miércoles, julio 20, 2016

DEMOCRACIA  POR  EL  SUELO
                                                                Hugo Esteva

Que la “democracia” está en crisis no es ninguna novedad. En todo caso,  interesa comprobar es la velocidad creciente y las formas no esperadas con que lo hace.
Respecto de lo primero, se trata de un clásico de las decadencias. La aceleración permanente ha sido descripta tiempo atrás (por Guénon y por Évola, por ejemplo), pero su comprobación bajo los propios ojos no deja de sorprender. La “democracia” se va transformando entonces en un manual de malas costumbres individuales y colectivas que progresa sin cesar, a medida que se desploman sus mal nacidas raíces espirituales.
            “Esto no es un juicio sobre el mérito de ningún candidato, de ninguna filosofía política o de ninguna posición. En cambio, se refiere a un principio que, supuestamente, es fuente de orgullo de los norteamericanos pero que demasiados ciudadanos desprecian: la democracia” (Newsweek, 13/V/2016, pág. 26). Así empieza Kurt Eichenwald un largo artículo titulado “No le echen la culpa a Trump”, donde trata de justificar que no hay fundamento para descreer de los mecanismos electorales empleados en la cuna de lo “occidental y cristiano”. Y se queda ahí, en los mecanismos, tratando de explicar que no hay razón para dudar del sistema porque cuantitativamente el peso de los posibles fraudes –que, según él, ejercen sobre todo los republicanos- es pequeño respecto de la fortaleza del conjunto. Un conjunto que debería seguir como está.
            Sin embargo es en Estados Unidos, el país hijo del iluminismo por antonomasia, mesa de arena de los postulados de la Revolución Francesa y banco de pruebas del liberalismo político, donde hace años oí por primera vez la palabra “político” como adjetivo des-calificativo. Aún así, está claro que la falsa democracia no se hace sino con políticos como ingrediente principal y con financistas moviéndolos desde atrás.
Hoy ese país de gente trabajadora que sabe trabajar, descree en proporción nunca antes vista del sistema que, al mismo tiempo, intenta imponer universalmente sin mirar a quien. Y no es casual, entonces, que hayan aparecido líderes marginales en ambos partidos estadounidenses: Bernie Sanders para los demócratas y Donald Trump para los republicanos. De ahí que -derrotado el izquierdista Sanders entre los primeros por Hillary Clinton- el sistema, su poder  económico y sus medios de comunicación apunten contra Trump, el impredecible enemigo a la derecha.
Pero hay más. Porque en el país del Norte la “democracia”, supuesta herramienta para el gobierno de los más, se ha transformado en el modo de dominar de las minorías (sexuales, raciales, religiosas…) mientras pasa que: “Dejando luego la zona, esa tarde, manejé más allá de los campus de las compañías de alta tecnología, suerte de cajas de vidrio con amplias playas de estacionamiento en sus frentes. Se pasa suavemente de la pobreza a la prosperidad aquí, casi sin notarlo. Este contraste es comúnmente llamado desigualdad, aunque está más cerca de la irrealidad. Silicon Valley (el área de la hiper-tecnología en California, una meca de los cerebros) ha creado un mundo digital de eficiencias racionales, pero la gente a quien usted ve empujando sus pertenencias en changuitos de supermercado por la banquina de la ruta Interestadual 280 es empecinadamente analógica” (Alexander Nazaryan, Newsweek 13/V/16, pág 61). Y del mismo modo impone la llamativa proporción de enfermos psico-neurológicos que camina perdida, come o duerme tirada en las calles de San Francisco, como tributo/secuela a la cultura de la droga de los años sesenta, setenta y siguientes.
            No menos trágica es la situación de la Unión Europea invadida, que se debate bajo el mandato burocrático, haragán y bien pago de sus parlamentarios. Esos “demócratas” que querrían seguir subdividiendo a las naciones para mejor dominarlas. Ni una sola idea, sólo su complejo de culpa para resolver el problema de la inmigración. Pero, coincidentemente, la renuncia a su raíz cristiana que les reprochó Benedicto XVI oportunamente y ese afán de reunirse por el peor lado, la moneda, que le habrán dictado los verdaderos dueños de la sartén.
Si en semejante contexto el voto a favor del Brexit de los ingleses no es anti-“democrático”, ¿qué es?
            Eso sí, este sistema tolerante que se otorga leyes capaces de meter preso y denostar eternamente a quien lo critique, no quiere siquiera preguntarse sobre la mentira de su basamento doctrinario, que declara con hipocresía que la opinión de la mayoría es la verdad. Y así como va creando todo tipo de artilugios hipócritas para que terminen gobernando unos pocos, hoy promovidos principalmente desde la televisión, así también intenta torcer los resultados cuando no le convienen, como parece que ya planean ante el plebiscito inglés.
            Y si esto sucede en el hasta hoy poderoso hemisferio Norte, ya podrá imaginarse qué nos queda a los pobres del Sur.
            Soportar, tal vez. Pero sabiendo que fuimos advertidos por los mejores entre los nuestros, como el padre Castellani, que en 1946 escribía: “De acuerdo al principio de la seudodemocracia que dice: ‘Siendo así que cualquier hombre sirve para cualquier cosa hay que meterlo en cualquier puesto’, el gobernante nuevo no mide la obligación del cargo, el peso de la rueda ni la anchura de sus fuerzas y méritos, sino con el metro de goma de su desaforada ambición y engreimiento; y en los momentos descarrilados en que vivimos, la audacia es la escalera infalible que usa para encaramarse.” (Decíamos ayer. Ed Sudestada. Buenos Aires 1968, pág 24).
El mismo padre Castellani que, aprobadas entonces por casi unanimidad de ambas cámaras las actas del Tratado de Chapultepec de sujeción al ganador de la 2ª. Guerra Mundial, lo describe como: “… una desgracia nacional equivalente a una guerra perdida; y quizá peor. Es la ruptura con nuestra tradición hispánica. Es la consumación de la apostasía nacional de 1889. Es el emprendamiento del albedrío nacional a una nación lejana, protestante y atea. Es una claudicación.” (Id. pág 22).
Tenemos semejantes antecedentes en el momento en que tiemblan las “democracias” del mundo. Las que se han atribuido sin mérito todas las virtudes de la convivencia ciudadana, todas las de la interrelación de las naciones aunque hayan provocado guerras como nadie. Para ponerlos en su lugar, vale también en estos días de festejo patrio recordar una poesía esclarecedora:   

A LA CASA HISTORICA
Casa donde hace un siglo fue jurada
La independencia de la patria mía,
Dios sabe si es que fue una felonía
O un acto de sapiencia tu acordada.

Eclesiásticos hubo allí en manada
Y a Dios nombraron casi todo el día,
Pero no había Sacra Hierarquía
Y Madre Iglesia se quedó callada.

Más hoy, mil nueve cuatro seis, has dado
Oh casa, del través con tus rimeros
(La independencia se ha tornado espuma)*
Y tu Acta polvorienta ha caducado.

Volvemos peor que a los antiguos fueros.
Vuelve con su vergajo despiadado
De falsa democracia disfrazado,
Frank Chilabert con sus encomenderos.
                                    Leonardo Castellani, 1946
                        En “Decíamos ayer”. Ed Sudestada, Buenos Aires 1968, pág 26.
* El autor de esta nota se ha permitido agregar este verso, probablemente perdido en la edición, para completar la cuarteta.