LA TACTICA DEL GENERAL NESTOR KIRCHNER
LA TACTICA DEL GENERAL NESTOR KIRCHNER
Es ya un lugar común entre los estudiosos de la realidad argentina actual que el ex (¿)presidente Néstor Kirchner tiene una concepción militar de la política: no la entiende sino como confrontación entre dos fuerzas que – como en todas las guerras – tienen que destruir a la contraria o ser destruidas. No es exagerado, pues, identificarlo como un general que conduce tropas a batallas que se desarrollan una tras otra.
Su táctica ofensiva es bien conocida y se basa en un principio único: “todo hombre tiene su precio” y como yo tengo la caja llena (la mía y la del Estado, que son lo mismo) , voy volteando a mis enemigos a fuerza de cañonazos de dólares o de prebendas. El caso más notorio fue el de Borocotó, pero otros cien u otros mil “encuentros” se han realizado ante nuestros ojos atónitos e impotentes.
Más interesante y curiosa es la táctica del General Kirchner cuando se enfrenta a alguien o a algunos a los que no puede destruir de un borocotazo. Aquí el principio es “si hay retirada, que no se note”. Y la táctica es ceder, o aparentar ceder, cubriendo la retirada con miles, millones de palabras, una densa cortina de humo de mentiras que paralice a sus adversarios. Y dejar enterrada en la parte del terreno que se cede una mina que estalla apenas el enemigo lo ocupa. Es decir, una trampita que quita todo valor a lo que aparentemente se ha concedido.
Bien estamos comprobando esta táctica del General (en Jefe) en su confrontación con el campo. Planteado como una guerra a muerte por culpa exclusiva de la concepción bélica de la política del ex (¿) presidente, se inició con un cañonazo tributario: la elevación de los impuestos llamados retenciones y que paga el campo, de un nivel ya muy alto (35%) al 42%, es decir siete puntos más, que representan un aumento del 20% sobre lo anterior. Y esto, cuando la soja estaba a punto de cosecharse, es decir cuando ya se habían tomado decisiones contando con un nivel impositivo mucho menor.
Como era la gota que rebalsaba un vaso ya colmado, se produjo la reacción del mundo rural, representado por cuatro entidades federativas. Primer retroceso “ordenado” del General K. Ante la protesta, distinguió (lo que no hacía la Resolución ministerial original) entre grandes y medianos o pequeños productores. Esta primera retirada fue como todas las otras cubiertas por el humo de discursos del General y de la Coronela Cristina (que cumple órdenes de su mando natural) tratando de ocultar lo obvio: la medida original había sido fruto de la improvisación y de la burbuja en que el gobierno vive: ¡a nadie se le había ocurrido que una cosa es el productor con miles de hectáreas y otra cosa es el productor con unos pocos centenares de hectáreas sembradas!
Pero como hemos dicho, la retirada oculta siempre una trampita, una pequeña avivada criolla que trata de hacer de la retirada un triunfo. En realidad en la Resolución aclaratoria no se hacía distinción alguna entre productores: hasta los más chicos pagarían el 42% pero…se les “reintegraría” a algunos, a partir de ciertas dimensiones y resultados, la diferencia entre el porcentaje anterior y el nuevo. Los productores no lo aceptaron porque saben por experiencia – como sabemos todos – que el Estado argentino es burocrático, ineficiente y moroso y que esos “reintegros” llegan tarde, mal y nunca: siempre falta un papelito para cobrarlo.
La guerra continuó y otra vez las tropas enemigas avanzaron. Se sumaron nuevos combatientes – los transportistas – y la batalla se hizo cada vez más confusa y cara para todo el país. Había que cortar el nudo gordiano. Y el General Néstor lo hizo siguiendo su táctica: volvió a retroceder, inventando (¡a noventa días del comienzo de las hostilidades!) un destino específico para el aumento de retenciones. Una vez más se cubría la retirada con palabras pero la conclusión para “el enemigo” ( a estas alturas, el 80% del país) era cada vez más clara: la medida de principios de Marzo había sido fruto de una total improvisación. Nadie había pensado en serio ni en los destinatarios del aumento ni en el destino de los fondos a recaudar. El propósito original y único de la medida había sido el “hacer caja”, juntar fondos para un Estado insaciable y para unos bolsillos ávidos. La distinción entre grandes y chicos, el “plan social” para gastar lo que se recaudara eran cosas que aparecían ahora a impulsos de una protesta que costaba miles de millones de pesos al país. Precio, en verdad, de la ineptitud de los gobernantes y de nada más.
La última batalla
Jaqueado por el repudio de la mayoría, el General Kirchner comienza a cometer errores. Ordena detener a los ruralistas para aplicarles una ley que él despreció durante cuatro años. Para cubrirse, intenta explicar que una cosa eran los piquetes de la desesperación y otra los “piquetes de la abundacia”. Miente una vez más. Los que cortaban los puentes sobre el río Uruguay no eran desesperados, ni lo eran las huestes del camionero Moyano que impidieron el acceso a empresas. Ninguno de ellos fue sancionado.
Luego comete un segundo error: vuelve a utilizar al personaje mas quemado del país - Luis D’Elía - para amenazar a sus enemigos, que le contestan con un histórico cacerolazo que cubre el territorio entero de la república.
Entonces saca lo que él cree un arma decisiva. Retrocede como siempre, concediendo uno de los reclamos de los ruralistas, enviar al Congreso la medida de Marzo. Pero aparte de cubrir la retirada con la habitual cortina de humo de mentiras, introduce – como de costumbre – la avivada criolla: lo que manda al Congreso es un juego de si o no, no la apertura a una discusión civilizada que permita analizar en detalle la medida. Y no solo eso: pretende que la remisión al Congreso sea un acto gracioso, una concesión de un gobierno bonachón y explica, para ello, que no puede hacer otra cosa porque se lo Impone ¡el Código aduanero!. Pero todo el mundo (y no sólo los abogados) le dirá que ese Código es una ley y que una ley se deroga con otra ley y además que si una ley legisla contra lo expresamente establecido en la Constitución, esa ley carece de validez, debiendo ser declarada inconstitucional por el Poder Judicial. El cual, por boca de una de los ministros de la Corte, la Dra. Argibay, ha declarado ya que los impuestos, cualquiera sea el nombre que se les ponga, sólo puede crearlos el Congreso.
(Es gracioso que pueda discutirse esto, porque la razón de ser original de los Parlamentos fue precisamente poner un freno a la avidez fiscal de los monarcas.)
Así estamos. La próxima escaramuza se dará en el Congreso. Y habrá de un lado una batería de cañones dispuesta a borocotear a cada legislador y a cada gobernador. Y del otro simplemente el sentido común, el honor y la vergüenza.
Ojalá pudiéramos confiar en el resultado de esta batalla. La verdad es que, teniendo en cuenta los antecedentes y la actuación anterior de los legisladores lo más sensato sería apostar a una derrota del sentido común, el honor y la vergüenza. Pero no hay que desesperar. También jugarán aquí la vinculación de diputados y senadores con los pagos que les han dado su mandato Y aunque ganara ésta, le quedan al General y su Coronela, en este mismo año, muchas batallas por librar. La inflación, la crisis de la energía, la deuda externa (que ya ha pasado los niveles previos al default). Veremos si su táctica – que hemos puesto en descubierto – le sigue dando resultado. Atentos y vigilantes. Veremos lo que veremos.
ANIBAL D’ANGELO RODRIGUEZ
Se ruega difundir