|                                   A partir                de esta semana que acaba de comenzar, se inicia también una nueva                época de la administración Kirchner. Atrás quedaron la euforia del                santacruceño y su séquito iniciada en el 2003, acompañada por la                de la propia gente que sólo veía en ese momento que otro tipo,                prácticamente un desconocido, había impedido un nuevo acceso de                Carlos Menem al poder. No pasó                mucho tiempo para que el Gran Pingüino mostrara su verdadera                hilacha. Su especial conformación ocular parecía darle una visión                más amplia de las cosas, permitiéndole ver hacia uno y otro lado                al mismo tiempo -como algunas especies de lagartos, ¿vio?- y lo                primero que aprovechó fue a la gilada de la izquierda. Fue hábil                para explotar el recurso del setentismo que ésta tanto extraña, y                así se recostó en estos sueños del pasado y empezó con su eterno                discurso contra todo lo que llevara uniforme, sumándose a la,                también eterna, cantinela sobre los "derechos humanos".
 Después, al amparo de algunas                maniobras bien logradas en el aspecto macroeconómico, logró que                las mejoras de éste fueran su caballo de batalla para machacar con                las habilidades de su administración. En cambio no logró, o no                quiso, ver más allá y ratificar que la subida de la macroeconomía                traía aparejado un descenso cada vez más pronunciado del poder                adquisitivo de sus gobernados.
 Mareado por la soberbia, no vaciló en denostar desde                cualquier atril a su alcance a la oposición -de por sí bastante                anodina- y al periodismo que osaba esbozar alguna crítica a su                gestión. Nos referimos al periodismo realmente independiente, ese                que no pudo presionar o comprar con jugosos aportes de publicidad                oficial o abultados sobres para sus principales cronistas.
 En sus delirios comenzó a ver                el apellido Kirchner perpetuado en el poder: primero, si su salud                se lo permitía, su reelección; luego dos períodos con Cristina en                la Casa Rosada. ¿Y después?. Quizás, en el medio, otra Asamblea                Constituyente que derogara algo de la Constitución de 1994. Sobre                todo ese tan molesto apartado que impide las reelecciones                presidenciales por tercera vez.
 Pero comenzaron a sucederse los errores groseros. Tanto                como para opacar tanta alharaca demagógica y                autobombo.
 La Primera Epoca                kirchnerista iba tocando a su fin. Y después de tanta luz, la                administración del Gran Pingüino comenzaría a entrar en el cono de                sombra de un eclipse del que, aparentemente, le costará mucho                salir.
 
 
 El                eclipse
 
 El caso                de la presunta desaparición del testigo Julio López marcó un hito                en la cadena de los groseros errores del kirchnerato. Se echaron                en saco roto las denuncias de un testigo, que hoy tiene su vida                amenazada, en el sentido de que vio a López con vida y tomando                sol, eso sí, custodiado por "expertos", en un campo bonaerense más                de un mes después de su volatilización. Desde la rosada pingüinera                no hubo una sola reacción ante estas denuncias, ni siquiera, como                en otros casos, para desmentirlas. Claro que no podía haberla                desde que a López "le pasó algo" en sus vacaciones vestidas de                secuestro, y el gobierno no puede mostrar un cadáver ya que ni eso                queda del anciano que se prestó a un juego que le costó muy caro.
 La siguiente tramoya similar                que pretendió hacerse con Luis Gerez fue otro papelón del que el                kirchnerato zafó a medias al sacar de la exposición pública a este                hombre que, al no saber expresarse ante los medios, por lo cual                debían hablar por él los que Emilio Pérsico le puso al lado,                finalmente fue recompensado con un cargo en el gobierno de la                provincia de Buenos Aires.
 La                promoción de Cristina como la "pingüina" a suceder a su esposo en                la Casa Rosada se cayó antes de poder seguir creciendo. No sólo                por las encuestas -siempre dudosas- que lo favorecen más a él que                a ella en las preferencias del electorado. En realidad Cristina se                cayó sola pues no da la imagen de una "presidenciable", sobre todo                la de una persona con habilidades para administrar un país como                éste. Quizás, de haber tenido la nacionalidad, podría haber                intentado ese cometido en Bostwana, por ejemplo. Claro que allí no                hay shóppings ni locales de Gucci o Hermès como los que la                glamorosa dama acostumbra a visitar, y hubiera tenido que hacer                demasiados viajes al exterior.
 Los acuerdos sobre precios fueron un rotundo                fracaso, y además éstos se han disparado de forma tan                descontrolada, en especial los que se refieren a productos de                consumo básico, que la gente, además de horrorizada cada vez que                sale a hacer sus compras diarias, está harta.
 Y para no hacer                demasiado extenso el racconto de los desaguisados pingüineros, ya                bastante comentados, llegamos a los muertos de Kirchner en su                corta pero desastrosa gestión presidencial. Una gestión que ya                traía antecedentes similares desde su anterior desempeño al frente                de la gobernación de Santa Cruz.
 Kirchner tiene ya al menos dos muertos en su haber. Del                policía Jorge Sayago, asesinado quién sabe por quién en medio de                una turba de manifestantes petroleros el año pasado, jamás se                volvió a hablar. En cambio del docente Carlos Fuentealba, muerto                por una granada de gas lacrimógeno disparada en su nuca por un                policía, quizás se siga hablando -y también se lo explote                políticamente- por mucho tiempo.
 Es cierto que esta última muerte ocurrió en la provincia de                Neuquén. Pero no es menos cierto que a Kirchner le alcanzan las                generales de la ley, por cuanto esa provincia es gobernada por un                opositor suyo que -al margen de las posibilidades de éxito con que                podía contar- se perfilaba como candidato presidencial para las                próximas elecciones. Y, sobre todo, que estaba anudando alianzas                con la derecha tan denostada por el Gran Pingüino. Con lo cual                podía llegar a resultar bastante molesto.
 Dos muertos en medio de                protestas sociales que se iniciaron en Santa Cruz y, como reguero                de pólvora, se extendieron rápidamente a Tierra del Fuego,                Neuquén, Salta y La Rioja, y que amenazan hacerlo al resto del                país. Con el agregado de que, según trascendió en las últimas                horas, en algunas de esas provincias habría también malestar entre                las fuerzas policiales.
 El                Gran Pingüino no encontró por ahora mejor solución que refugiarse                en su mansión de El Calafate, durante el largo fin de semana                pascual, mientras comienza a incendiársele el país. Es tanto su                temor y su aversión a que le griten en la cara -no estaba                acostumbrado- que prefirió esa huida y hasta el deshonor de haber                evitado presidir el acto realizado en Tierra del Fuego por el 25º                aniversario de la Guerra de Malvinas, lo que por su investidura le                correspondía.
 Ahora comenzó                otra semana en la que se abren muchos interrogantes. ¿Hablará                Kirchner sobre estos últimos acontecimientos?. ¿Qué argumentos                podrá confrontar a la dura realidad que se le vino encima?.
 El presidente comenzó su Segunda                Epoca. Una que es la antítesis de la que había iniciado en el                2003, y que se revela como muy oscura.
 Carlos Machado |