I6-2009 Sobre el SMO.
Buenos Aires, 25 de marzo de 2009
Para correo de lectores
Sobre el Servicio Militar Obligatorio
Un antiguo refrán dice: “el soldado es como Dios, mientras hay paz y tranquilidad, nadie se acuerda de él, pero cuando se está en peligro, todos imploran por él…”. Lo expresado viene a cuento por las recientes declaraciones públicas que hablan de la necesidad de reinstalar otra vez el Servicio Militar Obligatorio (SMO) en nuestro país, como forma eficaz para frenar la creciente y alarmante ola de delincuencia juvenil que tanto está afectando a la sociedad Argentina.
Es indudable que el tema está instalado y en muchos hogares argentinos el mismo es recurrente. Es más, es uno de los tantos argumentos que marcan el comportamiento contradictorio de los argentinos. En efecto, no debemos olvidar que hace ya más de quince años la sociedad argentina llegó a la conclusión de que si había algo inservible en este país eso era el SMO. Y los confundidos sostenedores de esta teoría argumentaban “que era una pérdida de tiempo, que sacaba a nuestra juventud de sus estudios o trabajo para tenerlos al “cuete” durante un año barriendo los cuarteles, cortando el pasto y aguantando las arbitrariedades de los sádicos militares”…
Estos mismos argumentos falaces utilizó el ex presidente de Anillaco para ganar votos en su reelección, y con su secuaz, el obsecuente y traidor general Balza, logró borrar de un plumazo el SMO aprovechando el caldo de cultivo favorable que para ello había generado el triste y célebre caso del soldado Carrasco en la provincia del Neuquén. Recuerdo que por ese entonces desde la cárcel de Magdalena donde estábamos presos los conocidos como “carapintadas”, escribimos cartas de lectores y algún que otro artículo criticando esta resolución que fue tomada sólo con fines electoralistas sin analizar siquiera cómo la misma podía o no afectar a la Defensa Nacional.
Desde entonces una sociedad pacifista –que no es lo mismo que pacífica– se contentó con esta medida y así fue como, año tras año, miles de jóvenes argentinos dejaron de recibir instrucción militar y la educación complementaria sobre valores patrióticos, morales y espirituales que hacían a su mejor formación integral como ciudadanos argentinos. Hoy nos encontramos ante la triste realidad de que no sólo la medida demostró que afectó a la Defensa Nacional, sino que lo hizo también con el núcleo social, ya que todos sabemos y conocemos que parte importante de nuestra juventud está estropeada por el paco y el consumo de alcohol, también por la desocupación (madre de la vagancia y la pereza), la tergiversación de valores y una carga importante de rebeldía hacia todo lo que tenga que ver con autoridad.
En estas condiciones, pensar en el Servicio Militar Obligatorio para reeducar a la juventud, es una utopía, un despropósito y un problema grave para los militares, pues los cuarteles no son reformatorios. Antes habría que pensar en como reeducar a la clase política y dirigente verdaderas responsables de las carencias de valores espirituales, morales y patrióticos que hoy sufre la sociedad argentina y de donde se nutre nuestra juventud.
¡Por Dios y por la Patria!
Hugo Reinaldo Abete
Ex Mayor E.A.