Viaje a la batalla de las Navas de Tolosa junto a Juan Eslava Galán
Viaje a la batalla de las Navas de Tolosa junto a Juan Eslava Galán
El escritor novela la historia de una incendiaria pasión amorosa en el marco del crucial día D de la Reconquista en su nuevo libro, «Últimas pasiones del caballero Almafiera»
Aquí estamos, camino de la gloria o del infierno. En buena y animada compaña, a pesar de lo difícil del empeño. El viento juguetea con nuestros estandartes. Nuestros corceles trotan con brío. Avanzamos, sí, camino de la gloria o del infierno, hacia las estribaciones de Sierra Morena, avanzamos hacia las Navas de Tolosa donde, afilando sus alfanjes, nos esperan el califa almohade Al Nasir (al que solemos llamar Miramamolín, príncipe de los creyentes, para la chusma que dirige) y su morisma, casi veinte mil hijos de la Media Luna.
En nuestra delantera, a la vanguardia, dos caballeros de renombre, curtidos de antaño en los menesteres de la guerra, Juan Eslava Galán y Arturo Pérez Reverte, cristianos viejos que se las saben todas.
Vienen con nosotros dos caballeros de renombre, Juan Eslava Galán y Arturo Pérez Reverte
Bendición papal
Por eso, el el Papa Inocencio III nos ha convocado en cruzada, nos ha guiado y nos ha dado su bendición. Y aquí estamos, a apenas una jornada del Infiel, a un día de esas Navas que llaman de Tolosa. Prestos a vengar la escabechina de Alarcos y a darle al Moro su merecido. Nos cuenta el caballero Eslava Galán, autor de la mejor crónica de estas jornadas, recién salida de la imprenta de la Plaza de Zocodover e intitulada como «Últimas pasiones del caballero Almafiera», que los ojos de nuestro Alfonso VIII se han llenado de lágrimas cuando estábamos de anochecida en la villa de la derrota, Alarcos, y que ni su fiel Diego López de Haro también allí derrotado y deshonrado, ha osado dirigirle la palabra ni hacer atisbo de chanza.
La bella malmaridada
Avanzamos, prieto el paso, serena la mirada, convencidos de que haremos historia. Aquí vamos, dispuestos a escabechar o que nos escabechen. Porque como nos cuenta el alférez y portaestandarte de los nuestros, el ya citado Eslava Galán, aquí nos jugamos que el repicar de nuestras campanas no lo usurpen los cantos del muecín «que nos pongan a rezar y mirar a La Meca para siempre». Entre los nuestros, quien más destaca es Almafiera, un ultramontano de La Provenza que ha encontrado aquí amoríos con una malmaridada, Eliabel, con la que coyunda a menudo, poblándole de astas a su marido la cabeza.
«Me encanta el olor del acero toledano por la mañana»
La hora del trovador postrero
El trovador Guillem de Cabestany nos ha regalado los oídos quién sabe si por última vez, suenan nuestros olifantes, y el Papa Inocencio reza allá en Roma por nosotros. Atrás quedan obispos y monjas, manjares y festines, el arzobispo Jiménez de Rada, muchos franchutes que se han dado la vuelta para pelear contra los albigenses. El pastorcillo Halaja nos ha descubierto una brecha en la hueste marroca. «Aquí está España y esto no es Hollywood, aquí no hay Ivanhoe, ni romanticismo ni idealizaciones que valgan, esto es Edad Media en estado puro», nos comenta el caballero y cronista Juan Eslava Galán, antes de calarse el yelmo hasta las cejas. Son las 11 de la mañana.