Opina un lector
EL TRIBUNO (SALTA)
Carla a los lectores
20.06.-2009
La ética montonera
No hay que abundar en más detalles que los ya hechos públicos para denostar la actitud de la dirigente montonera, devenida ministra de Defensa de la República que siempre quiso y quiere destruir, Nilda Garré de Abal Medina, en lo relativo al maltrato que hizo personalmente de la memoria del extinto general Rodolfo Whener.
Lo que sí interesa destacar aquí es su estupidez, aún para aplicar las normas del Estado de derecho. Resulta que en el ordenamiento común, cuando un sospechado de delito fallece, se extingue totalmente cualquier acción administrativa prejudicial y judicial que haya estado en marcha en su contra, a lo que se agrega que el general Whener ni era sospechado, ni pesaba sobre él ninguna acusación, salvo la de los estúpidos perdedores subversivos de cuanta guerra hay en el mundo.
El odio visceral montonero al uniforme de los defensores de la Patria, hago excepción de aquellos que lo ensuciaron con indignidad, que los hubo, pero a cuyo entorno no perteneció el general Whener, llevó a esta oportunista del odio a condenar su memoria al mejor estilo subversivo: de hecho, y sin aplicación del derecho. Recordemos que ellos, los subversivos, se mataban entre sí y asesinaron a otros ciudadanos, entre los que se cuentan Rucci y el Gral. Aramburu, en medio de la paranoia de su accionar, en “juicios” en los que la pistola era fiscal y el fusil, juez.
Palabras aparte merece la firme actitud del general Jorge Enrique Altieri, quien solicitó su retiro en la flor de su carrera militar, dado el atroz y patético gesto de la montonera Garré de Abal Medina. Cumplió con lo que los griegos llamaron “el areté” [la virtud] del soldado que es oblar. En este caso, si no su vida, su brillante futuro en pos del camarada lesionado en su memoria y en pos de la Fuerza que los contuvo a ambos.
Ambos, Whener y Altieri, conjugan la parte de la historia argentina que los montoneros en el poder, gracias a las urnas, siempre negaron. Y no sólo se niegan a reconocer, sino que, prepotentemente nos quieren enseñar a olvidar con estos hechos. Lo que se les escapa es que existen quienes, como quien suscribe este homenaje a dos soldados argentinos, tienen hijos y nietos, a los que en soledad les alimentan en el hogar el sentido de la vida, centrado en Dios y la Patria, y que después venga lo demás. Si ese mencionado principio de los griegos es aplicable a estos soldados, también hay uno del mismo origen y época para estos “gobernantes”: “Ante la estupidez, hasta los dioses son impotentes”.
Carla a los lectores
20.06.-2009
La ética montonera
No hay que abundar en más detalles que los ya hechos públicos para denostar la actitud de la dirigente montonera, devenida ministra de Defensa de la República que siempre quiso y quiere destruir, Nilda Garré de Abal Medina, en lo relativo al maltrato que hizo personalmente de la memoria del extinto general Rodolfo Whener.
Lo que sí interesa destacar aquí es su estupidez, aún para aplicar las normas del Estado de derecho. Resulta que en el ordenamiento común, cuando un sospechado de delito fallece, se extingue totalmente cualquier acción administrativa prejudicial y judicial que haya estado en marcha en su contra, a lo que se agrega que el general Whener ni era sospechado, ni pesaba sobre él ninguna acusación, salvo la de los estúpidos perdedores subversivos de cuanta guerra hay en el mundo.
El odio visceral montonero al uniforme de los defensores de la Patria, hago excepción de aquellos que lo ensuciaron con indignidad, que los hubo, pero a cuyo entorno no perteneció el general Whener, llevó a esta oportunista del odio a condenar su memoria al mejor estilo subversivo: de hecho, y sin aplicación del derecho. Recordemos que ellos, los subversivos, se mataban entre sí y asesinaron a otros ciudadanos, entre los que se cuentan Rucci y el Gral. Aramburu, en medio de la paranoia de su accionar, en “juicios” en los que la pistola era fiscal y el fusil, juez.
Palabras aparte merece la firme actitud del general Jorge Enrique Altieri, quien solicitó su retiro en la flor de su carrera militar, dado el atroz y patético gesto de la montonera Garré de Abal Medina. Cumplió con lo que los griegos llamaron “el areté” [la virtud] del soldado que es oblar. En este caso, si no su vida, su brillante futuro en pos del camarada lesionado en su memoria y en pos de la Fuerza que los contuvo a ambos.
Ambos, Whener y Altieri, conjugan la parte de la historia argentina que los montoneros en el poder, gracias a las urnas, siempre negaron. Y no sólo se niegan a reconocer, sino que, prepotentemente nos quieren enseñar a olvidar con estos hechos. Lo que se les escapa es que existen quienes, como quien suscribe este homenaje a dos soldados argentinos, tienen hijos y nietos, a los que en soledad les alimentan en el hogar el sentido de la vida, centrado en Dios y la Patria, y que después venga lo demás. Si ese mencionado principio de los griegos es aplicable a estos soldados, también hay uno del mismo origen y época para estos “gobernantes”: “Ante la estupidez, hasta los dioses son impotentes”.