Estaban bloqueados los celulares de la Quinta y no vinieron 1.500 policías sino sólo 50... Si podemos hablar de maquiavelismo, Kirchner y los Montoneros no tienen nada que ver con Perón desde que el “General” los echó de la plaza por violentos... Kirchner a lo largo de su mandato evitó hablar de Perón... Es más: él no es peronista. “La paz de antes –escribió Felipe Pigna-, cuando Perón fascinaba con su discurso, había concluido. Se vivía en la inseguridad, en medio de amenazas, bajo el terror de conflictos violentos. En esa reunión, en uno de los ángulos de la Plaza de Mayo estaban la juventud peronista y los Montoneros. Enseguida lo llenaron de insultos y gritos interrumpiendo su palabra ("qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular..."). Perón, irritado, molesto, y criticándolos directamente, los echó de la plaza diciendo: "El gobierno está empeñado en la liberación del país, no solamente del colonialismo, sino también de estos infiltrados que trabajan adentro y traidoramente son más peligrosos que los que trabajan afuera. Hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que lucharon durante veinte años". La respuesta no se hizo esperar, los grupos juveniles se retiraron de la Plaza.Fue el último discurso que sus "muchachos" fueron a escucharle. (Fuente: Felipe Pigna, elhistoriador.com.ar) PERON Y LOS MONTONEROS En el PJ hay por lo menos dos grandes líneas: los peronistas doctrinarios los del 44, las versiones aggiornadas de Duhalde, cuyo origen es la Democracia Cristina, y los “zurdos” o montos... Los montoneros o en su origen como Kirchner y su mujer. La gran división del peronismo comenzó cuando el “General” los echó de la plaza. Por esta razón, los doctrinarios, los nacionalistas como “Guardia de Hierro” o Quindimil de los doctrinarios que, a pesar de una cuestión de supervivencia, decía hace tiempo “¡el Gobierno está lleno de comunistas!!” Decimos supervivencia, porque si no dice que apoya al Presidente le cortan los víveres y complotan desde el gobierno nacional para desestabilizarlo. Es decir disciplinar a los intendentes... La pelea ente los gremios es vieja con el camionero Moyano, devenido a Joven K... O Gordos K... En toda manifestación peronista hay gente armada, es casi un clásico... Desde el Gobierno sostienen que los protagonistas de los disturbios fueron facciones, pero en realidad se trató de evitar que los montoneros se quedaran con Perón y el acto, por eso destruyeron muchos objetos de la Quinta... La CGT K ( montonera) , Vs. los Peronistas doctrinarios o los de Peròn Incluso más maquiavélicamente hablando hasta podríamos decir que “Kirchner quería destruir las últimas imágenes de Perón”... Si a esto le agregamos que se bloquearon los celulares... estos equipos no están al lcance a los muchachos peronistas, sino de los servicios o gente que tiene la capacidad de pago... Y no son equipos baratos ... Entonces, no sólo van a tratar de minimar el hecho, sino que el Presidente, ex monto, tratará de minimizarlo... ¿Qué hacía Dante Gullo en la Quinta de San Vicente , con el cadáver de Perón? Un ex montonero que odiaba a Perón: En agosto de 1973 se reunieron por directivas de Mario Eduardo Firmenich (NG: “Pepe”) y Roberto Quieto (NG “Negro”) los integrantes de la Conducción Nacional de Montoneros y decidieron llevar a votación la muerte, el asesinato de un dirigente obrero peronista. Todos los jefes estuvieron de acuerdo: “Pepe”, el “Negro”, “Nicolás” (nombre legal: Fernando Vaca Narvaja), “Marquitos” (nombre legal: Marcos Osatinsky). Luego se sumarían los apoyos de Roberto Cirilo Perdía (NG: “Pelado Carlos”), Norberto Habbeger (NG: “Cabezón”), Norma Esther Arrostito (NG: “Gaby”), María Antonia Berger (NG: “Anita”, Horacio Mendizábal (NG: “Vasco”) y Rodolfo Galimberti (NG: “El Loco”). El blanco elegido: el Secretario General de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT), José Ignacio Rucci. El motivo: desafiar al general Perón y mostrarle que la banda armada existía y que de ahí en más debía ‘negociar’ con ellos. La "política del hecho consumado", decían cínicamente. No nos olvidamos que muchos de estos asesinos han sido funcionarios protegidos de Menem, Duhalde. De la misma manera que notorios miembros del ERP fueron integrantes del gobierno radical de Raúl Alfonsín.
Previamente, el jefe de la Regional I de la JP (organismo de superficie de la banda armada Montoneros), Juan Carlos Dante Gullo (NG: “Canca”) había comenzado una tarea de acción psicológica, pues había ordenado a sus integrantes que se pintaran consignas y se las repitieran en los actos. Dicha consigna era cortita, pero siniestra: “Rucci traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”. Los “jefes” dispusieron que la “acción militar” contra el dirigente obrero debía concretarla la “Columna Capital” de Montoneros. Dicha “Columna” estaba integrada por los siguientes “oficiales”: Jefes: Horacio Mendizabal, Roberto Cirilo Perdía y Norberto Habbeger (todos ellos miembros de la CN) y Francisco Urondo (a) “Paco”. “Subjefes”: Juan Julio Roqué (NG: “Lino”), Lorenzo Konkurat, Julio César Urien (ex guardiamarina) y Lidia Mazzaferro. “Nexos” con las organizaciones de superficie: Norberto Ahumada (NG: “Beto”), Juan Carlos Dante Gullo, Luis Roberto Lagraña y Miguel Angel Ponce. Las tareas de “inteligencia”, que les demandaron unos cuatro meses a los asesinos, estuvieron a cargo de Antonio Nelson Latorre (NG: “Pelado Diego”) y Rodolfo Walsh (NG: “Esteban”). Ambos “oficiales de inteligencia” de Montoneros. Contaron con la “colaboración” de los muchachos de la JTP de FOETRA, para pinchar los teléfonos y munirse de ropa de técnicos y credenciales. La planificación la hizo Francisco Urondo (NG: “Paco”) subsecretario de Cultura de la provincia de Santa Fe, durante la gestión de Carlos Sylvestre Begnis, Roberto Cirilo Perdía (NG: “Pelado Carlos”), Horacio Mendizábal (NG: “Vasco”), NG: “Pippo”, Juan Julio Roqué (NG: “Lino”) y NG: “Sebastián”. Para oficiar de ‘fusilero’ se eligió (Conducción Nacional mediante o Carolina Natalia, según el argot ‘montonero’) a “Lino” que había cumplido similar tarea en el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, comandante del II Cuerpo de Ejército, el 10 de abril de 1972, según delató de la guerrillera Graciela Yofre. Roberto Cirilo Perdía (alias) “Pelado Carlos” utilizó una itaka y “Lino” un FAL. Hubo otros, pero hacían la operación de distracción. Los disparos efectivos que mataron a Rucci partieron indiscutiblemente de las armas de estos dos, que tenían la ‘mejor visión’ de tiro. Antes de las elecciones que darían el triunfo a la fórmula Perón-Perón, los directivos de la banda armada se reunía en la avenida Rivadavia 9070 de la Capital Federal, sede de la Secretaría Política de Montoneros, donde ponían a punto el ataque al secretario sindical. Mientras tanto, José Ignacio Rucci disfrutaba del triunfo popular, al cual él tanto había contribuido y repasaba en la piecita que estaba en la terraza del local de la CGT, el mensaje que en nombre del Movimiento Obrero Organizado iba a leer el 25 de septiembre en Canal 13 de televisión, y que entre otras cosas decía:
“Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz. Por primera vez en 18 largos y sacrificados años se ha expresado sin limitación alguna, con absoluta soberanía, la voluntad popular. Ninguna sombra del pasado podrá interponerse ahora para que los argentinos marchemos unidos y solidarios, hasta la construcción de la Argentina potencia. Los trabajadores han contribuido al proceso de liberación y a la modificación de las estructuras caducas y la destrucción se ha operado no sólo en los aspectos materiales de lo que fuera una nación próspera y libre, sino en la conversión en una colonia empobrecida, dependiente, opresora e injusta. Hubo un proceso distorsionador en el ámbito espiritual y cultural, cuyas consecuencias no han podido ser erradicadas del todo y aún las seguimos viviendo y soportando. Significa esto que a la recuperación plena del poder adquisitivo de los salarios, a la valorización del trabajo a la creación de nuevas riquezas, es necesario agregar la pacificación de los espíritus, requisito indispensable para encarar un proceso de reconstrucción y la reconquista de los valores nacionales, cuya vigencia absoluta asegurará la elección de los mejores caminos para arribar al objetivo común. Sólo por ignorancia o mala fe se pueden exigir soluciones inmediatas para problemas que fueron profundizados durante tantos, años; no se puede apelar a la violencia rayana en lo criminal, en un clima de amplias libertades e igualdad de posibilidades; no se puede seguir abrigando ambiciones y privilegios, creando condiciones injustas, burlando las leyes, impidiendo o saboteando la consolidación de un proceso que ha sido aprobado por la mayoría del país. En este aspecto, las delincuentes comunes que se resisten a amalgamarse en una sociedad productora, son parangonables con los delincuentes políticos y económicos, empeñados en defender un estado de cosas que no puede seguir ya en vigencia. También en este aspecto resulta tan perniciosa para la Nación la subsistencia de pretensiones liberales injustas, como la acción de los grupos de ultraizquierda o derecha, que en los países hermanos contribuyen entre sí para abortar las posibilidades de una política popular. Nadie podrá negar que ahora las leyes se apoyan indiscutiblemente en el consenso mayoritario y, por tanto, no existe argumento alguna que justifique su incumplimiento. Sólo el acatamiento estricto de la ley nos hará realmente libres, pero el acatamiento deberá ser parejo, como parejas habrán de ser las sanciones, a quienes pretenden seguir imponiendo sus convivencias sectoriales por encima de las necesidades auténticas de la comunidad. Las leyes emanadas del gobierno del pueblo, elaboradas por los representantes del pueblo, habrán de regir la convivencia argentina, asegurar los derechos de todos para frenar a cualquier acción ilícita y por lo tanto antinacional y antipopular. Sólo de esa manera se garantizará la paz y la unidad de los argentinos, y se cimentan las bases sobre las cuales las nuevas generaciones, nuestra maravillosa juventud, irá produciendo el indispensable trasvasamiento que la acercará al futuro y el logro de sus mejores destinos. Esa juventud comprende que la etapa de la lucha ha sido superada, y hoy el campo de batalla se centra en la reconstrucción hacia la liberación de la patria y la realización integral del pueblo. Este es el pensamiento de la clase trabajadora organizada. Debemos lograr el robustecimiento de la unidad latinoamericana y del Tercer Mundo, contra toda forma de imperialismos, la subordinación a las centrales continentales o internacionales, quienes sirven a la política imperialista de cualquier signo. La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos, sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para una vida más justa, para un mundo mejor”.
A las 12.11 de ese 25 de septiembre el terrorista conocido como “Pelado Carlos” dio la orden de tirar, pues Rucci acababa de salir del domicilio de calle Avellaneda 2953 del barrio de Flores. El “Pelado Carlos” y “Lino” dieron comienzo a la ejecución. Con dos itakazos y dos fusilazos lo liquidaron y huyeron. Después con el humor propio de la mafia dijeron que el asesinato de Rucci era el “Operativo Traviata”, porque el dirigente obrero peronista “tenía veintitrés agujeritos”. El Conductor del Movimiento Nacional lloró por primera vez en público y dijo: “Me cortaron las patas...” A las 12 y 10 del mediodía del 25 de septiembre de 1973 José Ignacio Rucci salía a la calle en el barrio de Flores en Buenos Aires. Estuvieron para acompañarlo hasta la Chacarita, su Bandera y los leales. Primero fueron dos bombas. Un tiempo ventoso y nosotros que nos quedábamos solos de él. La calle Avellaneda al 2900 lo recibió consigo.
Veintiséis estandartes se incorporaron gallardos de las veintiséis heridas de la Patria. Después sobrevino el fuego cruzado. Los estandartes decían: "ARGENTINA". De golpe nos dimos cuenta de que José había estado mucho más dentro nuestro de lo que imaginábamos. Los asesinos continúan entre nosotros...
Dios lo recibió en su Sagrado Corazón. La tarde del entierro, pasaron por radio una Oración en su memoria que comenzaba diciendo:
"Vamos, José no se quede. . .”. Pero con eso no alcanzaba.
25 de setiembre de 1973. Asesinato del secretario general de la CGT José Rucci. Su carrera gremial se desarrolló dentro de la UOM. Le tocó presidir el retorno de Perón a la Argentina, el 17 de noviembre de 1972. A diferencia de Vandor, Rucci nunca tuvo un gesto de independencia frente a las directivas de Perón. Apoyó la candidatura de Héctor J. Cámpora a la presidencia, en marzo de 1973. Cuando la gestión de Cámpora se hizo ingobernable -con la plena acción del sector peronista de izquierda-, Rucci pronunció una de sus frases más célebres. Se presentó en la Sala de Prensa de la Casa Rosada y dijo: "Se terminó la joda". Horas más tarde, Cámpora renunció. Nunca fue perdonado. Su asesinato llevó el nombre Operativo Traviata (por el anuncio de las galletitas Terrabusi de "los 32 agujeritos"). Intervinieron en el atentado, con la conformidad de la conducción de Montoneros, entre otros, Horacio Mendizábal, Roberto Cirilo Perdía, Norberto Habberger, Francisco Urondo, Juan Julio Roqué, Julio César Urien y Lidia Mazzaferro. Las tareas de "inteligencia" les demandaron unos cuatro meses de relevamientos, a las órdenes de Antonio Nelson Latorre ("Pelado Diego") y Rodolfo Walsh ("Esteban"). La muerte de Rucci se concretó dos días más tarde de la elección que llevó a Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación. Cuando se enteró, se lo vio conmovido. Dijo: "Me cortaron las piernas". Años más tarde, el diputado Miguel Bonasso, en ese entonces de Montoneros, reconoció que el asesinato de José Ignacio Rucci había constituido un error de la organización. ( Juan B Yofre . Ambito Financiero)
REFERENCIAS : LA MASACRE DE EZEIZA Escribe Ariel Bazán para PaísGLOBAL Una crónica histórica sobre el retorno de Juan Domingo Perón y la masacre de Ezeiza el 20 de junio de 1973. Más de tres millones de personas se juntaron el 20 de junio de 1973 en Ezeiza para dar la bien-venida al país a Juan Domingo Perón, tras 18 años de exilio. El acontecimiento que debió haber sido una gran fiesta terminó teñido de sangre: un enfrentamiento armado entre sectores de dere-cha e izquierda del peronismo dejó un saldo nunca determinado de muertos y heridos. Debido a la gravedad de los incidentes, Perón tuvo que aterrizar en el aeropuerto de Morón. El 25 de mayo de 1973, el candidato del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), Héctor J, Cámpora, asumió la presidencia en un contexto interno y regional fuertemente radicalizado. El peronismo pasó a jugar el papel de catalizador de las frustraciones que los distintos sectores de la sociedad argentina sentían respecto de la experiencia militar de la Revolución Argentina, asociada con el gobierno de Onganía. En el contexto regional predominaban fórmulas nacionalistas y populistas con orientación iz-quierdista y anti-norteamericana, percibidas por muchos militantes de izquierda como el prólo-go de una revolución continental cuyos referentes eran los regímenes socialistas de Cuba y China. Además del entorno radicalizado en el que estuvo inmerso, otro rasgo definitorio del breve go-bierno de Cámpora fue su carácter provisorio. La candidatura de Cámpora a presidente era la única alternativa que tenía el peronismo, debido a la proscripción que el titular del último go-bierno militar, el general Lanusse, hizo pesar sobre Perón. Los distintos sectores de la sociedad que votaron la propuesta del FREJULI lo hicieron pensando en el retorno del Gran Líder al poder, tal como lo indicaba el lema de campaña "Cámpora al gobierno, Perón al poder". Dentro del Partido Peronista, los sectores de derecha (Juventud Sindical (JS)) pensaban que el retorno del Perón al poder permitiría llevar a cabo los objetivos estatistas y nacionalistas pre-sentes en su plataforma histórica. Para los grupos del centro, las elecciones de marzo de 1973 implicaban la vuelta a los programas de política interna y exterior del período 1946-1955. Para la izquierda (Montoneros, Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP), Juventud Peronista (JP) y Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)), la vuelta de Perón al poder era la llave para una "revolución socialista". Los diversos sectores peronistas procuraron ocupar numerosos cargos públicos para poder ejer-cer más influencia sobre el Gran Líder, cuando este volviera al país. Los Montoneros procura-ron compensar su débil presencia en el Parlamento conquistando cargos en hospitales, escuelas, correos, oficinas municipales, bancos estatales y el ámbito universitario. La derecha aseguró su presencia en el ámbito parlamentario, en el Ministerio de Bienestar Social y en los medios de comunicación. Sin embargo, Perón. no estuvo nunca sujeto a ninguno de los grupos en pugna, sino que utilizó tácticas cambiantes que le permitieran mantener el liderazgo dentro del movimiento justicialis-ta. Así fue que formó un gabinete integrado por un presidente sin autoridad efectiva, Cámpora, un ministro de Economía, José López Rega, que contaba con contactos en los sectores de dere-cha y, finalmente, los ministros de Relaciones Exteriores, Juan Carlos Puig, y del Interior, Es-teban Righi, vinculados a los grupos de izquierda como la JP y Montoneros. En la ceremonia de asunción de Cámpora, el 25 de mayo, los sectores de izquierda tuvieron una presencia protagónica, con sus enormes carteles en los que se leían los nombres de FAR, Mon-toneros y JP. El conflicto que estallaría poco tiempo después entre ellos y el grupo sindical de derecha empezaba ya a presagiarse. Apenas asumió el nuevo presidente, los grupos guerrilleros ejercieron presión sobre él para que liberara a los presos políticos encarcelados en Villa Devoto. La influencia tuvo el efecto busca-do, Cámpora respondió decretando esa noche el indulto, mientras proponía al Congreso un pro-yecto de ley de amnistía de amplios alcances. Los medios hablaron en ese momento de un "vacío de poder" y de la "pérdida de control" del gobierno. Esto creó un abismo entre Cámpora y Perón. Para poner paños fríos, el presidente viajó a Madrid el 15 de junio de 1973 con el propósito de acompañar al líder del justicialismo en su retorno a la Argentina, previsto para el día 20. Ese regreso era ansiosamente esperado, tras 18 años de exilio al fin el Gran Líder podría regre-sar al país y poner en orden las cosas. Para las facciones de derecha e izquierda del peronismo era la oportunidad que tanto habían esperado, era su oportunidad de impresionar al General y lograr que éste se volcara definitivamente a un lado o al otro. Ambos grupos sabían que la di-rección hacia la que se inclinara Perón definiría el rumbo que tomaría el país: el capitalismo o el socialismo. Había demasiado en juego. El "gran" regreso Varias caravanas de micros arribaron la mañana del 19 de Junio hacia el lugar donde estaba el palco levantado en el cruce de la Autopista Gral. Richeri y la Ruta Provincial 205. Resultaba imposible llegar por esa ruta hacia la zona del acto sin tener una autorización oficial, ya que todos los accesos estaban celosamente custodiados por miembros de la Juventud Pero-nista (JP). También hubo mucha gente que se movilizó a pie. Eran verdaderos ríos humanos que portaban carteles de más de 20 metros con la leyenda “Montoneros” y estandartes negros con letras rojas de la J.P. Mientras avanzaban iban entonado cánticos políticos como: "Perón-Evita, la patria socialista" o "Lanusse-Lanusse, el pueblo te saluda ..la p...que te p...". Cerca del mediodía, la concurrencia quedó distribuida sobre la doble calzada de la Avenida Richeri y en los bosques adyacentes, donde se improvisaron pequeños campamentos. Este clima de alegría se vio pronto empañado. El primer incidente ocurrió alrededor de las 15.00hs. cuando un grupo de jóvenes Montoneros comenzó a corear la consigna "Perón-Evita, la patria socialista", que fue respondida con un "Perón-Evita la patria peronista" de un miembros de la JP. Se produjo entonces un intercambio de disparos que dejo varios heridos. Esa noche transcurrió sin mayores incidentes, pero la tensión se respiraba en el ambiente. Por la mañana del día 20 el nerviosismo empezó a crecer cuando a las 14.00 hs. llegaron al palco con-tingentes con carteles del FAR, Montoneros y ERP, que se encontraron con grupos de la J.P. y Juventud Sindical. Empezaron entonces los cánticos de "la patria peronista" y "la patria socia-lista", seguidos por fuertes estampidos de armas. Desde el palco oficial un grupo intercambiaba disparos con otro que lo atacaba desde un bosque situado a 100 metros. Mientras esto ocurría, un manifestante del ERP fue atrapado por el co-mando de seguridad del lugar y arrastrado del pelo hacia el palco, donde fue severamente gol-peado. Mientras era castigado varios miembros del FAR pedían a los gritos "que lo linchen, que lo linchen". Por otro lado, varias personas se habían trepado a algunos árboles que estaban a poca distancia del palco oficial, cuando faltaban tan sólo 20 minutos para las 16.30, hora en que Perón aterrizaría en Ezeiza. El Teniente Coronel Osinde, encargado del comando de seguridad, les ordenó a través de los parlantes que descendieran de inmediato. Como no cumplieron la orden, y siendo ya las 16.30, Osinde ordenó efectuar disparos al aire para amedrentarlos. Esta acción fue repe-lida con más disparos por estos "francotiradores". Pasaron veinte minutos eternos de corridas y de fogonazos y estampidos de armas. A las 16.55 hs. el locutor oficial Leonardo Favio trasmitió por los altavoces que el avión que conducía a Perón acababa de aterrizar en el aeropuerto militar de Morón, mientras trataba de reclamar tranquilidad por los altavoces. La noticia produjo un gran bullicio general y reanudó los tiroteos más intensamente. En medio del caos, miembros de la J.P. y Sindical s hablaron por los parlantes diciendo que habían dado muerte a varios francotiradores en el bosque. Muchos manifestantes de la misma facción recibieron la noticia con vivas expresiones de censura a los "comunistas y trotskistas" y entonaron una marcha partidaria. Cerca de las 18.00 hs., mientras el cielo se oscurecía, arreció finalmente el tiroteo en el palco y sus proximidades. Una hora más tarde comenzó la gente a desconcentrarse al son de los estribi-llos y los golpes de bombos, mientras una media docena de helicópteros volaban sobre ellos iluminando el área con potentes reflectores Al día siguiente Perón atacaría duramente a los sectores de izquierda por lo ocurrido en Ezeiza. Durante su forzado exilio, Perón había alentado vivamente a los jóvenes de izquierda. Sin em-bargo, vuelto al país y asegurado su retorno al poder, inclinó la balanza hacia la dirigencia sin-dical y los sectores de derecha. Perón habló entonces de una "revolución en paz dentro del sis-tema capitalista", contraponiéndose abiertamente a los Montoneros que perseguían "la destruc-ción del Estado capitalista". Su proyecto no podía ser conciliado con el de los grupos de iz-quierda y por eso decidió su proscripción y eliminación. Empezaría entonces para el país una nueva etapa, en la cual los conflictos entre las facciones peronistas, lejos de desaparecer, se multiplicarían. La masacre de Ezeiza fue tan sólo una gota de la cantidad de sangre que quedaba aún por derramar, con la consolidación del entorno de López Rega alrededor de Perón y el accionar de la Triple A.
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