente, pues éstas sufren  la tentación de convertirse en un ídolo al que hay que sacrificar todo.  Digámoslo con claridad: el reino de Dios  no pasó por la propuesta nacionalista de la Argentina católica.  Ni por el PJ montonero. Ni por el marxismo. Ni por el capitalismo. Tampoco pasó  por la propuesta de Bush. Ni pasará ahora por la de Obama” (el subrayado es  mío).
Si de hablar con claridad  se trata, Monseñor, se ha de admitir que sus palabras, lejos de llevar claridad  a los fieles, llevan más bien confusión. No se puede, no se ajusta a la verdad  ni es honesto, poner en un plano de igualdad (como si se tratara de cosas  equiparables) al Nacionalismo Católico y a ideologías como el marxismo, el  capitalismo, los montoneros, Bush, Obama. Y esto por una sola y fundamental  razón: porque mientras las ideologías mencionadas intentan, o bien reducir el  Reino de Dios a meras categorías temporales y sociológicas (teología de la  liberación, por caso) o bien sustituir ese Reino por alguna utopía demasiado  humana (tal el marxismo), el Nacionalismo Católico, en cambio, entiende que, sin  mengua de su legítima autonomía, el orden temporal ha de reconocer  la Soberanía  de Dios y la  Realeza de Jesucristo. Dos cosas muy distintas, como se ve.  
El Nacionalismo Católico,  tal como ha sido enseñado y propuesto por sus maestros y mártires en nuestra  Patria, ha sostenido siempre que ningún régimen político temporal, por bueno,  justo y legítimo que sea, se deriva directamente del Evangelio ni se identifica  con él. Pero también ha sostenido siempre la legitimidad y necesidad de una política cristiana que, reitero, con  pleno respeto de la autonomía del orden temporal, se proponga edificar  la Ciudad de  los hombres en la que sea reconocida la Potestad Real de Jesucristo sobre  las realidades temporales y en la que el efectivo Reinado Social de Jesucristo  sea la garantía de una auténtica paz y de una auténtica justicia pues no hay paz  ni justicia si los hombres no acatan la Realeza de Cristo. Esto, Monseñor, es lo que  enseña Pío XI, en la  Encíclica Quas primas, que instituye la Festividad de Cristo  Rey. ¿Acaso esta enseñanza ha sido abolida? 
Estas cosas, Monseñor,  usted las conoce. Por ser Obispo es maestro de la Fe; y por ser un Obispo argentino, ya emérito,  conoce muy bien nuestras vicisitudes nacionales. 
Por eso cuando afirma que  “el Reino de Dios no pasó por la propuesta nacionalista de la Argentina católica” no  sólo resulta injusto sino, además, suena a ingratitud. Injusto e ingrato  respecto de tantos católicos, fieles a la Iglesia, que lucharon por esa propuesta, con total  abnegación, espíritu apostólico y fidelidad a la Cátedra de Pedro. En primer  lugar, con ese gran sacerdote, teólogo eminente y maestro del Nacionalismo  Católico que fue el padre Julio Meinvielle, tan vinculado con su formación  juvenil, Monseñor; sacerdote que, sin haber hecho nunca la “opción preferencial  por los pobres” acudía permanentemente en socorro de los más desposeídos como  cuando le regaló una casa a un obrero humilde con familia numerosa. ¿Tuvo  oportunidad de conocer a esa familia, Monseñor? 
Ingrato e injusto, resulta,  también, con dos laicos católicos ilustres, Genta y Sacheri, genuinas  expresiones del Nacionalismo Católico, asesinados por ser, justamente, “soldados  de Cristo Rey” como expresamente reconocieron sus verdugos. Y muchos más que  sería largo enumerar. 
Ninguno de ellos enseñó  jamás que el Reino de Dios “pasa” por la Argentina católica sino que la Argentina ha de ser fiel  a su herencia católica si quiere ser una tierra digna, habitada por señores, y  no el esperpento en que la han convertido las ideologías. Ellos vivieron y  murieron por ver instaurado en nuestra Patria un orden social cristiano,  inspirado en el Evangelio, en el Magisterio de la Iglesia y en el Orden  Natural. Y siguiendo sus huellas algunos bregamos, todavía hoy, por la misma  causa, en absoluta soledad y en medio del abandono, la indiferencia y hasta la  hostilidad de muchos Pastores.
Con todo afecto e  implorando su bendición.
Mario  Caponnetto
 
 
 
