Raúl Castro, cruel, familiar y anulado
 Publicado      Domingo    , 06-06-10 a las 10   :   33
El pequeño de los Castro, el actual presidente de Cuba,  es «muy familiar, muy cariñoso con sus hijas, con su nieto y con la  familia de Fidel. Ha ido recogiendo los jirones que ha dejado Fidel por  ahí, de hijos tanto reconocidos como no reconocidos». Es un hombre muy  unido a su mujer, Vilma Espín. Muy mujeriego y parrandero. Pero, cuando  su esposa se estaba muriendo, él la lavaba y cuidaba. Y, a la vez, Raúl  es también un personaje violentísimo, de una inmensa crueldad. «En la  época de los fusilamientos le gustaba dar el tiro de gracia. Es  despiadado. Entregó a Fidel en bandeja de plata a su más entrañable  amigo, al general Arnaldo Ochoa, a quien fusilaron por presunto tráfico  de drogas, lo que puso en sus manos el control de los servicios secretos  civiles del ministerio del Interior». Raúl es el hombre de los  fusilamientos a mansalva y los campos de concentración. «Él ha sido el  brazo ejecutor... Todas las purgas estalinistas en la revolución las  llevó a cabo Raúl», nos explica Vicente Botín, antiguo corresponsal de  TVE en La Habana, quien ha escrito una biografía del personaje que,  aunque se detiene en sus aspectos más humanos, acaba trazando un retrato  demoledor en su balance final.
El pequeño de los Castro «siempre se sintió fascinado por  su hermano Fidel, que era líder desde pequeño». «Lo cuenta Juanita  Castro, su hermana: Raúl tiene cinco años menos que Fidel y siete menos  que Mongo (el mayor). Es un alfeñique, chiquitajo, con poca fuerza entre  dos gigantones. De ahí que se dijera que no es hijo de Ángel Castro,  sino del chino Mirabal. Y él quedó cautivado con Fidel, que era líder  desde pequeño y que le protege y le defiende, a él, el pequeñito, el de  la voz atiplada».
Pero Fidel, a la vez, «le desprecia, pasa de él, le  utiliza». Y Raúl, siempre a la sombra de su hermano mayor, llega a  sentirse tan anulado por éste que incluso hoy en día, cuando tiene en su  mano el mando absoluto, se ve incapaz de ejercerlo. «Tiene los  mecanismos para desempeñar el poder y no lo ejerce. Podría llevar a cabo  las reformas que llegó a anunciar y, sin embargo, no lo hace por  respeto a su hermano», nos explica Botín.
Después de él, el diluvio
Él es un hombre pragmático, a diferencia de su hermano,  que es un iluminado. Pero el cambio en Cuba es imposible mientras viva  Fidel. Ya en los noventa Raúl acometió algunas reformas económicas para  sortear la crisis provocada por la caída de la URSS y el cierre de su  fuente de subvenciones. Convenció a Fidel de que introdujera algunos  cambios siguiendo el modelo chino, que salvaron al régimen, pero que a  su hermano no le gustaron nada. Y ahora «querría retomar algunas  reformas, pero su hermano le aserrucha el piso». «Le impide ser él  mismo» la fascinación... ese sometimiento sin reservas al hermano  iluminado al que, pese a todo, se entrega Raúl,
Un juego entre el líder dominante y el adláter sometido  que le ha sido muy útil a Fidel, sobre todo a la hora de administrar la  violencia. «Castro no es hombre que se preocupe de matar gente. Él está  por encima del bien y del mal. Es un dios... o se lo cree. Mientras que  Raúl, antes de la revolución, ya quiso fusilar a un tipo porque en un  entrenamiento de combate se dijo cansado de cargar piedras. En la  sierra, Raúl fusila indiscriminadamente a los mayorales, y cuando entra  en Santiago inaugura el terror . Fidel está arreglando Cuba y el mundo  entero. Y los cadalsos, el día a día, la eliminación de enemigos y  compañeros de viaje queda para Raúl... que así le entrega el poder  absoluto a su hermano».
El comunista bebedor
Comunista de primera hora, gran admirador de la URSS,  Raúl «es el que institucionalizó la revolución. Lo que fue aceptado a  regañadientes por Fidel, quien, no obstante, creó sus propias  estructuras paralelas para saltarse a la torera esas instituciones». Y  esa continua pelea, en la que el pequeño siempre se ha visto avasallado  por el loco y arrollador Fidel, es la que ha provocado en Raúl sus  graves problemas con la bebida: «Una forma de superar su frustración con  un hermano que le desprecia y que no tiene problemas en dejarle en  ridículo... Raúl se ha sometido a varias curas de desintoxicación». Y  desde luego, cuando más bebió fue «cuando entregó la cabeza de Ochoa:  entonces bebió como un loco».
Quien le aguantó sus borracheras y sus correrías de  mujeriego fue Vilma, su esposa. «Una mujer muy inteligente, de la alta  burguesía de Santiago de Cuba, que estudió en el instituto tecnológico  de Massachussetts. Era ingeniera química. Hablaba muy bien inglés y su  familia era de alto abolengo. Su padre era uno de los altos directivos  de Bacardí. Vilma creó la Federación de Mujeres, que dio a la mujer  cubana identidad e importancia en un país tremendamente machista. Le  aguantó las borracheras, los disgustos que tuvo con su hermano. Jugó  también el papel de gallina familiar junto con Raúl. Y fue combatiente,  enlace entre las bases de Santiago de Cuba y Sierra Maestra. Una mujer  de armas tomar» junto a la que Raúl ha decidido que será enterrado, en  un nicho a su lado, que ya está construido.
Éste es el Raúl retratado por Botín: «La pulga que  cabalgó al tigre». El hermano anulado. Como escribe el autor en las  últimas líneas del libro: «El destino condenó a Raúl Castro a cabalgar  durante toda su vida a lomos de un tigre y el tigre le devoró, a pesar  de que nunca se bajó de él».
 
 
 
