Cuatro bellísimos monasterios del románico español
A España, el románico llega prontamente por el Camino de Santiago. En los alrededores de Aguilar de Campóo se encuentran los cuatro monasterios más notables del románico norte. A las afueras de la villa, en una angostura entre el Pisuerga y Peña Longa, se levanta el monasterio de Santa María la Real. Su pasado se pierde entre la bruma de la leyenda. Lo que podemos decir con certeza es que estuvo ocupado por monjes premostratenses, que unían al clásico «ora et labora» de San Benito, una clara vocación pastoral. No cabe duda de que gozaron de generosos patrones, ya que su magnífico claustro e interesante iglesia románica, en plena transición al gótico, así lo atestiguan.
Muy cerca de allí, destacó en la Edad Media el Monasterio de Santa María de Mave, éste benedictino, que tampoco escapó a la desamortización del siglo XIX. Actualmente todo el complejo ha pasado a manos privadas (hotel rural). Se sabe que Mave tuvo una gran importancia en época visigoda. Por entonces, la repoblación de las tierras conquistadas era vital y no había nada mejor que un monasterio para dar asiento, cobijo y asistencia espiritual a los nuevos pobladores cristianos.
La iglesia románica, de transición, fue construida entre 1200 y 1208. Lo más llamativo es que sus tres ábsides están cubiertos con bóveda de horno. Lo que fue el monasterio es ahora un hotel rural, donde se celebran muchas bodas.
Lo mismo puede decirse del extraordinario monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, en el término municipal de Olmos de Ojeda, cuya iglesia es Monumento Nacional, aunque, como todo el conjunto monacal, haya pasado a manos privadas. Rodeado por una muralla, el recinto interior es una amplia y cuidada pradera, donde destaca el imponente románico de la iglesia, una de las más bellas y armónicas del románico palentino, construida totalmente con piedra calcarenita local.
Pero la joya de esta ruta tal vez sea el monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo. Su iglesia está pensada en románico y construida en gótico, constituyendo un exquisito ejemplo del arte cisterciense rural. Lo más extraordinario es el claustro, de una belleza y armonía indescriptibles, con sus esbeltas y elegantes columnas y sus insuperables capiteles vegetales, que más parecen obra de refinados escultores que de simples maestros canteros. Otra cosa extraordinaria de este cuidadísimo cenobio es que sigue estando habitado por una comunidad de monjas cistercienses, para quienes la condesa Mencía López de Haro lo fundara en 1181. El conjunto monacal es Monumento Nacional.