Diez mentiras del nacionalismo catalán
Diez mentiras del nacionalismo catalán
Día 11/11/2013 - 10.41h
Javier Barraycoa (Barcelona, 1963) vuelve a desmontar los mitos nacionalistas en su libro «Cataluña Hispana» (LibrosLibres) del que ABC publica un extracto
1- Existe un sustrato étnico catalán
Catalanistas como Prat de la Riba o el historiador Ferran Soldevila, insistían en un sustrato ibérico que
compondría el fundamento étnico del pueblo catalán. Pero el historiador
Vicens Vives afirma en su «Noticia de Catalunya», publicado en catalán
durante el franquismo: «Somos fruto de diversas levaduras y una buena
parte del país pertenece a una biología y a una cultura de mestizaje.
No remontándonos más allá de la época carolingia sabemos que el núcleo
de nuestra población campesina la formaban los «homines undenque
vinientes», es decir, «los hombres que venían de cualquier parte».
2-El mal de Cataluña es el centralismo madrileño
Barcelona fue una de las sedes de la Corte de los Reyes
Católicos o la ciudad de España donde más cómodo se sintió Carlos I. En
ella recibió el título de Emperador. El Arzobispado de Tarragona obtuvo
el título de Primado de las Españas y aún lo mantiene compartido con el
Primado de Toledo. La construcción de un Estado
jacobino en el siglo XIX impidió que el Estado español se forjara al
estilo francés. La ausencia de una administración fuerte permitió que
Cataluña dedicara sus esfuerzos a enriquecerse e intentar liderar el
Gobierno español.
3- Cataluña fue una «nación» gracias a la negativa de Borrell II de rendir pleitesía al rey franco Hugo Capeto
El imperio Carolingio se desmoronaba y le costaba mantener
su influencia sobre los Condes de Barcelona. Sin embargo, el Conde
Borrell II no proclamó la independencia sino
que se sometió en vasallaje al Califato de Córdoba, regido por
Alhaquem. Su sucesor, Almanzor, arrasó media Península y de paso
Barcelona. Borrell II, atemorizado, pidió ayuda a Hugo Capeto. Debían
encontrarse ambos personajes para que Borrell II le rindiera vasallaje,
pero ese encuentro nunca se produjo. Los nacionalistas interpretan que
aquello fue un acto de independencia. Pero nadie sabe lo que pasó. Los
Condes catalanes no tuvieron reparo en casar su descendencia con la
aristocracia y la realeza castellana.
4- La Generalitat es originalmente catalana
La Generalitat fue una institución provisional de la Corona
de Aragón, instituida en las Cortes de Monzón en 1289. En el Palacio de
la Generalitat se puede ver una placa que anuncia que se fundó en
Cervera en 1359. Este desfase en el tiempo se refiere a unos acuerdos
sobre la composición (provisional) de la Generalitat,
concebida como mero órgano recaudador de impuestos. La constitución
política de la Generalitat se debe al primer Trastámara que ocupó la
Corona de Aragón: Fernando I. Los Trastámara llegaron a ser algo en el
Reino de Castilla gracias a los apoyos de Pedro IV de Aragón.
5- Cataluña ha tenido una espiritualidad diferente
El centro espiritual de Cataluña rara vez fue
independiente. Gracias a los Reyes Católicos, Montserrat pasó a depender
del Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, llegando a florecer
como nunca. Durante cuatro siglos, hasta las persecuciones del siglo
XIX, Montserrat estuvo llevada por mayoritariamente por monjes castellanos.
El más famoso fue García Ximénez de Cisneros (hermano del famoso
Cardenal) que ahí redactó «El exercitatorio de la vida espiritual».
6- Los catalanes no participaron en la Conquista y el «genocidio» americano
Algunos nacionalistas se empeñan en que sólo gracias a los
catalanes se pudo iniciar la conquista de América; otros se quejan de
que no se dejó participar a los catalanes. Cataluña participó, a su
ritmo, en la conquista de América. Desde el batallón de voluntarios
catalanes que participaron en el descubrimiento de California, al Tercio
de Miñones catalanes que defendió Buenos Aires del intento de invasión inglesa, hay miles de ejemplos.
7- «Nación» catalana nada tiene que ver con «nación» española
En los dietarios de la ciudad de Barcelona,
se recogía en 1492 las celebraciones «más grandes jamás vistas» con
motivo de la toma de Granada, en la que participaron numerosos
catalanes. En la sublevación de las Alpujarras miles de catalanes
participaron en su sofoco. De ellos Don Juan de Austria dijo que eran
«los súbditos más leales del Rey de España». La participación catalana
fue clave en la Batalla de Lepanto o en el dominio hispano del
Mediterráneo. De los 400 primeros legionarios de Millán Astray, 200
provenían de Barcelona; en 1909, Alfonso XIII pidió varias letras para
el himno de España al catalán Eduardo Marquina; durante la Guerra de
Melilla en 1893, en la que participaron muchos voluntarios catalanes,
hubo en Cataluña fervor españolista.
8- Castilla oprimió la lengua catalana y el nacionalismo la salvó
La mayoría de disposiciones legales contra el catalán
emanaron de miembros de la masonería. Para ellos el castellano debía ser
la lengua modernizadora a imagen del francés que había liquidado buena
parte las lenguas que se hablaban en Francia. La lista es inequívoca: el
Conde de Aranda, el Conde de Floridablanca, Manuel Godoy, Manuel José
Quintana, Mendizábal, Claudio Moyano, OŽDonell, Sagasta o Romanones. No fue Castilla,
sino una elite ilustrada, liberal y de izquierdas la que fue generando
leyes y decretos para minimizar las otras lenguas españolas. Por el
contrario, el falso «renacimiento» del catalán, se logró con la práctica
«invención» de una gramática a manos de Pompeyo Fabra.
9- Companys fue un modelo para todos los catalanistas
La memoria histórica de Companys se ha salvado por su trágica muerte que le convirtió en un mártir para los catalanistas.
Sin embargo, fue uno de los personajes (en vida) más odiado por los
catalanistas más radicales. Un diputado de ERC, durante la II República,
Puig y Ferreter, lo define así: «Companys era pequeño, voluble,
caprichoso, inseguro y fluctuante, sin ningún pensamiento político,
intrigante y sobornador, con pequeños egoísmos
de vanidoso y sin escrúpulos para ascender». Otro diputado de ERC, Joan
Solé Pla, lo describía así: «Es un enfermo mental, un anormal excitable
y con depresiones cíclicas; tiene fobias violentas de envidia y de
grandeza violenta». En 1917, al ser elegido concejal por Barcelona, del
Partido Radical, Companys obligó al catalanista Carrasco y Formiguera,
también elegido concejal a gritar un «Viva España».
10- El fin del catalanismo radical ha sido siempre la independencia
En el primer número de «Alerta», órgano del grupo terrorista Terra Lliure,
se dejaba claro que la independencia no era un fin en sí misma, sino un
instrumento para construir un Estado socialista. La caída del muro de
Berlín borró de un plumazo este hito socialista y la independencia dejó
de ser un medio para convertirse en un fin.