Carta abierta al Secretario de Naciones Unidas, dia rio La Nación 27 de nov. de 2006 Pag 17
Carta abierta a Kofi Annan
Por Arturo C. Larrabure
Para LA NACION
En el documento Unidos contra el terrorismo, afirma usted que una de las maneras más elocuentes de expresar que el terrorismo es inaceptable es dirigir nuestra atención hacia sus víctimas, asegurando que sus voces sean oídas. Enfatiza que debemos asumir el desafío de responder a la narrativa del odio con la narrativa de las víctimas. Mi padre, el coronel Argentino del Valle Larrabure, fue una de las víctimas del Ejército Revolucionario del Pueblo, organización terrorista que lo secuestró durante el gobierno constitucional de Isabel Perón, ahorcándolo luego de un cautiverio en condiciones infrahumanas.
A los 15 años, compartí con mi madre y mi hermana la agonía, la desesperanza y, finalmente, el terrible dolor de ver el cadáver de mi padre con 47 kilos menos, signos evidentes de frecuentes torturas y la profunda huella dejada por la soga con que lo ahorcaron cuando no pudieron lograr quebrar su espíritu. Murió pidiéndonos que no odiáramos a sus asesinos. Recalca usted que el terrorismo niega la humanidad de sus víctimas, a quienes presenta como seres infrahumanos que merecen la extinción. Los deudos de las víctimas asesinadas por el terrorismo guerrillero sufrimos ese lacerante desprecio, al ver que los victimarios son calificados como jóvenes que tan sólo pensaban diferente mientras Hebe de Bonafini propicia exhibir las armas con que mataron a nuestros seres queridos.
Ha pedido usted a los jefes de Estado que difundan un mensaje claro e inmutable basado en el principio de que el terrorismo es inaceptable en todas las circunstancias. Su prédica ha sido desoída por el presidente Kirchner, quien aboga por la "reconciliación sin impunidad", pero jamás ha condenado las acciones de la guerrilla. Los guerrilleros han sido amnistiados difundiendo el sofisma de que "crímenes de lesa humanidad" son solamente aquellos cometidos por agentes estatales.
Sin odios ni venganzas, la reconciliación sólo habrá de llegar si se juzga a todos. Quiero que los jueces me expliquen por qué, si el Estatuto de Roma considera crímenes de lesa humanidad el asesinato y la tortura, no encuadra el crimen de mi padre en esa categoría. Su muerte es una muestra elocuente de un ataque sistemático contra una población civil, reflejado en 1052 asesinatos, ataque que el Estatuto define como "la comisión múltiple de los actos mencionados, de conformidad con la política de un Estado o de una organización".
En la "causa Endemovic", el tribunal internacional para la ex Yugoslavia dijo: "Los crímenes de lesa humanidad trascienden al individuo, porque cuando el individuo es agredido, se ataca y se niega a la humanidad toda. Lo que caracteriza esencialmente al crimen de lesa humanidad es el concepto de la humanidad como víctima".
Numerosas resoluciones de la asamblea general de Naciones Unidas desmienten a quienes sostienen que en el ámbito del derecho internacional no existe consenso para calificar a los actos terroristas de la manera que pretendo.
Con la misma vara con que se anularon las leyes de obediencia debida y punto final, debe dejarse sin efecto las leyes o decretos que dejaron impunes los crímenes de lesa humanidad del terrorismo.
¿Qué hará la Justicia esta vez? ¿Actuará con la valentía que tuvieron los integrantes de la Cámara Federal en lo Penal que entre 1970 y 1973 juzgaron a los terroristas preservando la ley y la vida? ¿O con la cobardía de los magistrados que entre 1973 y 1976 no dictaron una sola condena contra los guerrilleros?
El presupuesto básico de un "crimen de lesa humanidad" es que en éste el individuo como tal no cuenta, ha dicho certeramente el doctor Juan Carlos Maqueda. Recomiendo a sus pares de la Corte Suprema leer el documento Ante la crisis del partido , aportado por la fiscal Pombo en la causa Soldati. Suscripto por Miguel Bonasso, en ocasión de planificarse el atentado donde Guillermo Walter Klein y su familia salvaron su vida por milagro, expresa: "Si nuestro objetivo era matar a toda la familia, implica un grave error de concepción, porque no podemos actuar como agente sustitutivo del odio de clase. Cuando ese odio se exprese a nivel masivo pasará lo que tenga que pasar, pero serán las masas las que lo decidan o ejecuten..."
Las palabras, anticipan un genocidio. Entre líneas, dicen: "No los matemos ahora nosotros; dejemos que después los maten las masas".
Ernesto Sabato escribió, en 1981, el artículo Violencia y derechos humanos , donde dice: "No debe confundirse la violencia históricamente legítima, como la de 1810, con la del terrorismo que llega hasta la muerte de niños inocentes... Innumerables fuimos los que apoyamos la lucha del pueblo vietnamita para liberarse de las potencias imperiales que lo subyugaban, y fuimos también innumerables los que tuvimos que denunciar luego el horrible genocidio cometido, con centenares de miles de muertos en las cárceles o lanzados al mar, entre ellos miles de chiquitos que así murieron por sed, por inanición o por enfermedad. Debo confesar que nunca creí que hombres instruidos por Ho Chi Minh pudiesen llegar a semejante espanto. Pero es ya evidente que la izquierda totalitaria termina siempre de la misma manera: en Rusia o en Vietnam, en Camboya o en Cuba".
Quienes enfrentan el dilema moral de fallar conforme a la memoria o a la historia, no deberían pasar por alto estas palabras.
Por último, señor Kofi Annan, deseo aclararle que no estoy defendiendo el proceso militar. A mi padre, como al capitán Viola y a su hija de tres años, a Rucci, a Mor Roig y a tantos otros, lo asesinaron antes de que comenzara.
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