Para reparar los cimientos del país, reeducar en valores superiores
Agencia Informativa Católica Argentina
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Para reparar los cimientos del país, reeducar en valores superiores
La Plata (Buenos Aires)
AICA
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, llamó a una “genuina celebración de la gran solemnidad” que es la Pascua de Resurrección, y recordó que para hacerlo es “preciso salir, correr, llegar, entrar; pero se trata de un movimiento espiritual que sacude la indiferencia, la rutina, la incapacidad sea inconsciente o sufrida, dolorosa, de comprender, de interpretar los signos que el Señor desliza en nuestra vida”.
El prelado platense aclaró que cuando San Pablo exhorta a “buscar los bienes del cielo, de poner el pensamiento en las cosas celestiales y no en las de la tierra”, no propone “un programa de escape, la deserción del trabajo y la lucha, el abandono de nuestras responsabilidades temporales, la cobarde reclusión en lo pura y presuntamente espiritual”, aunque señala que “las energías de la resurrección no se transmiten al mundo de modo automático o mágico”.
“La renovación de la vida cristiana, que es posible augurar y debemos intentar en cada Pascua, puede producir capilarmente una renovación de las relaciones y estructuras temporales; la ciudadanía celestial es capaz de transformar a los ciudadanos de esta tierra si la fe y la caridad se hacen cultura, vida vivida, e impregnan poco a poco todas las articulaciones sociales. Entre las energías de la resurrección y un cambio que mejore al mundo se requiere una mediación: la de una cultura cristiana”, aseveró.
Tras preguntar “cómo renunciar a este propósito, a esta ambición santa, en un pueblo que, a pesar de todo, está constituido, en su mayoría, por gente bautizada”, sostuvo que “reconversión de los bautizados, creación o recreación de una cultura cristiana, recuperación de un país deshilachado, sin quicio y sin destino, como es la Argentina de hoy; he aquí un itinerario, un proyecto posible de carácter pascual. Como diría San Atanasio, la genuina celebración de la gran solemnidad”.
Monseñor Aguer subrayó que “el mensaje de Pascua es siempre un anuncio esperanzado y esperanzador. Pero no implica negar la realidad ni eludirla expresando deseos beatos e incumplibles. No sería ésa una expresión de la esperanza verdadera, teologal, que nos conecta con la omnipotencia misericordiosa de Dios y nos lanza hacia la vida eterna”, y consideró que “es preciso reconocer que aquí, entre nosotros, las cosas marchan al revés y, aunque se nos quiera persuadir de lo contrario, esta lejana republiqueta rioplatense –que en eso ha venido a parar nuestra amada patria, de glorioso nombre, la Argentina- se va consolidando aceleradamente como el reino del revés”.
Asimismo, aclaró que “no lo afirmo para propagar el derrotismo ni para inducir a la resignación; lo digo porque otra suerte es posible”, e insistió en que “hay que reparar con urgencia los cimientos: reeducar a varias generaciones en los valores grandes, superiores; salvar a muchos jóvenes de hoy de la alienación del sinsentido; recuperar una civilidad activa, que no rehúse el compromiso político honesto, desinteresado, servicial; promover la concordia y despertar una pasión dormida por todo lo grande, noble y bello. No se obtendrá la justicia tan largamente anhelada atizando el odio, mientras la riqueza pasa a nuevas manos, siempre pocas, para frustración de los pobres, los de siempre y los nuevos, que no faltan”.
“¡Por cierto que otra suerte es posible! La inspiración y la fuerza están en la gran solemnidad que hoy nos congrega, en la gracia de la conversión, en la resurrección espiritual de los fieles de Cristo, en su ciudadanía celestial y en la inteligencia de su fe, en el dinamismo arrollador de la caridad, obra del Espíritu Santo, en el vigor de la libertad cristiana que anima nuestra esperanza, en la protección de María Santísima, Causa de nuestra alegría, a la que hoy saludamos compartiendo su gozo y a quien le pedimos con urgencia de hijos que interceda por nosotros”, concluyó.+
Texto completo de la homilia
El prelado platense aclaró que cuando San Pablo exhorta a “buscar los bienes del cielo, de poner el pensamiento en las cosas celestiales y no en las de la tierra”, no propone “un programa de escape, la deserción del trabajo y la lucha, el abandono de nuestras responsabilidades temporales, la cobarde reclusión en lo pura y presuntamente espiritual”, aunque señala que “las energías de la resurrección no se transmiten al mundo de modo automático o mágico”.
“La renovación de la vida cristiana, que es posible augurar y debemos intentar en cada Pascua, puede producir capilarmente una renovación de las relaciones y estructuras temporales; la ciudadanía celestial es capaz de transformar a los ciudadanos de esta tierra si la fe y la caridad se hacen cultura, vida vivida, e impregnan poco a poco todas las articulaciones sociales. Entre las energías de la resurrección y un cambio que mejore al mundo se requiere una mediación: la de una cultura cristiana”, aseveró.
Tras preguntar “cómo renunciar a este propósito, a esta ambición santa, en un pueblo que, a pesar de todo, está constituido, en su mayoría, por gente bautizada”, sostuvo que “reconversión de los bautizados, creación o recreación de una cultura cristiana, recuperación de un país deshilachado, sin quicio y sin destino, como es la Argentina de hoy; he aquí un itinerario, un proyecto posible de carácter pascual. Como diría San Atanasio, la genuina celebración de la gran solemnidad”.
Monseñor Aguer subrayó que “el mensaje de Pascua es siempre un anuncio esperanzado y esperanzador. Pero no implica negar la realidad ni eludirla expresando deseos beatos e incumplibles. No sería ésa una expresión de la esperanza verdadera, teologal, que nos conecta con la omnipotencia misericordiosa de Dios y nos lanza hacia la vida eterna”, y consideró que “es preciso reconocer que aquí, entre nosotros, las cosas marchan al revés y, aunque se nos quiera persuadir de lo contrario, esta lejana republiqueta rioplatense –que en eso ha venido a parar nuestra amada patria, de glorioso nombre, la Argentina- se va consolidando aceleradamente como el reino del revés”.
Asimismo, aclaró que “no lo afirmo para propagar el derrotismo ni para inducir a la resignación; lo digo porque otra suerte es posible”, e insistió en que “hay que reparar con urgencia los cimientos: reeducar a varias generaciones en los valores grandes, superiores; salvar a muchos jóvenes de hoy de la alienación del sinsentido; recuperar una civilidad activa, que no rehúse el compromiso político honesto, desinteresado, servicial; promover la concordia y despertar una pasión dormida por todo lo grande, noble y bello. No se obtendrá la justicia tan largamente anhelada atizando el odio, mientras la riqueza pasa a nuevas manos, siempre pocas, para frustración de los pobres, los de siempre y los nuevos, que no faltan”.
“¡Por cierto que otra suerte es posible! La inspiración y la fuerza están en la gran solemnidad que hoy nos congrega, en la gracia de la conversión, en la resurrección espiritual de los fieles de Cristo, en su ciudadanía celestial y en la inteligencia de su fe, en el dinamismo arrollador de la caridad, obra del Espíritu Santo, en el vigor de la libertad cristiana que anima nuestra esperanza, en la protección de María Santísima, Causa de nuestra alegría, a la que hoy saludamos compartiendo su gozo y a quien le pedimos con urgencia de hijos que interceda por nosotros”, concluyó.+
Texto completo de la homilia
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