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No tomar el Santo Nombre de Dios en vano – Por María Lilia Genta
Sección: Informe
La actitud de Juan Pablo II no
fue hemipléjica. Fue a los campos de concentración nazis, sí; pero
enfrentó con bravura al comunismo del Este.
Que el Arzobispo de Buenos Aires se reúna en una celebración
interreligiosa en la Catedral con la B´nai B´rith (grupo masónico y
sionista, no precisamente representante del judaísmo ortodoxo) es un
hecho tremendamente negativo. Claro que ceremonias como esta se vienen
realizando desde por lo menos hace cinco años bajo el Papado de
Benedicto XVI. En ningún caso, hasta ahora, se habían producido
reacciones tumultuosas dentro del templo como la que tuvo lugar el
pasado martes 12 de noviembre. ¿Qué pasa ahora? Tenemos un Papa
argentino, porteño, al que conocemos mucho: entonces el grupo que fue a
protestar parece que aprovechó la ocasión para expresar su bronca contra
la B´nai B´rith contra el Arzobispo Poli y, de paso, contra el Papa que
lo nombró Arzobispo.
Benedicto XVI fue el Papa que más sobreactuó en el tema judío. Pero,
claro, era un gran intelectual, un gran liturgo, estimulaba el latín y
la misa tridentina… entonces se le perdonaba que pensara la historia del
siglo XX en función de un solo demonio, el nazismo. Del comunismo, ni
noticias. Actitud completamente distinta de la su predecesor que en
carne propia y en la carne de su amada Polonia sufrió el azote de los
demonios, el nazismo y el comunismo. Su actitud no fue hemipléjica. Fue a
los campos de concentración nazis, sí; pero enfrentó con bravura al
comunismo del Este, hizo caer el Muro de Berlín, cerró por fin el ciclo
de la guerra cristera con sus visitas a México y se ocupó de beatificar y
santificar a los mártires de la Cruzada Española y de la Cristiada.
Realmente me chocó la actitud del grupo de protesta dentro del
templo. No creo que se puedan utilizar las palabras de las oraciones
santas, a los gritos furibundos, sin la menor actitud religiosa, por lo
menos externa, y menos en un lugar sagrado. Tanto los unos como los
otros convirtieron el templo en un ring de gente crispada. Los unos y
los otros, tomaron el Santo Nombre de Dios en vano, con intención o sin
ella. En el Sagrario estaba, solitario, el Hijo de Dios mientras ambos
grupos pujaban por quien desacralizaba más y mejor.
Sería bueno que el grupo que fue a la Catedral a protestar entendiera
que las palabras santas y el rezo sólo caben en una actitud
verdaderamente religiosa y devota. Los gritos, las exasperaciones, los
brazos manejados como aspas de molino (me refiero al señor de la boina
roja) quedan para la calle y la plaza.
Creo que tengo cierto derecho a opinar sobre este punto. Desde niña
acompañé a mi padre a los templos, a las calles y a las plazas a dar
testimonio de la Fe y de la Patria. Pero en cada lugar asumiendo el
estilo que corresponde. Entraña y estilo.
En estos momentos, justamente, me estoy recuperando de una fractura
que me hice al ir a una Plaza, a los setenta y tres años, a manifestar
en pro de nuestros presos políticos. Allí hubo, sí, gritos y denuestos
contra los jueces prevaricadores.