La Nochebuena del General Videla
En 1975, después del intento de copamiento del ERP al Batallón Arsenal de Monte Chingolo, el entonces comandante del Ejército voló a Tucumán para brindar con los soldados del Operativo Independencia. Su mensaje al país para “vencer el desorden y la inseguridad”
Todavía había cuerpos tirados en el Batallón de Arsenales 601 Domingo
Viejobueno, y en sus calles adyacentes, cuando el comandante del
Ejército, general Jorge Rafael Videla volaba hacia Tucumán para celebrar la Nochebuena de 1975 junto a los soldados del "Operativo Independencia"
Los títulos de los diarios, ese día, informaban: "Más de cien
guerrilleros asaltaron un arsenal del Ejército en Monte Chingolo"; "La
lucha más encarnizada se libró ante el portón de la unidad militar";
"Mueren más de 50 extremistas al atacar un batallón en M. Chingolo".
El ataque, al general Videla, no lo sorprendió.
Lo esperaba.
Había recibido la información el domingo 21 en una reunión de altos
mandos, de boca del coronel Alfredo Valín, el jefe del Batallón de
Inteligencia 601. Desde 1974 la inteligencia militar había "infiltrado" a
un espía en las filas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). El
espía, Jesús Rainier, "El Oso", después transportar durante semanas las
armas para una operación de la que no conocía su blanco, finalmente lo
informó: "Monte Chingolo".
El ataque al Batallón sería el lunes 22 de diciembre. Su arsenal tenía 13 toneladas de armamentos.
Los altos mandos dispusieron refuerzos. Se movilizaron tanques, carriers, miles de efectivos en torno a la unidad.
Un militante del ERP que había instalado en los días previos una mesa
de venta de pan dulce en las cercanías del Batallón alertó la novedad.
El ataque no se produjo.
Decepcionados, los altos mandos militares decidieron bajar el "alerta
roja", disponer los francos correspondientes, restablecer la rutina,
reducir la guardia, para inducir al ERP al ataque que había anunciado su
espía. La violencia guerrillera convenía a las Fuerzas Armadas, impactaba a la sociedad, los acercaba al golpe de Estado.
El jefe del ERP, Roberto Santucho, recibió informes de que la operación
había sido advertida por el enemigo. Había un infiltrado. La ordenó
igual.
El ataque guerrillero se produjo en las últimas horas de la tarde del
martes 23, mientras Videla compartía un vino de honor con los
periodistas acreditados el edificio del Libertador.
La operación se inició cuando un camión de transporte de bebidas robado
rompió el portón de la unidad, y le abrió el paso a tantos otros nueve
vehículos. Un coronel apostado en una torre del tanque de agua del
arsenal lo advirtió desde sus binoculares.
En forma simultánea, los guerrilleros tomaron puentes a lo largo del
Camino General Belgrano, en el sur del conurbano bonaerense, también
atacaron comisarías y el Regimiento 7° de Infantería de La Plata.
La respuesta militar fue terrestre y aérea, con helicópteros
artillados, birreactores Aeromacci y aviones bombarderos livianos
Camberra.
A las tres horas de combate, en las filas del ERP se escuchó la orden
de retirada. Durante toda la madrugada del 24 de diciembre, iluminada
por los helicópteros, la Infantería hizo rastrillajes por las villas y
los bordes del Riachuelo, donde algunos se habían dispersado. La
guerrilla tuvo entre 60 y 70 bajas. Algunos de ellos fueron fusilados
luego de haberse rendido. En las villas se calculó que hubo 40 muertos.
Las Fuerzas Armadas y de seguridad perdieron 10 hombres.
Videla sabía que sus sectores afines apoyarían la masacre posterior al intento de copamiento.
No erraba.
"Es posible decir que el saldo impresionante (…) del episodio de Monte
Chingolo produjo en muchos un sentimiento de alivio: cien muertos son
cien enemigos menos, y si fueron más, mejor, cualquiera haya sido la
manera de su muerte", editorializaría la revista católica Criterio, al mes siguiente.
El 24 de diciembre al mediodía, cuando la violencia guerrillera ya estaba controlada, el general Videla voló a Tucumán.
Pensó que desde allí debía hablarles a los argentinos. El país estaba
conmovido y entendería sus palabras. Ya no debía arengar a los soldados
del Ejército ni hacer discursos para el Gobierno, como único
destinatario.
Era hora de hablarle al país, y lo haría junto a los soldados que
rastrillaban la espesura del monte tucumano en busca de los guerrilleros
del ERP, que aspiraban a instalar una "zona liberada".
Sería el marco adecuado para dar a conocer su pensamiento en su mensaje de Nochebuena.
Apenas asumió la Comandancia, con un decreto de Isabel Perón en
la madrugada del 28 de agosto, el general Videla, de 50 años, frío,
pulcro, reglamentarista, sin condecoraciones, pero tampoco sin manchas
en su legajo, sin haberse sumado nunca a complots o facciones internas,
fue recibido con beneplácito por sectores civiles afines.
Se esperaba de él que fuese algo más que un jefe del Ejército.
La revista Cuestionario se preguntó, al mes siguiente de su designación, con la imagen serena de su rostro en tapa: "¿Cuál es el próximo paso de Videla?".
La revista Extra,
del periodista Bernardo Neustadt, lo presentó, también en septiembre de
1975, como "uno de los más serios pensamientos que hoy se hospedan en
el país".
El general Videla transmitía la imagen de un ejército que sólo quería
orden y paz frente a una sociedad horrorizada por la violencia de la
guerrilla, de la Triple A, de los que fueran.
Para ese orden, para esa paz, deberían morir los que debieran morir. Era el sacrificio. El
general Videla lo explicó el 23 de octubre de 1975 en la XI Conferencia
de Ejércitos Americanos, en Montevideo: "si es preciso, en la Argentina
van a morir todas las personas necesarias para lograr la paz del país",
diagnosticó.
Esa clase de discursos, que el gobierno de Isabel Perón avalaba con su
silencio, luego se respaldarían con instrumentos jurídicos, decretos,
directivas secretas.
*Con la creación del Consejo de Defensa –rubricado por la firma del
gabinete de ministros y el presidente provisional Italo Luder, luego del
ataque montonero al cuartel militar de Formosa del 5 de octubre-, las Fuerzas Armadas fueron autorizadas a intervenir en todo el país en la "lucha antisubversiva".
*El día 28 de octubre, una directiva secreta del Ejército (404/75)
marcó las prioridades. Prioridad 1: Tucumán. Prioridad 2: Capital Federa
– La Plata. Prioridad 3: Córdoba. Prioridad 4: Rosario/Santa Fe.
*Se modificó el Reglamento Militar, con la incorporación de LRD, "Lugar
de Reunión de Detenidos". El "sospechoso" sería detenido en base a
informes de inteligencias y trasladado al LRD para interrogatorios, sin
posibilidad de defensa legal. LRD era el eufemismo de de "centros
clandestinos".
Durante el gobierno de Isabel Perón, las Fuerzas Armadas y de seguridad crearían seis LRD.
Uno de ellos era "La Escuelita", en Famaillá, localidad de Tucumán
donde el general Videla celebraría la Nochebuena. Dependía del
Destacamento 142 de Inteligencia del Ejército, y reportaba información
al comando del General Vilas.
Hasta ese momento, en diez meses de actuación del "Operativo
Independencia", por allí habían pasado 1507 personas; 113 habían
desaparecido.
El "exterminio físico del enemigo subversivo" era un discurso
predominante en las fuerzas vivas de la provincia, identificadas con la
acción militar.
En los hechos, el general Acdel Vilas, a cargo del "Operativo
Independencia", era el poder fuerte en la provincia, por encima del
gobernador peronista Amado Juri.
El comando táctico del general Vilas estaba asentado en la V Brigada de
Infantería y además tenía a cargo tenía a cargo a la policía
provincial, Federal y la Gendarmería.
El gobernador Juri había dado la bienvenida al "Operativo Independencia" en la provincia en febrero de 1975.
El gobernador Juri había dado la bienvenida al "Operativo Independencia" en la provincia en febrero de 1975.
"La intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la
subversión apátrida ha encontrado el apoyo y la solidaridad del pueblo y
el gobierno", había afirmado.
Pero el hecho de que el mismo Juri hubiera recibido a los presos
políticos tucumanos amnistiados en mayo de 1973, no lograba satisfacer
el nivel de confianza que requería el ámbito castrense.
Durante 1975, guiados por el general Vilas, algunos diputados
nacionales con cascos y chaquetas militares, se introdujeron en la
pegajosa atmósfera del monte tucumano, con soldados que le abrían el
paso a machetazos para que pudieran recorrer el bosque entre ramas
hostiles; luego regresaban al llano saludando la labor de las Fuerzas
Armadas y reclamando al pueblo que colaborara con "desinterés y alto
sentido patriótico en la guerra contra la subversión".
El campeón del mundial de boxeo Carlos Monzón y otras figuras del
deporte y el espectáculo viajaron al frente tucumano para saludar a los
soldados conscriptos.
El Ejército quería dar a conocer la épica de su accionar para desterrar
algunas "campañas de prensa" que desde el exterior desacreditaban al
Operativo.
Las visitas se producían en un marco de violencia.
El 28 de agosto de 1975 Montoneros había detonado una bomba a control
remoto en el aeropuerto de Tucumán cuando despegaba un avión Hércules
C-130 de la Gendarmería: provocó 6 muertos y 23 heridos.
Para contrarrestar la propaganda montonera de ese operativo, el General
Vilas no dudó en presentar los triunfos militares a la prensa. En una
oportunidad, luego de una emboscada a una columna de la Compañía del
Monte del ERP en el arroyo San Gabriel, el Ejército mató a catorce
guerrilleros. A dos periodistas que acompañaron el operativo militar,
Vilas los invitó a regresar a la capital provincial junto a los
cadáveres, en el camión Unimog del Ejército. Y lo hicieron.
La violencia no sólo estaba en el monte.
Estaba en las calles.
El 1° de diciembre de 1975, un año después que el ERP ametrallara al
capitán Humberto Viola, y lo matara a él y también diera muerte a su
hija de tres años, una camioneta con siete de guerrilleros del ERP
explotó en el mismo lugar, sobre Ayacucho al 200. Lo firmó el comando
"Dios, Patria o Muerte".
Videla sentía afinidad por Tucumán.
En esa provincia había servido como jefe de Estado Mayor de la V
Brigada de Infantería desde fines de 1968, en momentos en que se sentían
las consecuencias del cierre los ingenios azucareros. La desocupación
obligó a miles de tucumanos a la migración interna. Incluso, cuando era
coronel, en 1970, Videla llegó a gobernar la provincia por algunas
semanas.
Cuando llegó al aeropuerto el 24 de diciembre de 1975 fue recibido por
cientos de soldados del Operativo Independencia y recibió el saludo del
arzobispo de Tucumán monseñor Blas Victorio Conrero. Ya no estaba el
general Vilas en el mando del Operativo Independencia. Seis días antes
lo había reemplazado el general Antonio Bussi.
"General, usted no me ha dejado nada por hacer", anotaría Vilas con
orgullo en su "Diario de Campaña", las palabras que le ofrendaría Bussi
en el traspaso de mando.
Vilas dejaría el Operativo condecorado por el senado provincial.
A esas alturas, los pocos guerrilleros del ERP que se mantenían en el
monte habían sido trasladados a Buenos Aires para participar del ataque
al Arsenal de Monte Chingolo
El mensaje de Nochebuena del general Videla sería reflejado con sentido
patriótico, sin desdeñar poesía, por la prensa política.
"El comandante general del Ejército Jorge Rafael Videla, pasó la
Nochebuena en Tucumán, junto a sus soldados. Si es que hizo algún
brindis, con seguridad fue con el jarrón de latón que impera en los
vivaques desde los que se combate a la acción subversiva desplegada en
el norte argentino", se publicó "La Opinión".
Desde la sede de la zona de operaciones del Ejército en Famaillá, el general Videla habló a los argentinos (Extractos):
"Mientras
la Cristiandad festeja en Famaillá la llegada del niño Dios, El
Ejército Argentino en operaciones, aquí en el corazón del monte
tucumano, como en todo el ámbito del país, lucha armas en mano para
lograr esa felicidad y esa paz que mi mensaje clama.
Lucha
nuestro ejército, el ejército de la Nación, contra delincuentes
apátridas que pretenden mediante el vil asesinato, quebrar al Estado y
ocupar el poder para cambiar el sistema de vida nacional tan caro a los
sentimientos profundamente cristianos de nuestro pueblo. Y lucha como lo
hizo ayer en el batallón de Arsenales 601, con fuerza, con fe, con el
coraje propio de nuestra estirpe, con la seguridad de que ese nuevo
triunfo se extenderá a lo largo y lo ancho de la República allí donde la
delincuencia subversiva pretenda hacer pie.
Frente
a esta situación, es imprescindible que el pueblo argentino y sus
Fuerzas Armadas tomen conciencia de la gravedad de las horas que vive la
Patria.
Tenga
presente el ejército y compréndalo así la Nación, que la delincuencia
subversiva si bien se nutre de una falsa ideología, actúa favorecida por
el amparo que le brinda una pasividad cómplice. (…)
Ante
esta dura realidad que aceptamos con patriotismo y espíritu de
servicio, miramos consternados a nuestro alrededor y observamos con
pena, pero con la sana rabia del verdadero soldado, las incongruentes
dificultades en las que se debate el país, sin avizorarse solución.
Frente
a estas tinieblas la hora del despertar del pueblo argentino ha
llegado. La paz no sólo se ruega, la felicidad no sólo se espera, sino
que también se ganan. El Ejército argentino, en el justo derecho que le
concede la cuota de sangre generosamente derramada por sus hijos héroes y
mártires, reclama con angustia pero también con firmeza una inmediata
toma de conciencia para definir posiciones. La inmoralidad y la
corrupción deben ser adecuadamente sancionadas. La especulación
política, económica e ideológica, deben dejar de ser medios utilizados
por grupos de aventureros para lograr sus fines. El orden y la seguridad
de los argentinos deben vencer el desorden y la inseguridad. (…).
El 14 de septiembre de 2017, casi 42 años después de aquel discurso de
Nochebuena del general Videla, el Tribunal Oral Federal de Tucumán
finalizó el juicio por el "Operativo Independencia" con la condena de
policías y militares por delitos de lesa humanidad –secuestros,
torturas, violaciones sexuales y homicidios-, contra 271 víctimas.
*Marcelo
Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro es
"Primavera Sangrienta. Argentina 1970-1973. Un país a punto de explotar.
Guerrilla, presos políticos y represión ilegal". Ed. Sudamericana.
**Bibliografía consultada. "Los 70. Una historia violenta", del autor
de esta crónica. "Sangre en el monte. La increíble aventura del ERP en
los cerros tucumanos", de Daniel Gutman y "1976. La conspiración", de
Juan B. Yofre. "Los doblados. Las infiltraciones del Batallón 601 en la
guerrilla argentina", de Ricardo Ragendorfer. También se consultaron
artículos periodísticos del diario "La Opinión" del mes de diciembre de
1975.