Sí AL DIALOGO ENTRE ESTADOS
SÍ AL DIÁLOGO ENTRE ESTADOS, NO ENTRE RELIGIONES
Gianni Baget Bozzo, “La Stampa”, Turín, 25 de septiembre de 2006.
La reacción islámica a las declaraciones del papa Benedicto parecía un tsunami. Alí Jamenei, el faqih[1] de la República Islámica de Irán, había declarado que el Papa era el último eslabón de la cruzada contra el Islam. Y había recordado un hadiz[2] de Mahoma que aseguraba a los fieles musulmanes: a la conquista de la segunda Roma, Constantinopla, sucedería la caída, también, de la primera. La conducción religiosa, pero de hecho también estatal, de los musulmanes turcos había condenado al papa Benedicto, como también lo había condenado el rector de Al Azhar[3]. Pero, los que más cuentan y se movilizaron fueron los gobiernos, esto es, el nexo entre el mundo islámico y las estructuras occidentales. Sobre todo, se movilizaron los más moderados, como el rey de Marruecos o el rey de Jordania. Lo que se llama el Islam moderado, en realidad los Estados de los países islámicos, fueron casi más severos que los mismos musulmanes creyentes, que sin embargo había condenado puntualmente a Benedicto. Parecía un conflicto mucho más grave que el de las caricaturas de Mahoma , en tanto el Papado resulta más relevante que un semanario danés. El mundo islámico siempre ha reconocido al Papado como el centro espiritual de la cultura occidental.
Lo que estas movilizaciones pretendían era que el papa se retractase de las palabras de un emperador bizantino, que había citado. Pretendían la sumisión del Papa a la comunidad islámica. Tampoco era favorables las reacciones occidentales, que acusaban al papa de haber creado un conflicto religioso. Lo “políticamente correcto” en la política y en la cultura occidental es que de Mahoma y del Corán no se puede, en los medios de comunicación, sino hablar bien. O, mejor, que en esa materia el silencio es oro.
También estaban las interpretaciones católicas sutilmente críticas. Afirmaban, y lo hizo por ejemplo el cardenal Martín, según la prensa, que Benedicto se había creído todavía un profesor de teología en Ratisbona y olvidado que había ascendido a la más alta autoridad del magisterio católico. El profesor había pasado por alto que era el Papa y había hablado en Ratisbona con la libertad y el espíritu crítico del universitario. El papa Benedicto ha contradicho a sus intérpretes católicos. Ha demostrado ser muy conciente de haber hablado como Papa y no como profesor. Ha afirmado que no hacía propias las palabras de la cita del Paleólogo y que los islámicos lo habían malinterpretado. Frente a esta firmeza el tsunami se ha desvanecido, las aguas se han aquietado. Con los Estados todo se resuelve en un incidente diplomático. El Papa lo explicará a los representantes de los Estados ante la Santa Sede, la semana próxima, en Castel Gandolfo. El mundo islámico no ha asumido l diea de un conflicto directo con el Papado, porque conoce muy bien la relación entre el Papadoy Occidente.
El Papa, empero, ha cumplido un acto doctrinalmente relevante. Ha corregido dos puntos del pontificado de Juan Pablo II. Ha clarificado que el diálogo con el Islam no tiene por objeto la religión sino el status político y civil de la religión; esto es, el tema de la libertad. El diálogo apunta a la libertad religiosa en los países musulmanes, no a las diversas doctrinas del cristianismo y el Islam. La idea de un diálogo de las religiones en el plano de las doctrinas es una empresa imposible, así como resulta desviada la idea de una plataforma doctrinal panrreligiosa o panmoral como la intentada por Hans Küng. En definitiva, ha puesto en claro que no es el tema de la paz sino del de la libertad el verdadero punto de discordia entre Islam y cristianismo sobre el plano civil y político. El papa Benedicto deja a la Comunidad de Sant’Egidio[4] el espíritu de Asís. El diálogo de la Iglesia con el mundo musulmán se mantiene con los Estados y no con las autoridades religiosas. Es el único diálogo posible. Y el mundo musulmán lo ha comprendido.
. Traducción y notas, Luis María Bandieri
[1] ) El “justo faqih” o “justo jurista” es la autoridad máxima de la República de Irán. Este guía supremo –ayer el ayatolá Jomeini; hoy el ayatolá Jamenei-, que preside un Consejo de Guardianes, está encargado de la vigilancia aprobatoria de las leyes y actos de gobierno, a fin de que se ajusten a los mandatos islámicos. Originariamente, el faqih era un defensor de niños y desvalidos. Su importantísimo papel actual es una creación de Jomeini (n. del t.).
[2] ) Un hadiz o jadiz es un dicho atribuido al profeta Mahoma, atestiguado por una cadena de autoridades, al que se le otorga el mismo valor que a la escritura coránica (n. del t.).
[3] ) La universidad , con su escuela de teología, más antigua y prestigiosa del mundo islámico (n. del t.).
[4] ) Comunidad de laicos nacida en Roma en 1968, al calor del Vaticano II, cuyos pilares son el ecumenismo y el diálogo interreligioso.