Artículo publicado hoy por Lis Genta
Un nuevo atropello
No tengo el honor de conocer personalmente al Coronel Horacio Losito. Pero sí tengo muchos amigos en común con él. Gente que lo quiere, lo admira y lo venera. Porque aunque “la hora de los héroes ha pasado” quedamos todavía los que seguimos venerando a los héroes.
Nada más conmovedor, en el caso del Coronel Losito, que el testimonio del médico inglés que lo atendió en Malvinas y que se conoció, en su momento, a través de una carta que éste le dirigiera. De Losito he oído hablar a militares y civiles -hombres y mujeres- y a sacerdotes eminentes. Llama la atención la unanimidad en el juicio sobre este militar argentino cuya pertenencia a los cuadros enorgullece a cualquier Ejército del mundo.
Desde hace mucho tiempo, Losito sufre -como tantos otros camaradas suyos- una prisión injusta y arbitraria, prisión que hasta hace pocas horas cumplía en una Unidad Militar, en el lejano Chaco. Pues bien por orden expresa de la Ministra Montonera Garré (con el consentimiento, al parecer, del propio Jefe de Estado Mayor), contra todo derecho, violando la tan declamada legalidad, sin intervención de juez ni de fiscal (según nos informan), Losito ha sido trasladado -junto con sus compañeros de presidio- a la cárcel común (Unidad Penal 7) de la mencionada Provincia.
Si el penal de Marcos Paz es una pocilga inmunda e inhumana, imaginemos lo qué será el Penal del Chaco (tristemente célebre por alojar a delincuentes peligrosísimos que han protagonizado sangrientos motines). A todo esto se han de agregar los factores geográficos y climáticos: la proliferación de insectos y el calor agobiante.
Estoy enferma (en buena parte, creo, por la impotencia frente a tantas injusticias). Concurrí en estos días al laboratorio del Hospital Militar. Un General en actividad, sonriente, luciendo su uniforme, fungía de paciente, igual que yo. Que me perdone el anónimo General (tal vez una buena persona) pero al verlo sentí náuseas. No por él, aclaro, sino por lo que simboliza ¿Cómo se puede ser General, lucir el uniforme, andar, ir y venir, en un Ejército ciego, sordo y mudo al dolor de sus camaradas más antiguos, conducido por un General que ha abdicado de su honor y una Ministra enemiga? Si no se puede hacer nada siempre queda la posibilidad de irse, de renunciar, de no ser cómplice al menos.
Volviendo al Coronel Losito, Veterano de la Guerra Austral, hoy prisionero de guerra, ¿qué grado, que edad, qué responsabilidad tenía en los años de plomo? La Institución en la que actuó y sirvió entonces, bajo órdenes precisas, ¿qué hace hoy? No sólo lo abandona, lo entrega a mano de los enemigos, de los que asesinaron a los camaradas, de los asaltantes de cuarteles, de los terroristas que actuaron al amparo de estados extranjeros.
Tal vez no haya justicia en esta tierra para Losito y sus compañeros de infortunio. Pero a todos nos aguarda una Justicia más alta. Mientras tanto, reciba junto a sus camaradas el modesto testimonio de nuestro apoyo y, sobre todo, nuestras plegarias al Señor de los Ejércitos.
Autor: María Lilia Genta