PRISIONERO DE GUERRA
Prisionero de Guerra
Por  Antonio Caponnetto
“Preocupáos de los  presos, como si vosotros estuviérais prisioneros con  ellos”
San Pablo, Hebreos, 13,  3.
A los soldados argentinos que padecen injusta prisiòn bajo la ruin  tiranía kirchnerista
Yo que icé la  bandera hasta el vértice altivo,
 en una  plaza de armas soleada de heroísmo,
cuando todo  era joven: el casco, las jinetas,
 los  sables aguzados y el viejo patriotismo.
Yo que domé un  desfile en el frío de julio,
 desbravando  los vientos o refrenando escarchas,
como cimbra el  jinete sobre un lomo tobiano,
a grupas del  orgullo, osando contramarchas.
Yo que monté  las guardias parapetado en lunas, 
al acecho de  sombras homicidas y rojas,
para que un  sueño en calma tuvieran los que nunca
 conocen  del peligro su acero y sus  congojas.
Yo que dejé mi  lecho y a su vera una cuna,
 combatiendo   la senda del terror clandestino,
mientras casa  por casa se encendían los leños, 
mansamente  alejados del fuego mortecino.
Yo convertido  en rama, en fantasma o en muro,
en soldado del  Cuerpo de Invisibles  Patriotas,
patrullando  amenazas más cruentas que una herida,
 más  dolientes que un día bruñido de derrotas.
Yo que estuve  en Potrero de las Tablas, en Lules, 
en Tucumán, la  tierra de la caña cetrina,
en Manchalá,  Simoca o en Quebrada de Artaza,
 donde  cayeron juntos Maldonado y Berdina.
Yo que anudé  un rosario a mi fusil baqueano,
 impetrando  el auxilio del Arcángel Custodio,
por cumplir el  mandato del hermano que dijo: 
“camaradas  tirad, pero tirad sin odio”.
Yo que usé de  coraza el pellejo curtido,
 cuerpeando  una emboscada de negritud moruna,
me olvidé de  mi nombre para llamarme sangre ,
 y en  formoseña tarde me llamé Hermindo Luna.
Yo que no supe  darle resuello a la osamenta,
 cada vez  que la patria alistó centuriones,
era la paz de  abril, la cuaresma, el sosiego:
 me volví  malvinero con el alma hecha horcones.  
Yo prolongué  en el Sur mi vaquía en el monte, 
o adiestrada  en la selva de ciudades arteras,
bajé un  Harrier intruso fusilando  injusticias, 
asalté  casamatas, comulgué en las trincheras.
Yo aquí estoy,  prisionero de encrespados rencores, 
de infernales  venganzas sin bozal ni tabique,
de olvidos,  desmemorias, fingimientos, agravios,
la juntura  execrable del lodo bolchevique.
Sin embargo  esta celda no atenaza la Historia ,
no aprisiona  las gestas, no aherroja el estandarte,
ni esclaviza  los frutos del amor a la tierra,
pródigo en las  batallas de las que fui baluarte.
No se arrestan  recuerdos, pendones victoriosos,
van libres las  hazañas, de dolores cauterios.
Somos libres  nosotros, prisioneros de guerra,
porque honor y  deberes  no sufren cautiverios.
Nadie pone  cerrojos al cielo en el que habitan
aquellos que  partieron integrando un comando,
su triunfo  será el nuestro, acaso en los confines,
 cuando vuelva  un criollo a dar la voz de mando.
 
 
 
