Daesh busca una guerra religiosa y hacer ondear su bandera en Roma
«Es cierto que estamos en guerra, pero no de
religiones», advierte el Papa durante su viaje a Cracovia para la
Jornada Mundial de la Juventud
Pese
a la insistencia del Papa en que el mundo «está en guerra, pero no una
guerra de religiones» el movimiento terrorista estelar del siglo XXI ha
querido, con el brutal ataque a una iglesia de Francia, subrayar que es eso precisamente lo que desea. El autodenominado Estado Islámico, que ha proclamado un califato en los territorios que controla en el norte de Siria y de Irak,
lleva al menos dos años abundando en sus mensajes amenazadores contra
el cristianismo en general, y la Iglesia católica en particular. En el
imaginario alucinante de Daesh, Roma es el epicentro de los males que se han abatido sobre el mundo del islam desde la caída del imperio que levantó Mahoma.
Los yihadistas de Al Bagdadi han reeditado las tesis literales del Corán sobre el trato con otras religiones. Los cristianos pertenecen así a la «gente del Libro», a la que se ofrece tres caminos: la huida, la conversión al islam, o el vasallaje (que implica el pago de un impuesto al califato entre otras servidumbres).
No obstante, la tesis admite muchas excepciones. El vasallaje que ya viven los cristianos de Pakistán no les salvó de morir bajo las bombas terroristas el pasado mes de marzo. Semanas antes del ataque en Lahore, un comando yihadista llevó a cabo en Yemen una matanza de monjas de la Madre Teresa de Calcuta en un albergue de ancianos. El Corán es –en su relación con el cristianismo– por lo menos ambivalente: los versículos inspirados en la época de La Meca proponen la fraternidad entre musulmanes y cristianos; y los predicados después en Medina predican la guerra. Daesh, como antes Al Qaida y todos los movimientos salafistas armados, se apunta con entusiasmo a esa segunda lectura.
La estrategia terrorista, que mira nítidamente al corazón de la Iglesia, el Vaticano, fue presentado en el otoño de 2014 en la revista de Daesh en inglés, «Dabiq». La portada de la publicación –que llevaba como titular «La Cruzada Fallida»– reproducía con «photoshop» la bandera negra yihadista de Daesh ondeando en el obelisco de la Plaza de San Pedro. «Roma, en la lengua árabe del Profeta, se refiere a los cristianos de Europa y a sus colonias en Siria», afirmaba el artículo, que daba la voz de alarma por la coalición que entonces habían formado norteamericanos, británicos, franceses, australianos y alemanes para atacar a Daesh en sus territorios conquistados. En la retórica yihadista, los soldados de esas nacionalidades serían la reencarnación de los cruzados medievales.
Su lenguaje contrasta con el de Daesh, empeñado en sus artículos y comunicados en la red en presentar su guerra como una contraofensiva frente a la supuesta «nueva cruzada cristiana». «Conquistaremos vuestra Roma, romperemos vuestras cruces, y haremos esclavas a vuestras mujeres», reza uno de los comunicados del portavoz de Daesh, Mohamed Al Adnani, en el que se afirma de modo expreso que los yihadistas conquistarán un día el Vaticano.
¿Por qué dilató sus ataques en Europa contra sacerdotes y templos, si el objetivo se fijó con el anuncio del «califato» en 2014? A priori, Daesh prefirió concentrar su estrategia terrorista en Oriente Próximo, con la intención de incrementar el territorio de su flamante Estado fundamentalista. Las sucesivas derrotas en el terreno, y la sangría de territorio en lo que va de año, parecen haber disparado una nueva fase en su estrategia, dirigida a sembrar el terror en Occidente y ampliar el número de células y de «lobos solitarios» en Europa.
El uso de la religión, de las cruzadas medievales y de Roma como epítome del espíritu occidental son recursos cándidos y ridículos para muchos europeoos, pero no para millones de musulmanes que se sienten en situación de angustia o desesperación. «El islamismo tiene un atractivo que los occidentales desconocen, porque el término ‘islam’ tiene unas resonancias especiales en el subconsciente de muchos árabes», advierte monseñor Maroun Lahham, sacerdote católico jordano y en la actualidad vicario patriarcal en Amán. Para muchos radicales, «el Vaticano como símbolo es más fuerte que Al Andalus», comenta por su parte el arabista Serafín Fanjul.
Los yihadistas de Al Bagdadi han reeditado las tesis literales del Corán sobre el trato con otras religiones. Los cristianos pertenecen así a la «gente del Libro», a la que se ofrece tres caminos: la huida, la conversión al islam, o el vasallaje (que implica el pago de un impuesto al califato entre otras servidumbres).
No obstante, la tesis admite muchas excepciones. El vasallaje que ya viven los cristianos de Pakistán no les salvó de morir bajo las bombas terroristas el pasado mes de marzo. Semanas antes del ataque en Lahore, un comando yihadista llevó a cabo en Yemen una matanza de monjas de la Madre Teresa de Calcuta en un albergue de ancianos. El Corán es –en su relación con el cristianismo– por lo menos ambivalente: los versículos inspirados en la época de La Meca proponen la fraternidad entre musulmanes y cristianos; y los predicados después en Medina predican la guerra. Daesh, como antes Al Qaida y todos los movimientos salafistas armados, se apunta con entusiasmo a esa segunda lectura.
La estrategia terrorista, que mira nítidamente al corazón de la Iglesia, el Vaticano, fue presentado en el otoño de 2014 en la revista de Daesh en inglés, «Dabiq». La portada de la publicación –que llevaba como titular «La Cruzada Fallida»– reproducía con «photoshop» la bandera negra yihadista de Daesh ondeando en el obelisco de la Plaza de San Pedro. «Roma, en la lengua árabe del Profeta, se refiere a los cristianos de Europa y a sus colonias en Siria», afirmaba el artículo, que daba la voz de alarma por la coalición que entonces habían formado norteamericanos, británicos, franceses, australianos y alemanes para atacar a Daesh en sus territorios conquistados. En la retórica yihadista, los soldados de esas nacionalidades serían la reencarnación de los cruzados medievales.
Huida hacia adelante
«El mundo está en guerra porque ha perdido la paz», pero no se trata «de una guerra de religiones», dijo ayer el Papa Francisco al referirse en el avión que le condujo a Cracovia al ataque asesino del martes en una iglesia de Normandía.Su lenguaje contrasta con el de Daesh, empeñado en sus artículos y comunicados en la red en presentar su guerra como una contraofensiva frente a la supuesta «nueva cruzada cristiana». «Conquistaremos vuestra Roma, romperemos vuestras cruces, y haremos esclavas a vuestras mujeres», reza uno de los comunicados del portavoz de Daesh, Mohamed Al Adnani, en el que se afirma de modo expreso que los yihadistas conquistarán un día el Vaticano.
¿Por qué dilató sus ataques en Europa contra sacerdotes y templos, si el objetivo se fijó con el anuncio del «califato» en 2014? A priori, Daesh prefirió concentrar su estrategia terrorista en Oriente Próximo, con la intención de incrementar el territorio de su flamante Estado fundamentalista. Las sucesivas derrotas en el terreno, y la sangría de territorio en lo que va de año, parecen haber disparado una nueva fase en su estrategia, dirigida a sembrar el terror en Occidente y ampliar el número de células y de «lobos solitarios» en Europa.
El uso de la religión, de las cruzadas medievales y de Roma como epítome del espíritu occidental son recursos cándidos y ridículos para muchos europeoos, pero no para millones de musulmanes que se sienten en situación de angustia o desesperación. «El islamismo tiene un atractivo que los occidentales desconocen, porque el término ‘islam’ tiene unas resonancias especiales en el subconsciente de muchos árabes», advierte monseñor Maroun Lahham, sacerdote católico jordano y en la actualidad vicario patriarcal en Amán. Para muchos radicales, «el Vaticano como símbolo es más fuerte que Al Andalus», comenta por su parte el arabista Serafín Fanjul.