Argentina
Argentina por
Carlos Aréchaga
A nuestro país, Argentina, no lo gobierna nadie, absolutamente nadie, lo explota, lo despoja la Internacional Dorada y lo saquean, lo desvalijan y lo rapiñan los partidos políticos o la partidocracia con rango constitucional a partir de la reforma de 1994. Esa es la síntesis esencial de una realidad que nos ahoga e impide ser, nos impide ser una comunidad, como mínimo, una comunidad sensata, en la que reine algo tan elemental como la prudencia, la moderación. No somos una comunidad de buen juicio, somos un conjunto de individualidades muchas de las cuales son sensatas, prudentes, moderados, pero esas personas prudentes, bien pensantes, esa gente de provecho, no acepten intervenir en el manejo de la cosa pública. Esto es así y quien piense y medite- no es necesario mucho- sobre el tema tiene que aceptar esto como una verdad, es así, la gente de bien no actúa en política y si lo hace, si ingresa al mundo de la partidocracia es por un breve lapso, el sistema lo expulsa o lo engulle. Esto es así, es así de sencillo y lo es por una, también sencilla razón: el sistema fue hecho para que funcione de tal forma. Ocurrió muchas veces en nuestra historia política: el hombre sensato que ingresa al sistema, lo hace modificado, convertido, pierde su ponderación o, la variante mayoritaria es que la partidocracia lo expulse del modelo o aparato partidocratico. Esto garantiza, y lo ha hecho desde 1853 en adelante, esto asegura a la Internacional Dorada mantener la conducción de sus asuntos en estas tierras, logrando abundantes ventajas económicas, dejando los avatares de mera administración a los gandules parlanchines que han logrado llegar a dirigir el partido o los partidos políticos que constituyen la medula, la columna que vértebra el sistema democrático garantizado por la sacrosanta y parlanchina Constitución de la Nación Argentina.
Esto es tan así que a poco de pensar tenemos que advertir que no es hoy que no existe la planificación a futuro que se necesita en toda comunidad, siempre fue así, Argentina no es un país que construye un futuro, es solo una maquina que fabrica crisis, sus propias crisis. Crisis energética, crisis de comunicaciones, crisis financieras, crisis políticas, laborales, militares, hasta crisis de guerra hemos sufrido en lo contemporáneo. La pregunta: porque se producen?, la respuesta: porque nadie gobierna, solo se administra el día a día y se mangonea para ganar la elección que tenemos cada rato, por imperio de las sagradas instituciones democráticas. Cuando la crisis se produce, cuando llega ese momento que inexorablemente llega, vienen en nuestro “auxilio” los dueños de la Internacional Dorada y se llevan el esfuerzo mal producido, peor juntado y mas que peor acumulado. Somos nosotros los habitantes, la gente del común los que pagamos las crisis, los que sufrimos las consecuencias del desgobierno, pero debemos aceptar que la irresponsabilidad es en esencia nuestra por aceptar sin protesta el sistema político que nos han impuesto y que nos ha producido, diría que empachos de fracasos ocasionados por los que votamos y los seguimos votando. Nuestra conducta es como demencial.
Los actuales administradores de la cosa pública, esta charanga de desaliñados y no muy educados personajes que habitan Casa Rosada prometieron o dijeron o hablaron de reformar el sistema político; es costumbre conocida de las bandadas de politiqueros, no precisar en detalle algo que dicen van a hacer, solo lo dejan caer en alguno de los discursos con los que llenan sus ocios, esos ocios que son producto de la falta de tareas y también de su orfandad intelectual que antes de la función publica la llenaban con ver partidos de football en la televisión o jugando al truco en el club: ahora le toman el gusto a pronunciar discursos, construidos por un escriba muy bien pago, para ser farfullado ante un auditorio alquilado. Es una actividad carente de utilidad, de provecho, de conveniencia y de eficacia, es sin lugar a dudas un pasatiempo, solo eso, un pasatiempo, que nosotros los contribuyentes pagamos muy caro.
La reforma política murmurada en una de las tantas alocuciones barriales, no pasaba de eliminar las famosas listas “sabanas” que según muchos politicologos son la raíz de las deficiencias del sistema político imperante. En opinión de los entendidos si suprimimos las listas sabanas erradicamos todos los males o perfeccionamos la política o la forma de hacer política. Nada más fácil de remediar pero así y todo no lo hacen, nadie de la clase política se acuerda de aquella promesa que iba a solucionar los problemas.
Este tema tiene una consecuencia o resultado que salta, se hace notar, es evidente ante nuestra vista: el sistema político vigente es incorrecto o inconveniente, debe ser reformado. El mismo sistema esta confesando una de las trampas que componen su método operativo: las “listas sabanas” en las que se colocan candidaturas de ignotos personajes a quienes se vota sin conocer, permitiendo de éste modo que el partido político coloque a sus erráticos trotamundos en bien remuneradas bancas legislativas que se aderezan con oportunos fueros para alejar molestos contactos judiciales.
Ahora bien, ni esa pequeña y no sustancial reforma han producido. Esto es así, con modificar la lista sabana algo puede mejorar pero siempre dentro de las prácticas de la partidocracia o sea que aún haciendo lo que prometen no solucionamos el problema, solo que los actores del drama pueden perder alguno de sus protegidos privilegios.
Las reformas impositivas necesarias para simplificar el método o manera de crear el impuesto, de liquidarlo, cobrarlo, que no se superponga, que sea mas sencillo y mas justo- en muchísimos casos, pero en muchísimos, los pobres pagan más que los ricos y muchas empresas no pagan para o porque fomentan fuentes de trabajo- bueno de eso ni se habla, que va, ni se menciona, es posible que ni se piense para no correr el riesgo de que ese cuestión incorpórea que es el pensamiento se materialice en la realidad cotidiana y arrase, malogre o deteriore alguna prebenda existente y en funcionamiento.
Algún allegado que lee algo de lo que escribo dice:”son todas utopías”. Es cierto que lo perfecto no es de este mundo, es extraño al mundo y viene de otro lado, sin embargo lo que digo no es perfecto es apenas sensato, pero nos han hecho perder el sentido de lo comprensible, nos han introducido en un remolino de cuestiones absurdamente complicadas, nos han hecho perder la solidez que tiene lo sencillo.