La onda expansiva misionera
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Por Vicente Massot y Agustín Monteverde | ||
La onda expansiva misionera | ||
Sí, Rovira y Kirchner sufrieron un revés de magnitud, de eso no hay duda. Sin embargo ese revés tiene sus límites. Quienes imaginan que, de resultas de la performance del Frente liderado por monseñor Piña, podría forjarse una coalición semejante el año venidero para enfrentar al candidato del oficialismo, se equivocan de medio a medio por dos razones de índole distinta: lo que estaba en juego y el ámbito geográfico. Vayamos, pues, por partes. En la provincia del nordeste se votó para elegir convencionales constituyentes, cuya responsabilidad —todo lo importante que se quiera— se reduce a y se resume en la reforma de la Constitución. Una vez hecho su trabajo, vuelven a sus respectivas ocupaciones. O sea, quienes sufragaron sabían que no estaba en juego el gobierno. El año próximo, en cambio, lo que se disputará es la continuidad o no de una persona —Néstor Kirchner— y de una política —la inaugurada en mayo del 2003. En cuanto a lo que denominamos ámbito geográfico, es casi de Perogrullo recordar que Misiones no es el país. Basta mencionar que meses atrás, en Tucumán, el gobernador José Alperovich —cierto es que sin poner en práctica los métodos patibularios de su par misionero, pero con parecidos pujos hegemónicos— logró juntar una mayoría cómoda a los efectos de darle impulso a su plan de ser reelegido hasta el 2015. Una cosa es que circunstancialmente se unan ciudadanos de las más distintas observancias ideológicas —como sucedió en Misiones— con el propósito de ponerle un límite a la prepotencia de Rovira, y otra es elegir gobernador. Sin ánimo de escandalizar a mis lectores me animaría a decir que de la misma manera que Carlos Rovira recibió un mazazo hace setenta y dos horas, si por alguna razón el domingo que viene hubiese elecciones para jefe de gobierno provincial, las ganaría sin inconvenientes. Entre otras razones porque sólo en casos excepcionales y en comicios particulares —de constituyentes o referendums— pueden personas de las más diversas ideologías confluir en un Frente como el que lideró Piña. Si, inversamente, de lo que se tratase fuese de administrar la cosa pública, sería prácticamente imposible que votasen unidos partidarios de Macri y de Carrió, de Puerta y de Alfonsín, de izquierda y de derecha sin problemas. Por lo tanto, cuidado con las comparaciones. Ahora bien, dicho lo anterior es necesario pasar revista a la derrota no tanto de Rovira —personaje intrascendente fuera de su provincia— como del santacruceño, que quedó paralizado por los resultados. Kirchner es el principal de los vencidos por la sencilla razón de que las elecciones misioneras se habían nacionalizado, en no poca medida, merced a la intervención desembozada del Presidente y de algunos de sus principales laderos. A partir del momento en que Misiones dejó de ser Misiones tan solo, Néstor Kirchner quedó situado en el centro de la escena. A juzgar por los pasos que dio y por los que ordenó dar en punto a declaraciones públicas, ayuda material de todo tipo y viajes relámpago para respaldar a su candidato, es de creer que el santacruceño sabía cuáles eran los riesgos de nacionalizar el evento. La imprudencia con la que se manejaron, tanto en la Casa Rosada como en la gobernación misionera, se explica en función de la certeza que tenían a nivel nacional como provincial, de que lo fundamental era ganar, sin importar los medios puestos en práctica o los guarismos finales. La idea de que si Rovira sacaba tres o cuatro puntos más que Piña, en realidad perdía, es uno de esos razonamientos que a un hombre de las características de Kirchner lo mueven a risa. En una democracia tan pobre en instituciones como es la nuestra, lo que vale es alzarse con la victoria aunque sea por un hocico. Los ganadores morales pronto son olvidados. Por eso Kirchner no trepidó en volcar todo el apoyo que pudo en favor de Rovira y no le puso límites ni al flujo de plata y funcionarios que tenían por destino Misiones ni a la manera de actuar de su émulo provincial. Seguramente convencido de que cuanto él había conseguido en Santa Cruz sería asequible para Rovira, —a quien había votado buena parte del electorado misionero cuando triunfó sobre Ramón Puerta— el santacruceño cometió un error de proporciones que hoy estará lamentando. Lo que parece haber perdido de vista —aquejado por el síndrome King Kong, que todo lo puede— fue la naturaleza de la elección y el enemigo que Rovira se había echado encima, que no provenía de la clase política sino del clero católico. Pensar que el clientelismo y la política de comprar voluntades sirve siempre y en todo lugar resultó su equivocación mayor. No la única, claro, porque tampoco calibró el tema de la conducta prepotente de Rovira. Lo que funcionó en Santa Cruz no sirvió en Misiones. Los resultados, entonces, han sido un toque de atención para el presidente que, aún cuando no lo reconozca, sufrió el traspié como propio. Cuando se sumerge en su tierra natal y ordena silencio de radio —como ocurrió en oportunidad de la primera gran manifestación pública de Blumberg y luego de la tragedia de Cromagnón— es síntoma que le han entrado las balas. Ello explica que, en sus declaraciones de ayer, no haya hecho referencia al tema. Su fingida indiferencia no hace más que delatar hasta dónde ha calado hondo en él la derrota. Claro que hay otros actores que deben poner las barbas en remojo. Por de pronto el gobernador de Jujuy que intentará, dentro de poco tiempo, seguramente antes de fin de año, convocar a una asamblea legislativa para luego hacer el correspondiente llamado a elecciones de convencionales constituyentes. Es verdad que el jujeño no aspira a ser reelecto de manera indefinida, pero de todas maneras su proyecto debe ahora ser analizado a la luz de lo acontecido el domingo. Por supuesto en la lista de posibles damnificados es necesario anotar también a Felipe Solá. Todavía es prematuro teorizar acerca de qué tanto afectará al intento reeleccionista del gobernador de Buenos Aires la derrota de Rovira. No está escrito en ningún lado que deba sufrir, en forma automática, las consecuencias de Misiones, aunque no pueda descartarse la posibilidad de que, aun siendo casos diferentes, Solá deba postergar sus aspiraciones por una onda expansiva que nadie está en condiciones de saber, a ciencia cierta, a dónde llegará. De momento aspira a ganar tiempo y evitar, a un año de finalizar su mandato, quedarse sin poder. Depende, por supuesto, de la justicia en primera instancia; de Kirchner, en segunda y, eventualmente, del común de la gente que, hasta aquí, poco o ningún interés ha demostrado respecto del tema de la reelección. Si cambiase de parecer y reaccionase airada contra el intento del gobernador, de nada le serviría el fallo que espera del tribunal electoral y el visto bueno de Kirchner. Mención aparte merecen los cuatro encuestadores que hicieron relevamientos en Misiones: Artemio López; Hugo Haime; Roberto Bacman y Ricardo Rouvier. Sus números resultaron patéticos y algunos de ellos son sobrecogedores. Hasta la semana próxima.
Con el presente nivel de expansión monetaria es impensable que se detengan las presiones inflacionarias. El congelamiento de las tarifas, y la consiguiente caída en la exploración y producción, ha ocasionado pérdidas multimillonarias a nuestras exportaciones. Se hace cada vez más manifiesto el uso discrecional y clientelar de los fondos públicos. Si bien persiste la solidez de las cuentas fiscales, los fondos apropiados de la seguridad social y de los fondos fiduciarios representan una porción cada vez mayor del superávit primario. Déficit en provincias, transferencias crecientes al sector público y al privado, y menores ingresos por caída de las exportaciones energéticas constituirán en el futuro los principales detractores a la solidez fiscal. La caída del índice de riesgo país a su mínimo nivel histórico es resultado de la importante liquidez internacional y resulta inferior a la que tuvieron otros países. | ||
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