viernes, mayo 06, 2011

EL BAJO VUELO DE LA CALANDRIA - Hugo Esteva

EL BAJO VUELO DE LA CALANDRIA

Hugo Esteva

¿Alguien vio a una calandria “surcando el cielo”, como se suele decir en lenguaje dudosamente poético? Imposible: la calandria vuela bajo. Ligera, elegantona, voraz, ávida de lo ajeno –todo eso sí-, pero nunca se la ve subir más allá de la copa de algún árbol, y no de los más altos.

Su papel está a la altura de lo cotidiano; lo que hasta podría ser una virtud para administrar lo pequeño, lo inmediato. Pero cuando una Calandria se empina en lugares de decisión que afectan la vida de un país entero, el vuelo rasante no alcanza. Es más, perjudica por lo miope.

Me dirán que los horneros, trabajadores pájaros nacionales, tampoco vuelan muy arriba. Pero es que ellos no tienen pretensiones. Les bastan la cotidiana construcción que arranca con la primera luz, el honesto y guardián cuidado del nido, y ese modo alegre que tienen de anunciar que el día se abre después de la tormenta.

Tampoco faltará el que observe que el tero, con todo su aplomo, anda más que nada marchando por el piso. ¿Pero lo ha visto subir a lo más alto corriendo a caranchos cuatro o cinco veces más grandes que él, cuando de proteger a su cría se trata? Es entonces, en la pelea, cuando el tero mira lejos y adquiere el sentido de la proporción que después es parte de su equilibrada personalidad.

La calandria, en cambio, vuela bajo, prepoteando a todo pájaro chico que asome la cabeza en lo que considera su territorio y, de tanto en tanto, mandándose una picada para llevarse lo que usted no debería haber descuidado en su parrilla. Le aseguro, amigo, a la Calandria no hay que facilitarla.

Como consecuencia de ese estilo, la Calandria nunca ha tenido interés por los temas grandes de ningún orden. Y aunque ella llene sus frecuentes discursos con abundantes palabras ajenas, se le nota también ahí el vuelo bajo. Lo peor es que tanto ella como el Pingüino –que, obvio, no volaba, pero se pasaba el día especulando- han hecho alarde de no haber leído casi nada en la vida, como diciendo que no les hacía falta.

Resulta que ahora, cuando la Calandria tiene que inventar el mito del Pingüino, no se le ocurre nada. Y tiene que recurrir a otras “mentes” para encontrar su discurso; ella, tan afecta por naturaleza al canto ajeno, como es sabido. Ha echado mano de algunos caranchos de toda la vida, de esos carroñeros que siempre la pasaron bien y que ahora, después de muchas traiciones y panquequeadas, readquieren su viejo –reviejo- discurso juvenil. Pero también alquila a algunos pichones amansados por el sueldo, poco menos que caranchos domésticos, que por todos los medios y con mucha plata salen a inventar un Pingüino que nunca existió. Están los que, con toda imprudencia porque el Pingüino tenía mucha cara de villano de dibujo animado, lo quieren transformar en ridículo héroe de historieta. Pero también están otros, más vivos, que le quieren atribuir virtudes de pensador y de estadista: total, ya no jode más.

Toda esta historia, más mantener los actos pagos, los “intelectuales” a sueldo, los militantes empleados, y todos los demás frenos y aceleradas que uno no alcanza a ver, pero que están, le va resultando muy caro a la Calandria. ¡Con razón hay días de largo llanto en que dice no dar más! Y la pájara se endeuda y se endeuda, en todo sentido. Porque aunque la oculten, la deuda está y crece, y porque las aves de rapiña exteriores no se la van a olvidar por el hecho de aquí se digan discursos de alquiler; ni tampoco la vamos a olvidar todos los locales sobre cuyos hombros va a terminar cayendo.

El hornero, que se levanta temprano, yuga de sol a sol y conversa con todo el mundo, ve esto con claridad. Y como es casero –y no tordo, para poner los huevos en cualquier nidada y abandonar a los pichones en hogar ajeno- se preocupa por el futuro. Con ese entresijo fue a charlarle al tero, que estaba rastrillando y rastrillando sin encontrar demasiado para comer. El pájaro serio le comentó:

“Disfrazada, pero reina: eso es lo que quiere ser.

Tiene poco por delante y capaz que va a vencer

En la primera pulseada; pero le digo que, en vez,

Se le va a poner muy fea cuando gobierne después.

Hay mucha gente endeudada, mucha gente con temor,

Mucha gente con subsidios y mucho hombre sin honor.

Ésta hipoteca el futuro a manos de unos rateros

Que quieren llevarse todo y dejar a la patria en cuero.

Y si, como dijo el otro, sólo nos une el espanto,

A mí se me hace que es poco para que la quieran tanto.

No dura, hornero, no dura. Pierda cuidau compañero,

Se van a comer entre ellos: no son de Dios, son del fiero.”

Y siguió escarbando con tenacidad.