sábado, noviembre 03, 2007

LAS VICTIMAS DEL COMUNISMO...

LAS VICTIMAS DEL COMUNISMO... Y EN LA ARGENTINA QUÉ? difúndalo antes que sea demasiado tarde



Lea esto, y luego preguntémonos: ¿Y en Argentina? ¿No es hora de pedir cuentas a los Kirchner y sus cómplices Montoneros, Erpianos, y demás organizaciones de la guerrilla terrorista, cuántas víctimas hicieron en Argentina? Porque lo de ellos, como los Verbitsky y compañía, fue una agresión marxista ideológica y extranjera (Cuba, Rusia, China) a la Nación Argentina y a su identidad católica. Una agresión que dejó un tendal de cadáveres argentinos, inocentes víctimas de la crueldad perversa de la ideología que hoy está encaramada en el poder del País. Y que quiere esconder con la “historia oficial” y con el descubierto error abusivo de los gorilas liberales su grave culpa histórica, como su actual rencor y su intención revolucionaria que sigue intentando matar el alma argentina. Alma que sin embargo fue bautizada, y es libre y cristiana, y que lleva teñida en sangre la bandera que la cobija bajo el manto de la Virgen de Luján, y que por eso... ¡VIVE!


Comunismo: la terrible carnicería

de Eugenio Corti



Más de 200.000.000 de víctimas. Es el trágico balance de lo realizado por el comunismo. El ateísmo marxista ha combatido a Dios y asesinado al hombre.



“Por sus frutos los reconoceréis” (Mt 7,20). La verdad de esta máxima evangélica, siempre actual, nos lleva a formular un juicio se severa condena del Comunismo.

La consideración de los frutos, o por lo menos, dado el espacio limitado de un artículo, del más trágico de ellos: el altísimo número de víctimas que el comunismo ha provocado en donde se ha instaurado, obliga a todo espíritu libre a condenar en los términos más rigurosos una ideología que, en lugar de defender las clases humildes, ha terminado con el hacer pagar, al precio de su vida, precisamente a millones de pobres y de inocentes la locura de un proyecto diabólico que pretendía de construir una sociedad sin Dios.

Basta recordar, para dar un primer ejemplo, la lucha guiada por Stalin a los campesinos pequeños propietarios que ocasionó en 1929 y 1930 la deportación y exterminio de 10 millones de kulakis, más de 5 millones de subkulakis, a lo que siguieron 6 millones de muertos de hambre en la consiguiente carestía “artificial” de 1931-1932 (con muchos casos de canibalismo). En esta lucha fueron sacrificadas por tanto sumariamente 21 millones de personas.

¿Cuántas fueron en total las víctimas en la Unión Soviética? Ateniéndonos a cuanto afirma el profesor de estadística Kurganov, entre 1917 y 1959, esto es en lo primeros 42 años de dominio comunista, las pérdidas humanas debidas a las deportaciones en los campos de exterminio, a las condenas a trabajos forzado, a los fusilamientos en masa o a las carestías provocadas por el arresto y deportación de millones de campesinos fueron más de 60 millones. Para confirmar este número atrozmente elevado de víctimas, superior por más de diez veces al número de los hebreos perecidos por causa del Holocausto, hay que recordar que el 28 de octubre de 1994, en un discurso al Parlamento ruso (la Duma), Solzhenitsyn ha afirmado que los muertos debidos al comunismo fueron 60 millones: y ninguno, ni en el Parlamento ni fuera, ha levantado objeciones.

En lo que concierne al número de las víctimas provocadas por el comunismo chino, disponemos de información menos detallada, y por muy lejos menos documentada que lo de Rusia. Sin embargo, un cálculo muy cercano a la realidad es posible. Ante todo, respecto al decenio que va desde 1949 (año de la victoria de los comunistas y de la proclamación de la República popular) a 1958 transcribimos lo que escribe el embajador de Italia en Moscú, Luca Pietromarchi: “En China… el comunismo ha causado la pérdida, desde 1949 a 1958, de cincuenta millones de vidas humanas… Más de 30 millones de campesinos fueron enviados a campos de concentración”.

Luego de esto, en los años del “Gran salto adelante” (1958-1960) y en los inmediatos sucesivos, se dieron las pérdidas más terroríficas, debido a la carestía artificial provocada por la expropiación de los campesinos. Según el famoso sinólogo Lazlo Ladany (quien fue por décadas redactor en Hong Kong del noticiero China News Analisys, del que sacaban materia prima prácticamente todos los periódicos occidentales) los muertos de hambre entre el ’59 y el ’62 habrían sido 50 millones. Durante estos mismos años y en los sucesivos hasta 1966 (año del inicio de la “Gran Revolución Cultural”), se dio además el lento, sistemático y permanente homicidio de las víctimas de los “campos de reeducación mediante el trabajo”.

Según R. L. Walker y otros sinólogos, el número de los deportados oscilaba entonces entre los 18 y 20 millones; lo que -queriendo suponer, con optimismo, una mortalidad, en los lager chinos, análoga a la soviética, esto es, del 7-8% anual- comportaría un millón y medio de muertos, aproximadamente, por año, esto es, una docena de millón para el período 1958-1965.

El único estudio sistemático llegado a nuestro conocimiento, relativo a toda la primera fase que va desde 1949 a 1954, es el realizado por Richard L. Walker por encargo del Senado americano: estudio que da -repartiéndolas por categorías- entre un mínimo de 34.300.000 a un máximo de 63.784.000 víctimas, según las fuentes. Faltan allí, no obstante, casi del todo, los datos relativos a las víctimas del “Gran salto adelante”.

En el período sucesivo, esto es en los años desde el 1966 (inicio de la revolución cultural) a 1976 (muerte de Mao), se produjeron las víctimas producidas por la revolución cultural, que suman ciertamente varias decenas de millones.

Un cuadro fundado científicamente del número total de las víctimas hechas por el comunismo en China podría ser sugerido por el estudio estadístico de Paul Paillat y Alfred Sauvy, publicado en 1974 sobre la autorizada revista parisina Population (n.3, pág. 535). Del mismo emerge que la población china era en aquél año inferior en cerca de 150 millones de personas a la que habría debido ser estadísticamente, esto es en base a su tasa de crecimiento, aún calculado en modo prudencial.

En Camboya, en el trienio 1975-1978, el porcentaje de las víctimas inocentes de parte del Comunismo alcanzó una proporción jamás conocida antes en la historia de toda la humanidad. Los jefes comunistas del Khmer, el mismo día de la toma del poder deportaron más de la mitad de la población de su desventurado país. Agregándose la gente ya deportada por ellos en precedencia en las zonas en su poder, se llega a cerca el 80% de la población: de tal modo, prácticamente toda Camboya fue transformada en un enorme lager.

Contemporáneamente a la deportación, los jefes del Khmer dieron comienzo a la eliminación física de todas las personas en algún modo “contaminadas” por el capitalismo (esto es, en Camboya, por el colonialismo), procediendo a la aniquilación de los ex detentadores del poder, ex detentadores del haber y de los ex detentadores del saber.

En conjunto las víctimas fueron, en aproximadamente tres años, cerca de 3 millones, sobre 7 millones de habitantes que contaba el País en el momento de la victoria comunista (en abril de 1975): fueron por tanto más de un tercio de toda la población. El objetivo en vista por parte de los capos-ideólogos Khmer estaba contenido e una terrorífica circular distribuida por ellos a las autoridades provinciales ya en febrero del ’76, que fue llevada a Tailandia por un jefe Khmer prófugo: “Para construir la Camboya nueva un millón de hombres es suficiente”. Mientras tanto todas las tareas de alguna importancia en la sociedad eran, en cuanto era posible, encargadas a niños y adolescentes “no contaminados por el capitalismo” por motivo de su edad.

En los otros países en los que los comunistas han tomado el poder hubo (según el cálculo reciente, minimalista, de S. Courtois, El libro negro del comunismo): en Corea del Norte 2 millones de víctimas, en Vietnam 1 millón, en Europa del Este 1 millón, en Africa 1.700.000, en Afganistán 1.500.000.

Mas, hasta que no afloren noticias que puedan con fundamento modificar la terrible contabilidad de las masacres, se debe permanecer firmemente en el total de 215-220 millones de víctimas, aproximadamente.

Hoy en día, en Italia, una masacre tan extensa, por lejos la mayor de la historia de la humanidad, es como si no hubiera jamás existido: muy pocos se han preocupado de buscar la verdad al respecto.



Las razones

El reciente Libro negro del comunismo no logra individualizar la causa principal de los exterminios: la imposibilidad de cambiar, usando los medio materialistas indicados por el marxismo, la naturaleza y la conciencia del hombre. En la práctica, fanáticamente determinados como estaban en eliminar el mal del mundo, los comunistas no han podido hacer otra cosa que eliminar al hombre del mundo, y lo han hecho, como se ha dicho, en una escala jamás vista antes en la historia. Hoy en día tantos herederos suyos piensan por tanto, confusamente, que aquellas horribles masacres, si no justificadas, al menos fueron ennoblecidas por las buenas intenciones iniciales.

Sea dicho que estas masacres no tenían en efecto el propósito de conservar el poder para los comunistas (no habrían sido necesarias): aquellas masacres formaban parte -paralelamente al incremento de la producción material- del mecanismo que según Marx y Lenín debería haber producido una “sociedad de hombres nuevos”. Tal mecanismo presuponía entre otras cosas la “violencia como nodriza de la sociedad nueva”.

Se quería, en práctica, hacer cambiar a cada hombre su conciencia y su naturaleza. Sin tener en cuenta en lo más mínimo los resultados reales, que consistían solamente en montañas y montañas de cadáveres, los comunistas han insistido sobre este camino porque detenerse habría implicado la renuncia a la utópica sociedad nueva -libre de los males de todas las sociedades precedentes- para cuya construcción había justamente producido un número tan extenso de muertos.

Considerando que, por causa del comunismo, en nuestra época hemos tenido una confirmación extraordinaria de la visión de S. Agustín, para el cual la historia consiste en un alternarse continuo de las dos “ciudades”: la “ciudad terrena” (es decir la sociedad de los hombres, quienes, aún cuando parte de propósitos encomiables, porque excluyen a Dios de su vida, terminan inevitablemente con seguir el “príncipe de este mundo”, o sea el demonio, el cual como sabemos es “homicida”, “padre de la mentira”, “simia de Dios” ) y la “ciudad celeste” (esto es la sociedad de aquellos que para construir la ciudad común se refieren en algún modo a las enseñanzas de Dios), no nos queda más que reafirmar una convicción por otro lado ya considerada fuera de moda, es posible solamente con la condición de respetar la ley de Dios. De otro modo, el triunfo es del demonio. No se da una tercera vía.



Recuerda

“El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir en ningún campo la colaboración con el mismo de parte de quien quiera salvar la civilización cristiana” (Papa Pío XI, Encíclica Divini Redemptoris, 1937).

“(…) Son éstas las razones que Nos obligan, como han obligado a Nuestros predecesores y con ellos a cuantos tienen a pecho los valores religiosos, a condenar los sistemas ideológicos negadores de Dios y opresores de la Iglesia, sistemas frecuentemente identificados con regímenes económicos, sociales y políticos, y entre éstos especialmente el comunismo ateo” (Papa Pablo VI, Encíclica Ecclesiam suam, 1964).



Bibliografia

Eugenio Corti, L'esperimento comunista, Edizioni Ares, Milano 1991.

Eugenio Corti, II cavallo Rosso, edizioni Ares, Milano.

Eugenio Corti, Le responsabilità della cultura occidentale nelle grandi stragi del nostro secolo, Mimep-Docete, Pessano (Ml) 1998.

Aleksandr Solzenicyn, Arcipelago Gulag, 3 voll., Mondadori editore, Milano 1973 - 1976.

Jean Daujat, Conoscere il comunismo, Società editrice il falco, 1977.

AAVV., II libro nero del Comunismo, Mondadori editore, Milano 1998.



Eugenio Corti, el más amado escritor en vida de inspiración católica, según da testimonio un reciente referéndum del periódico diario Avvenire, es nacido y vive en Brianza. Además de las obras citadas en esta bibliografía, indicamos: I più non ritornano. Diario della ritirata di Russia (Mursia); Gli ultimi soldati del re (Ares); Il fumo nel tempio (Ares); La terra dell'india (Ares). Corti es un escritor católico, capaz de leer la vida, los hechos cotidianos y la gran historia con las categorías culturales que nacen de la fe. En esto es auténtico maestro.

Trad. de © Il Timone - n. 4 Novembre/Dicembre 1999.