DEMOCRACIA POR EL SUELO
Que la “democracia” está en crisis no es ninguna novedad. En todo
caso, interesa comprobar es la velocidad creciente y las formas no
esperadas con que lo hace.
Respecto de lo primero, se trata de un clásico de las decadencias.
La aceleración permanente ha sido descripta tiempo atrás (por Guénon y por
Évola, por ejemplo), pero su comprobación bajo los propios ojos no deja de
sorprender. La “democracia” se va transformando entonces en un manual de malas
costumbres individuales y colectivas que progresa sin cesar, a medida que se
desploman sus mal nacidas raíces espirituales.
“Esto no es un juicio sobre el mérito de ningún candidato, de ninguna
filosofía política o de ninguna posición. En cambio, se refiere a un principio
que, supuestamente, es fuente de orgullo de los norteamericanos pero que
demasiados ciudadanos desprecian: la democracia” (Newsweek, 13/V/2016, pág.
26). Así empieza Kurt Eichenwald un largo artículo titulado “No le echen la
culpa a Trump”, donde trata de justificar que no hay fundamento para
descreer de los mecanismos electorales empleados en la cuna de lo “occidental y
cristiano”. Y se queda ahí, en los mecanismos, tratando de explicar que no hay
razón para dudar del sistema porque cuantitativamente el peso de los posibles
fraudes –que, según él, ejercen sobre todo los republicanos- es pequeño respecto
de la fortaleza del conjunto. Un conjunto que debería seguir como
está.
Sin embargo es en Estados Unidos, el país hijo del iluminismo por antonomasia,
mesa de arena de los postulados de la Revolución Francesa y banco de pruebas del
liberalismo político, donde hace años oí por primera vez la palabra “político”
como adjetivo des-calificativo. Aún así, está claro que la falsa democracia no
se hace sino con políticos como ingrediente principal y con financistas
moviéndolos desde atrás.
Hoy ese país de gente trabajadora que sabe trabajar, descree en
proporción nunca antes vista del sistema que, al mismo tiempo, intenta imponer
universalmente sin mirar a quien. Y no es casual, entonces, que hayan aparecido
líderes marginales en ambos partidos estadounidenses: Bernie Sanders para los
demócratas y Donald Trump para los republicanos. De ahí que -derrotado el
izquierdista Sanders entre los primeros por Hillary Clinton- el sistema, su
poder económico y sus medios de comunicación apunten contra Trump, el
impredecible enemigo a la derecha.
Pero hay más. Porque en el país del Norte la “democracia”, supuesta
herramienta para el gobierno de los más, se ha transformado en el modo de
dominar de las minorías (sexuales, raciales, religiosas…) mientras pasa que:
“Dejando luego la zona, esa tarde, manejé más allá de los campus de las
compañías de alta tecnología, suerte de cajas de vidrio con amplias playas de
estacionamiento en sus frentes. Se pasa suavemente de la pobreza a la
prosperidad aquí, casi sin notarlo. Este contraste es comúnmente llamado
desigualdad, aunque está más cerca de la irrealidad. Silicon Valley (el área
de la hiper-tecnología en California, una meca de los cerebros) ha creado un
mundo digital de eficiencias racionales, pero la gente a quien usted ve
empujando sus pertenencias en changuitos de supermercado por la banquina de la
ruta Interestadual 280 es empecinadamente analógica” (Alexander Nazaryan,
Newsweek 13/V/16, pág 61). Y del mismo modo impone la llamativa proporción de
enfermos psico-neurológicos que camina perdida, come o duerme tirada en las
calles de San Francisco, como tributo/secuela a la cultura de la droga de los
años sesenta, setenta y siguientes.
No menos trágica es la situación de la Unión Europea invadida, que se debate
bajo el mandato burocrático, haragán y bien pago de sus parlamentarios. Esos
“demócratas” que querrían seguir subdividiendo a las naciones para mejor
dominarlas. Ni una sola idea, sólo su complejo de culpa para resolver el
problema de la inmigración. Pero, coincidentemente, la renuncia a su raíz
cristiana que les reprochó Benedicto XVI oportunamente y ese afán de reunirse
por el peor lado, la moneda, que le habrán dictado los verdaderos dueños de la
sartén.
Si en semejante contexto el voto a favor del Brexit de los ingleses
no es anti-“democrático”, ¿qué es?
Eso sí, este sistema tolerante que se otorga leyes capaces de meter preso y
denostar eternamente a quien lo critique, no quiere siquiera preguntarse sobre
la mentira de su basamento doctrinario, que declara con hipocresía que la
opinión de la mayoría es la verdad. Y así como va creando todo tipo de
artilugios hipócritas para que terminen gobernando unos pocos, hoy promovidos
principalmente desde la televisión, así también intenta torcer los resultados
cuando no le convienen, como parece que ya planean ante el plebiscito
inglés.
Y si esto sucede en el hasta hoy poderoso hemisferio Norte, ya podrá imaginarse
qué nos queda a los pobres del Sur.
Soportar, tal vez. Pero sabiendo que fuimos advertidos por los mejores entre los
nuestros, como el padre Castellani, que en 1946 escribía: “De acuerdo al
principio de la seudodemocracia que dice: ‘Siendo así que cualquier
hombre sirve para cualquier cosa hay que meterlo en cualquier puesto’, el
gobernante nuevo no mide la obligación del cargo, el peso de la rueda ni la
anchura de sus fuerzas y méritos, sino con el metro de goma de su desaforada
ambición y engreimiento; y en los momentos descarrilados en que vivimos, la
audacia es la escalera infalible que usa para encaramarse.” (Decíamos
ayer. Ed Sudestada. Buenos Aires 1968, pág 24).
El mismo padre Castellani que, aprobadas entonces por casi
unanimidad de ambas cámaras las actas del Tratado de Chapultepec de sujeción al
ganador de la 2ª. Guerra Mundial, lo describe como: “… una desgracia nacional
equivalente a una guerra perdida; y quizá peor. Es la ruptura con nuestra
tradición hispánica. Es la consumación de la apostasía nacional de 1889. Es el
emprendamiento del albedrío nacional a una nación lejana, protestante y atea. Es
una claudicación.” (Id. pág 22).
Tenemos semejantes antecedentes en el momento en que tiemblan las
“democracias” del mundo. Las que se han atribuido sin mérito todas las virtudes
de la convivencia ciudadana, todas las de la interrelación de las naciones
aunque hayan provocado guerras como nadie. Para ponerlos en su lugar, vale
también en estos días de festejo patrio recordar una poesía esclarecedora:
A LA CASA
HISTORICA
Casa donde
hace un siglo fue jurada
La
independencia de la patria mía,
Dios sabe si
es que fue una felonía
O un acto de
sapiencia tu acordada.
Eclesiásticos
hubo allí en manada
Y a Dios
nombraron casi todo el día,
Pero no había
Sacra Hierarquía
Y Madre
Iglesia se quedó callada.
Más hoy, mil
nueve cuatro seis, has dado
Oh casa, del
través con tus rimeros
(La
independencia se ha tornado espuma)*
Y tu Acta
polvorienta ha caducado.
Volvemos peor
que a los antiguos fueros.
Vuelve con su
vergajo despiadado
De falsa
democracia disfrazado,
Frank
Chilabert con sus encomenderos.
En “Decíamos ayer”. Ed Sudestada, Buenos Aires 1968, pág
26.
* El autor de esta nota se ha permitido agregar este verso,
probablemente perdido en la edición, para completar la
cuarteta.