Ajuste brutal |
Se
escucha a los aplaudidores de la década pasada
hablar reiteradamente de “ajuste brutal”.
Incluso aquellos que se bajaron del barco cuando
el barco empezaba a hacer agua (Facundo Moyano
entre otros).
Agregan
para no quedarse cortos: “hasta ahora Macri sólo
ha beneficiado a los ricos” y ejemplifican con
el campo al que se le eliminaron algunas de las
retenciones.
Es
necesario enfrentar estas falacias antes que se
vuelvan parte del relato al que son afectos
políticos, periodistas y académicos.
Pagar
tarifas o pasajes según su costo -lo mismo o
menos que lo que se pagaba en el 2002, 2003 o lo
que abona habitualmente cualquier habitante de
las Provincias- no constituye ningún ajuste
brutal.
Ajuste
brutal fue haber aniquilado el 40% de los
tamberos (7.000) extinguiendo a generaciones
centenarias, con los mismos que actualmente
cacarean aturdiendo con cifras falsas.
Ajuste
brutal fue cerrar las exportaciones y perder los
mercados internacionales de carne que nos
costaron décadas conseguir y con ellos 40.000
puestos de trabajo directo, mientras se fundían
más de 100 frigoríficos y los indignados de
ahora atacaban con saña a quienes manifestaban
alguna preocupación calificándolos de
oligarcas.
Ajuste
brutal fue hacer desaparecer a 100.000
productores agropecuarios sin que los promotores
del “vivir con lo nuestro” digan una
palabra.
Ajuste
brutal fue ver pudrirse las frutas en las
plantas porque salía más caro cosecharlas que
venderlas, a la vez que los corifeos de entonces
y los quejosos de ahora se llenaban la boca con
la defensa de la mesa de los argentinos y la
soberanía alimentaria.
Ajuste
brutal fue haber reducido a una generación a la
ignorancia con todo tipo de disparates
pedagógicos y aprietes a los maestros para que
nadie repita; condenando a los chicos a meses
enteros sin clases y consagrando un genocidio
cultural sin parangón en el que los alumnos no
saben leer ni escribir en tercer grado, no
comprenden textos en la secundaria y entran a la
universidad con menos conocimientos y
habilidades que los que hace unas décadas tenían
quienes egresaban de séptimo grado.
Ajuste
brutal fue haber dilapidado millones en
publicidad oficial, envileciendo la moneda
mediante una emisión descontrolada, con
hospitales sin insumos y rutas que se
destruyeron a seis meses de inauguradas.
Ajuste
brutal fue permitir que los testaferros y
capitalistas amigos del poder se quedasen con
8.000 millones de aportes de los trabajadores
con los sindicalistas (a quienes no se le escapa
un despedido en pueblo Gómez sin que llamen a un
paro general) mirando para otro lado.
Ajuste
brutal fue saquear al interior productivo
impidiendo el despliegue de una burguesía
agropecuaria e industrial genuina, empujando a
la gente a hacinarse en las megápolis.
Ajuste
brutal fue expulsar a los ancianos de la vereda
y a los niños de los baldíos para entregar estos
espacios a la delincuencia, confinando a
millones de ciudadanos pacíficos a vivir tras
las rejas (donde el fútbol gratis reemplazó a la
pelota y al potrero).
Ajuste
brutal fue usar la AFIP y la SIDE para perseguir
a adversarios políticos y a quienes se atrevían
a contradecir el discurso dominante.
Ajuste
brutal fue vivir sin libertad… en medio de la
mentira.
No hay
ajuste brutal.
Simplemente
nos estamos reconciliando con el principio de
realidad y haciéndonos cargo de los cheques sin
fondo que irresponsablemente libraron para
sostener la idea de una fiesta popular que era
para pocos y corruptos.