'Las Cruzadas', por Hilaire Belloc
'Las Cruzadas', por Hilaire Belloc |
El amigo de Chesterton se siente heredero de una tradición, empatiza con los hombres de aquella época y pone en contexto las Cruzadas. |
Juan Hernández |
Hilaire Belloc tiene muchas virtudes que lo hacen recomendable. Una es que tiene una visión católica de la historia. Por lo tanto no es nada políticamente correcto, que se dice ahora (y conste que la expresión es una memez). Otra es que bucea en los datos pero no te ahoga con ellos. Desde el principio aporta la información y la interpretación y todo ello desde una perspectiva general que es como los hechos pueden entenderse. Una tercera es que le interesa el pasado porque se siente heredero de una tradición, contra la que no despotrica por principio sino que intenta entender por agradecimiento. Ya basta de que todo nuestro pasado sea tan malo y ahora vivimos tan bien. ¿Desde cuándo en los desiertos florecen jardines? Ese es un invento de la historiografía moderna que tiene mucho de ficción, es decir, de prejuicio. Con Belloc no pasa eso y que conste que, probablemente, en algunos puntos la información de que dispone no sea del todo precisa y ahora se sepa más. Lo que sucede es que el método es mejor, tanto porque tiene en cuenta al hombre de aquella época como porque se siente implicado en lo que explica. Todo el mundo habla de Las Cruzadas. Cuando el reciente discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, alguno de los “nuestros” argumentó que el Papa podía haberse referido ay las Cruzadas en vez de citar lo que citó del Islam. Lo cierto es que, como dice Belloc, los nuestros son los que fueron a intentar recuperar los Santos Lugares para, de paso, salvar la Cristiandad. Se olvida con frecuencia que los musulmanes estaban disgregando el Imperio de Bizancio, la parte Oriental del cristianismo y de la incipiente Europa. Que los cruzados básicamente recuperaron tierra originalmente cristiana y que, en fin, en aquella época no existían todos esos intereses espurios por los que hoy se va a la guerra o uno se vuelve pacifista. La literatura ha divulgado la Tercera Cruzada, sobre todo porque en ella participó Ricardo Corazón de León, y el cine ha destrozado lo poco que de cierto podía haber en el imaginario común. La Cruzada más importante fue la primera, predicada por el Papa Urbano II y que alcanzó a conquistar Jerusalén. A partir de ahí se estableció un reinado que vino a durar bastante poco. Belloc trata de todo ello apuntando las razones del fracaso, entre las que están la falta de una visión geopolítica amplia, impensable en aquella época, y la misma estructura feudal, que conllevaba ciertas rivalidades entre los caballeros cruzados. También, y no es poco importante, el recelo del Emperador Alejo, deseoso de recuperar sus tierras pero que no movió ni un dedo a favor de la Cruzada. Este libro permite redituar la Cruzada. Belloc es honesto y, desde el principio muestra todas sus cartas. Eso lo hace más vulnerable a las críticas, pero también más recomendable para quienes sabemos que en el callejón de la historia es bueno entrar de la mano de personas amigas. |