La primera mujer que ciñó la Corona en estas tierras fue Doña Urraca, y no lo tuvo nada fácil; la Princesa de Asturias está llamada a ser la próxima
La primera que ejerció la soberanía como Reina, en un hecho completamente revolucionario en aquella época, fue Urraca de Castilla y León (1081-1126), que no sólo se convirtió en la primera Monarca titular de la península ibérica sino también de toda Europa.
Hasta entonces, en Castilla se aceptaba la sucesión de las mujeres a falta de Herederos varones, pero el ejercicio del poder quedaba reservado para su marido o hijo. Sin embargo, Doña Urraca ejerció la soberanía plenamente, algo que hizo con muchas dificultades en aquella sociedad medieval y machista. Ni los cronistas de la época ni los historiadores trataron bien a Urraca, de quien transmitieron una imagen muy negativa que en los últimos tiempos se está revisando.
A Urraca la casaron cuando tenía diez años (1091) con su primo Raimundo de Borgoña, de 21 años, con el que tuvo dos hijos, Sancha y Alfonso, y vivió una larga etapa de felicidad. Pero en tres años consecutivos, la vida le dio tres mazazos que cambiaron su destino: en 1107 murió su marido, en 1108 murió su único hermano varón, Sancho, cuando tenía catorce años, en la batalla de Uclés contra los almorávides, por lo que su padre la nombró Heredera de los Tronos de Castilla y León. Y en 1109 falleció su padre, Alfonso VI.
Cuando su progenitor reunió a los nobles del Reino en Toledo para comunicarles que Urraca le sucedería, éstos exigieron a la nueva Reina que contrajera matrimonio y la casaron con Alfonso el Batallador, Rey de Aragón y de Navarra. El matrimonio fue un estrepitoso fracaso para la pareja y para sus Reinos: fueron casi cinco años de traiciones, enfrentamientos, malos tratos personales y humillaciones. A veces llevaban sus diferencias al campo de batalla, donde enfrentaban a sus ejércitos, y de pronto se reconciliaban. Urraca no renunciaba a ejercer su soberanía frente al dominio que trataba de imponer su marido y, para reafirmar su autoridad, gritaba: «El Rey soy yo».
El Papa Calixto acabó declarando nulo aquel matrimonio, después de que Alfonso repudiara a Urraca, y la Reina siguió reinando en sus territorios, donde aún le aguardaban tragos muy amargos, antes de transmitir la Corona a su hijo, Alfonso VII, llamado el Emperador.
El 8 de marzo de 1126, embarazada de su amante, el conde Pedro González de Lara, al que amo profundamente, Urraca murió durante el parto. Tenía 45 años. Pero el niño se salvó y recibió el nombre de Fernán Pérez «Hurtado», del que al parecer desciende el linaje de los Hurtado de Mendoza.