Los Kirchner, aislados en Olivos y desafiados por el PJ
Los Kirchner, aislados en Olivos y desafiados por el PJ
Estuvieron con De Vido y Zannini; deciden si hacen el acto
Fue la peor noche del matrimonio presidencial. El cacerolazo que irrumpió en todo el país encontró a Néstor y Cristina Kirchner en la soledad de la quinta de Olivos, acompañados sólo por el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini.
Al teléfono, media docena de gobernadores, sumados a intendentes del conurbano bonaerense y dirigentes kirchneristas, comenzaba por primera vez explícitamente a reclamarle al matrimonio, en especial al ex presidente, que revea su dura posición en el largo y agónico conflicto con el campo. Un desafío abierto que jamás se hubiera imaginado Kirchner, mucho menos desde que decidió ponerse al frente del PJ para reclutar y disciplinar a toda la tropa peronista.
En el medio de una jornada extenuante y de silencio de radio en lo más alto del poder, el vicepresidente Julio Cobos debió salir a desmentir su renuncia. El malestar del matrimonio Kirchner por su jugada para dar debate en el Congreso sobre las polémicas retenciones ya era más que evidente, sobre todo de la Presidenta, que, según fuentes oficiales, no se enteró de la movida de su vice hasta que éste la hizo pública.
Ayer fue también la primera vez que uno de los hombres fuertes del núcleo presidencial, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, se quedó fuera del cónclave del poder. Según supo LA NACION, permaneció en su casa, alejado de la cumbre presidencial. Su reproche, como el de la mayoría del oficialismo, tuvo un destinatario: Luis D Elía.
A la bronca por la embestida del ex piquetero, que culpó a Eduardo Duhalde de "golpista" y subió la apuesta de enfrentamiento social que planteaba el propio Kirchner, se sumaron los gobernadores Daniel Scioli (Buenos Aires), Mario Das Neves (Chubut), Celso Jaque (Mendoza), Oscar Jorge (La Pampa), José Luis Gioja (San Juan) y Cobos, que cruzaron llamadas telefónicas para pedir una reunión de urgencia con los Kirchner y reclamarles que cancelen la movilización de mañana.
Ayer, Néstor y Cristina Kirchner escucharon de boca de dos de los principales intendentes del conurbano una dura advertencia: "No estamos dispuestos a marchar detrás de D Elía", repitieron Julio Pereyra, jefe comunal de Florencio Varela, y Hugo Curto, de Tres de Febrero.
Ambos tenían bajo su responsabilidad la organización del acto de mañana y, lo más difícil, el reclutamiento de militantes para "reventar la plaza", como se entusiasmó D Elía. Cuando todavía no se acallaban las cacerolas, la Casa Rosada lanzó, en paralelo, los spots convocando al acto.
Es que ayer fue una tarde de marchas y contramarchas en la residencia de Olivos. Pereyra y Curto llegaron a la quinta presidencial pocas horas antes de que comenzara el masivo cacerolazo. Habían sido convocados allí, en rigor, en una suerte de reunión preparatoria del acto en la Plaza de Mayo. Pero anoche, ante tanta oposición desde el propio oficialismo, tal convocatoria quedó en duda.
"Lo más importante es lo que pase hoy", relató un gobernador a LA NACION. A las 16, la presidenta Cristina Kirchner tiene en agenda un acto en la plaza Colón, detrás de la Casa Rosada, para homenajear a las víctimas del golpe del 55. No se descartaba que también esa actividad quedara hoy cancelada por la crisis. En un principio, estaba previsto también que el ex presidente la acompañara. Ayer los gobernadores estaban preparados para viajar a la Capital e improvisar un comité de crisis para evaluar los pasos por seguir.
El matrimonio Kirchner había quedado anoche en soledad, con el único apoyo explícito del polémico D Elía, el mismo hombre al que la mayoría del oficialismo cuestionaba duramente.
Un dirigente que escuchó a Kirchner después de que éste participara el sábado pasado de la marcha para rechazar los cacerolazos en la Plaza de Mayo quedó asombrado por su respuesta: "Los compañeros me quieren ver al frente de esta lucha". Una lucha que desde anoche parece encontrarlo cada vez más aislado.
Por Mariana Verón
De la Redacción de LA NACION