sábado, julio 29, 2006

De las animaladas que supimos conseguir, con perdón de estos dignos de la Creacion

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El artículo original está en http://argentina.indymedia.org/news/2006/07/427510.php Imprimir comentarios.

El cuervo y la serpiente
Por Gustavo Abunce - Friday, Jul. 28, 2006 at 6:36 PM

Cualquier similitud que se pretenda encontrar con la realidad argentina es mera coincidencia y debe ser descarrtada.



El Cuervo y la Cascabel
(un cuento corto)
Fuente: Política y Desarrollo

Pese a las extraordinarias diferencias morfológicas que se notaron mutuamente... descubrieron sin demora, que lo que más les apetecía era el poder, en cualquiera de sus formas.


Escribe Lic. Gustavo Abunse



En el arca de Noé se formaron varias parejas de animales, muchas de las cuales fueron consumadas entre especies que eran de muy distinto género zoológico.

De una elefanta y un cerdo, aparecieron los tapires.

De una nutria y un pato, salieron los ornitorrincos.

De una comadreja y un conejo, nacieron las ratas.

Pero todas esas posibilidades de cierta equivalencia lógica se fueron consumiendo muy rápido y... a los pocos días, un escenario final muy comprometido, hizo que se formaran algunas parejas que parecían dramáticamente imprevisibles y raras tanto en su entendimiento cuanto en su posible descendencia.

Fue resonante y verdaderamente disparatado el caso del cuervo y la serpiente.

Ambos eran peligrosos políticos de escalas zoológicas instintivamente similares (depredator corvis vorax avis y depredator crótalus reptor).

Pese a las extraordinarias diferencias morfológicas que se notaron mutuamente, enseguida se pusieron de acuerdo en un conjunto de expectativas que enfocaban de manera casi idéntica.

Descubrieron sin demora, que lo que más les apetecía era el poder, en cualquiera de sus formas.

No les costó demasiado acordar mutuamente que jamás habrían de renunciar al odio, a la maldad y mucho menos a su predilección casi maniática por el daño depredatorio. Era su condición ingénita.

La serpiente, obsesionada por el lujo y la figuración, lo puso sobre aviso a su marido, el cuervo, sobre que cada vez que pudiera cambiaría su piel por otra, bien fuera ésta artificial, estirada ó inflada con colágeno, sólo para conservar una belleza que suponía poseer.

Como era una serpiente de cascabel, le exigió al pájaro depredador que hiciera los trámites para comprarle el cascabel de oro 24 con unos brillantes de 5 kilates.

“Si no me das los gustos que te pido, no he de envenenarte pero tengo poderes para convertirte en un ciervo”, “Sólo cambiaré una letra”, amenazó la víbora.

Casi de inmediato su pedido fue satisfecho por el cuervo.

Con la apetencia desmedida de poder discrecional que les brotaba a ambos por los ojos, muy pronto supieron que tendrían que dividirse los terrenos de acción política para reunirse luego, cada noche, a efectuar el conteo del botín.

Se preguntaron entonces, acerca de sus objetivos políticos.

Era necesario para eso, saber primero sobre qué tipo de animales actuaría cada uno para poder hacer una acumulación de poder más fácil y más rápida.

“Quiero gobernar ovejas”, dijo el cuervo.
“Ovejas y borregos”, agregó, sabiendo muy bien que esas especies habrían de someterse sin chistar a cualquier arbitrariedad.

La serpiente en cambio, manifestó su preferencia por los monos, especialmente aquellos más ágiles, cuyas acrobacias les permitieran cambiar rápidamente de árbol sin que les importara un bledo el color o la altura de la vegetación.

El cuervo, muy precavido, le preguntó a su esposa qué era lo que tenía pensado hacer con los díscolos.

La serpiente le contestó lacónicamente:
“Veneno… tengo mucho veneno en mi boca para que nadie ignore el peligro muy grave que represento cuando me enojo”.

“Debes cuidarte mucho”, le dijo el cuervo, “no olvides que no tienes pies para caminar”.

La serpiente le contestó, algo molesta por esa indirecta humillante:
“Todos los que me sigan, sin excepción, van a tener que arrastrarse obligatoriamente... tal como lo he hecho yo toda mi vida”.
“El que no se arrastre ha de saber muy pronto lo que es mi veneno”

El cuervo trató de consolarla:
“Yo no vuelo como el águila pero voy a cuidarte desde arriba. Te he de traer alimento si lo necesitas porque soy omnívoro y acaso no lo sepas, pero hasta me gusta la carroña”.

“¿Carroña?”, preguntó la serpiente. “¿Qué es eso?”

“Cadáveres putrefactos, animales caídos que ya nadie ataca.”
“Allí es donde ataco yo”, contestó el cuervo.

La serpiente, le aclaró:
“No me traigas eso. Los prefiero vivos, retorciéndose cuando los trago y viendo el dolor que les provoca mi veneno”.


Un buen día de confusión generalizada y gran hastío animal, tomaron el poder y el cuervo asumió, pactando con ella la sucesión del trono.

El gobierno de ambos, en esos tiempos, fue terrorífico.

Sumaron primero a las ovejas, a los borregos y a los loros.

Adiestraron a los monos y premiaron a aquellos que saltaban mas largo.

Formaron su gabinete con burros, camaleones y otras especies.

Los jueces designados fueron sólo las tortugas y los chacales.

Y a todos, sin excepción, los maltrataban como perros.

Legislaban ellos mismos con la ayuda una piara mansa y obediente.

Para ello, arrasaron las instituciones con una plaga de langostas.

Leones y tigres fueron silenciados ó deportados.

El ministro burro propició el delito desde su despacho y dejó abiertas las puertas para que las hienas, los lobos y los zorros tuvieran campo libre para depredar vidas y haciendas a su voluntad.

El pasto y la vegetación dejaron de crecer.

La “emergencia zoológica” fue impuesta como ley permanente:
Arrastrarse y comer carroña era obligatorio.

Leyes especiales beneficiaron en modo primario a los pingüinos, cuyas empresas ganaban todas las licitaciones y ocupaban las funciones de control.

El cuervo trabó amistad profunda con un Guacamayo, líder de otras comarcas en las selvas de Bolívar y le envió entonces, de regalo, un gato para funcionar como titular de una embajada.

El Guacamayo agradecido recibió el gato y empezó a enviarle importante ayuda secreta al cuervo.

Admiraba también, por su conocida personalidad despótica, al último dinosaurio barbudo de la especie y también a un chimpancé confiscador del altiplano que buscaba con frecuencia su consejo.

Un camaleón fue designado Jefe de Gabinete con atribuciones tan amplias que hasta hubo signos de incomodidad entre las ovejas.

En el área económica fue designada una lagartija cuya obediencia ciega dejaba al cuervo bastante tranquilo como para enmendarle la plana con infinitas humillaciones.
Salvo el burro, la lagartija y el camaleón, el resto del gabinete estaba integrado por 3 murciélagos y un buitre.

El cuervo era un verdadero corrupto estructural por naturaleza, por lo cual necesitaba imperiosamente, para gobernar, un clima de terror y sumisión en derredor suyo, así como de la sutil maniobra de una terna de operadores de su íntima confianza.

Acostumbrado a robar nidos ajenos, a copiar graznidos de otros y a imitar costumbres de cualquier especie, había tomado, con horas de observación, los hábitos de engaño del zorro, la pericia distractiva del tero, la velocidad de lengua del sapo y los rostros de ingenuidad de la lechuza.

Por eso, colocó a un buitre de su confianza, en la administración, diseño, contratación, distribución y sobrefacturación de la obra pública.

El buitre se dedicaba día y noche, al latrocinio y a la depredación, rindiéndole al cuervo minuciosa cuenta de sus robos cada mañana.

El ciclo se completaba con una perfección criminal en un ducto zoológico diseñado con enorme simpleza y desparpajo:

Las decisiones del buitre eran cohonestadas por el cuervo sólo a través de los superpoderes del camaleón, quien imponía así, todos los hechos consumados a la piara legislativa, pero con la estricta supervisión de la cascabel cuyo liderazgo parlamentario se apoyaba sólo en su amenaza venenosa y en su conocida chapa conyugal córvida.

Era de tal grado la voluptuosidad en el vicio del poder y la absoluta discrecionalidad para el robo enmascarado, que el cuervo y la serpiente se esmeraban con retorcida hipocresía en innumerables discursos públicos para hacer una insólita docencia ética y exhortaciones a las conductas honestas.

El panorama era de tal repugnancia que hasta las moscas terminaban haciendo arcadas.

La vida se empezó a deteriorar en forma seria por cuanto el cuervo y la serpiente se ocuparon todo el tiempo de propiciar una fuerte división entre los súbditos. Proliferaron los enemigos y las conspiraciones.
El Jefe del Ejército era un hamster que había aceptado dejar el reino en un estado de total indefensión.

Casi sin advertirlo, el cuervo enfermó gravemente y quiso abdicar en la serpiente.
En tal proceso, la vida se convirtió en un verdadero infierno, en un “todos contra todos” y en un “sálvese quien pueda”.

La muchedumbre de gusanos que hasta allí, se había mantenido todo el tiempo bajo tierra, tardó muy poco tiempo en organizarse tranquilamente para esperar, con infinita paciencia... que todos murieran.

Sabían que ese y no otro, habría de ser el escenario final que jamás podrían evitar, con su infame gestión

... el cuervo y la serpiente.-