CARTA DEL COMISARIO ETCHECOLATZ.
¿POR QUE ESTA, MI HUELGA DE HAMBRE?
 Señores Jueces:
                ¿Saben Uds. quienes se hallan prisioneros en los penales federales?, la  ley, el honor, la inteligencia, la libertad, el derecho.
                  La posteridad podrá completar esta narración pero nunca podrá  desautorizarla. Ella vendrá a cumplir la inflexible función de los jueces que  han faltado a sus deberes. Porque, y es esta una pregunta de la que no he  conseguido respuesta ¿Cuál es la causa por la cual, en nuestro poder judicial  son aquellos absolutamente incompetentes los que tienen la palabra  final?
                  La sociedad colocó bajo su custodia al hacerlos jueces, lo más augusto y  venerable de ella, el libro de la ley, pero con sus disposiciones una mayoría de  magistrados tienen actitudes que hieren a los corazones sinceros, desconciertan  a la sociedad y no les preocupa la aflicción de las familias de aquellos que de  Uds. esperan justicia.
                   En lo que respecta a mi persona, puesto que como actor de la misma puedo  hablar de esta historia, puedo asegurarles que he visto y veo los juicios que  llevan a cabo sin tribulación en el alma. Digo más, cuando logro abstraerme del  presente, cuando consigo apartar mis ojos, aunque sea por solo un momento, de  los prisioneros políticos que agonizan en las cárceles donde, como consecuencia  de ese juego cuya pieza maestra la constituye una acción psicológica que mina la  salud, puedo decirles que ahí se muere lenta, pero  inexorablemente.
                    Cuando me propongo olvidar por algunos instantes tan dolorosos  pensamientos – martirio habitual de mi espíritu -  soy capaz  de no considerar el hecho y si sus resultados.
                    Ustedes los jueces cada vez que juzgan y condenan a un inocente lo que en  realidad hacen es juzgar y condenar a muerte a la Magistratura que alguna vez  reputaron de inconmovible.
                    ¡Tengan cuidado!, la conciencia de los argentinos se despertará, y, más  temprano que tarde el pueblo saldrá de su cómoda modorra, porque cuando la  Argentina despierte, cuando abra por fin sus ojos y distinga a lo que se  enfrenta, un terrible estremecimiento recorrerá el cuerpo de la sociedad ante el  monstruoso prevaricato que uds. perpetraron.
                     No está en mi, preso político, desobedecer ahora a la jerarquía judicial  que me condenó si no de tratar de ayudar en lo institucional para que en un no  muy lejano futurosu cometido sea cumplido con fidelidad y que los magistrados  sean fieles a la voz de su conciencia.
                      Callarse y aceptar la injusticia es dejarse llevar por eso que muchos  hacen y que no es otra cosa que claudicar frente a la prepotencia. Con esta  actitud no hay posibilidad de corregir errores, de amenguar sufrimientos por lo  que no estoy dispuesto a silenciar mi opinión ya que con lo que viene sucediendo  no solo se ofende la dignidad de la persona a quien han sometido a juicio si no  que también degradan la majestad de la justicia. Y lo único que lograrán será  inspirar sentimientos implacables y contagiosos de odio y venganza ya que están  engañando a la juventud en su deseo de conocer la verdad de lo acontecido en  épocas pasadas.
                       Ahora bien, tomemos una balanza, pongamos en uno de los platillos al juez  y en el otro al preso político a juzgar por haber actuado en defensa de la ley,  hoy, ¿Hacia que lado se desplazará el fiel de la balanza?
                        Señores Jueces, si algo puede aliviar el peso de las cruces que sin duda  cargan sepan que no son uds. los únicos culpables de estos desvaríos en los que  se desenvuelve la República, también son culpables la prensa, los foros  políticos, la Iglesia, el parlamento y como ejecutor el Gobierno. Pero también  pesa una responsabilidad mayor sobre la sociedad argentina que en su miedo ha  decidido restarle importancia o lisa y llanamente desconocer un acontecimiento  de trascendencia mundial con fue la década de los setenta y esta actitud  hipócrita nada hace para que se escriba con sinceridad en el libro de la  República la verdad de lo acontecido. Silenciar las diarias arbitrariedades que  se cometen a diario en los juicios, tergiversar los hechos es permitir que sus  hijos se formen en, cuanto menos, el engaño.
                        Se hace necesario que la cordura retorne al seno de la sociedad argentina  y que la violencia ceda al orden dentro de la libertad y la justicia, que todos  volvamos a sentirnos hermanados en la devoción y lealtad a la Patria, olvidando  el recelo, el odio y la venganza, sin olvidar la desgracia que enlutó a la  Argentina, que tal vez intente volver a ensangrentar  nuestro  suelo en un mañana que nadie desea pero que sería imprudente  descartar.
                        Señores Jueces, no olviden que la Argentina puede sangrar pero los  argentinos no la dejarán morir.
 Miguel Etchecolatz
Comisario Mayor (RE)
Policía de la Provincia de Buenos Aires    
 
 
 
