Sergio Schoklender compró Meldorek y los dos aviones, el Piper Cheyenne y el Cessna Citation, el 9 de abril de 2009. El crucero Sirius que se construyó en 2004 a un costo de $ 1.011.000 quedó afuera de la venta junto a la Ferrari 430 modelo 2006, un inmueble de la calle Craig y un Porsche Cayennes que fueron transferidos a otra sociedad y siguieron en poder de los expropietarios de Meldorek.
Esta sociedad se creó originalmente para acogerse al blanqueo de capitales que lanzó el Gobierno. Si bien la sociedad tiene un socio mayoritario que es Daniel Laurentis, éste representaría a Jorge Caparrós, un hombre del mercado financiero y presidente en uso de licencia del club Ferrari. Caparrós y Schoklender, sólo se vieron una vez.
Meldorek se pagó en 18 cuotas de u$s 64.444 . Todos los pagos fueron puntuales.
La embarcación que tiene en estos momentos Sergio Schoklender fue comprada con anterioridad a la adquisición de Meldorek.
El nivel de vida de Sergio Schoklender es el de un hombre de fortuna, aun antes de la compra de Meldorek.
Las vacaciones en Bariloche del año pasado, que se pagaron en efectivo, hubo un elevado nivel de gastos. Solamente en equipos de esquí y clases particulares, gastó $ 100 mil. Tenía una cuenta corriente en un centro de esquí donde adelantaba dinero. Cuando la partida se agotaba, hacía nuevos aportes. Por eso los empleados y profesores del centro de esquí lo llamaban, a sus espaldas, «el accionista».
Su hermano Pablo, un socio más joven, y parientes, eran los integrantes del grupo que vacacionó en agosto y parte de setiembre. Sergio no estaba siempre, pero sí su familia y la de Pablo.
Cuando se ejecutó la compra de Meldorek no existían los créditos del Bicentenario que se lanzaron 14 meses después. Sergio planeó hacerse de un crédito en pesos por casi $ 50 millones a una tasa del 10% anual, bastante más ventajosa que un 6% mensual que le cobraban las mesas de dinero por descontar cheques de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Aunque se reunió con Amado Boudou y Débora Giorgi, el aval era de Néstor Kirchner.
Con la muerte del expresidente y la resistencia de Hebe de Bonafini a que los fondos del préstamo que otorgaría el Banco Nación vayan a Meldorek, se terminó el plan de expansión. La caída arrastró a Meldorek, que puede ser salvada porque su pasivo es muy bajo, y a la Fundación Madres de Plaza de Mayo que está en una situación técnica de quiebra.
Sergio Schoklender ahora acude a una estrategia que usó con frecuencia en las cárceles de Devoto y Caseros cuando quería conseguir algún beneficio; el escándalo. Si bien su perfil criminológico habla de una «caracterología psicopática», jamás pone en riesgo su vida. Es una pose para intimidar a sus adversarios. Por caso sus «salvajes» huelgas de hambre en la cárcel no eran estrictas como fueron las de Pablo, según relatan algunos carceleros.
Quienes están cerca de él, lo ven deprimido. Volvió a fumar. En la cárcel detestaba a quienes lo hacían, incluso llegó a amenazar a su hermano Pablo con no visitarlo en Caseros si no dejaba el cigarrillo. Sigue siendo abstemio porque no pierde jamás el control sobre sí mismo.
Si eligió esta estrategia de hablar, que le hizo perder el favor de sus abogados, es porque conoce los puntos débiles del Gobierno. Esta estrategia no es contra Hebe de Bonafini. La presidenta de las Madres tiene un ego tan elevado que puede resistir un embate de Sergio.
El mayor de los Schoklender sabe dónde apunta y eligió el momento adecuado. Después de octubre es un hombre perdido. Es un hábil declarante y puede armar una historia con elementos ciertos y otros fantásticos. Así construyó su vida y así le hizo creer a gran parte de la opinión pública que no es un parricida sino una víctima de un complot que acabó con la vida de sus padres. |
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