El Papa abraza a los jóvenes del mundo entero en la fiesta de acogida en Copacabana
El Papa abraza a los jóvenes del mundo entero en la fiesta de acogida en Copacabana
Día 26/07/2013 - 12.34h
Les invita a no caer en la embriaguez de «la posesión, el dinero y el poder»
Además de futbolística, Brasil es una superpotencia
musical, y la fiesta de bienvenida de la Jornada Mundial de la Juventud
fue cuidadosamente preparada para estar a la altura. La llegada del Papa
en helicóptero al Fuerte de Copacabana,
en el extremo norte de la playa, fue el disparo de salida de un
espectáculo de música y teatro en el que 150 jóvenes artistas
presentaron la vida cotidiana de la «Ciudad Maravillosa», como les encanta llamar a Río. Desde aquí puedes acceder a las mejores fotografías de los peregrinos.
El cielo grisáceo, la llovizna y el frío -absolutamente
fuera de lo normal- no pudieron apagar el entusiasmo de cientos de miles
de jóvenes en pie a lo largo del paseo marítimo y la famosa playa con
forma de media luna, protegida anoche por nada menos que cinco
patrulleras y fragatas de la Marina brasileña, curiosas por asomarse a
la fiesta.
Casi nadie sabe que el nombre proviene de una modesta capilla de la Virgen de Copacabana,
muy venerada en Sudamérica, especialmente en su santuario de Bolivia.
Lo recordó el arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta, en sus breves
palabras de saludo.
La bienvenida al Papa corrió a cargo de cinco jóvenes de los cinco continentes, en medio del delirio general y del flamear de banderas de 180 países.
El escenario era impresionante, con una gigantesca pantalla que
permitía ver muy bien la expresión de los rostros en los primeros
planos. A lo largo de buena parte de los cuatro kilómetros de playa,
muchas pantallas distribuidas regularmente permitían que todo el mundo
disfrutase como si estuviese al lado del palco.
Recuerdo a Juan Pablo II
El discurso del Papa estaba pensado para impactar a cada
uno desde la primera frase: «Veo en vosotros la belleza del rostro joven
de Cristo, ¡y mi corazón se llena de alegría!». Esta JMJ es la segunda que se celebra en América Latina. La primera fue en Buenos Aires en 1987, y el Papa les recordó unas palabras de Juan Pablo II en aquella ocasión: «¡Tengo mucha esperanza en vosotros!».
Como tantas veces, el Papa citó a su predecesor, Benedicto XVI,
quien convocó este encuentro hace dos años en el aeródromo de Cuatro
Vientos, precisamente al concluir la inolvidable JMJ de Madrid: «¡Se lo
agradecemos de todo corazón!», pues nos permite «estar hoy aquí juntos,
unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de
ser sus discípulos».
El Papa Francisco es muy directo, y fue enseguida al grano:
«Viendo este mar, esta playa y a todos vosotros, me viene a la mente el
momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago
de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi
discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio?».
«¡Bienvenidos a esta gran fiesta de la fe!»
Su sonrisa y sus palabras desbordaban cariño: «Tened la
certeza de que mi corazón de Pastor os abraza a todos con afecto
universal. ¡El Cristo Redentor, desde la cima del Corcovado, os acoge en
esta bellísima ciudad de Río!». El programa, al margen de la música y
de la coreografía sobre la vida carioca, era una liturgia de la palabra,
que incluyó la lectura de un pasaje del Evangelio de San Lucas: el
poderoso relato de la transfiguración de Jesús.
En su discurso final, el Papa invitó a los jóvenes a no dejarse cegar por los ídolos:
«El poseer, el dinero y el poder pueden ofrecer un momento de
embriaguez, la ilusión de ser felices. Pero al final nos dominan y nos
llevan a querer siempre más y a estar insatisfechos». Les propuso ir
contracorriente en una «revolución copernicana, que nos quita del centro a nosotros y pone en él a Dios».