CUANDO LA CORRUPCIÓN ANDA SOBRE RIELES
Debe
entenderse que si existe algún sistema por el cual las sociedades deben
darlo todo, es la democracia. Ella no está exenta de tropiezos pero
siempre saca a relucir las salvaguardas que permiten corregirlos. Cada vez
que el facto ilegítimo en origen y en ejercicio subvirtió el orden
establecido desplazándola y reemplazándola, la sociedad sufrió y mucho.
Empero los tiempos recientes en Argentina mostraron que también desde la
legitimidad de origen, se puede mancillar el estado de derecho, conculcar
las garantías constitucionales, poner en un freezer la república
ejerciendo la suma del poder y llenar bóvedas con dinero de la
corrupción.
Aprovechándose de la dubitativa y deficitaria disposición del
actual gobierno para ocuparse del área de la comunicación, sectores de la
oposición languideciente arman su arsenal dialéctico y apuntan su
resentimiento hacia una gestión que apenas llega a los cuatro
meses.
La creencia
de que en al amanecer del macrismo en el poder se concretarían acciones
destinadas a dar cuenta de la situación hallada al abrir cajones, ficheros
y archivos –que corroborarían presunciones reveladas en la campaña-,
parecieron sufrir un extraño freno. Y ello generó desconfianza en el
sentido de que lo que inicialmente se prometiera como una ronda de
acuerdos con vistas a asentar la gobernabilidad, se fue diluyendo en la
medida que la oposición rotuló como negociación lo que sería una
desembozada extorsión.
Lo asuntos
más urticantes y sensibles –incluyendo la revisión minuciosa de las
cuentas públicas, el estado financiero de los organismos oficiales, el
endeudamiento, la brecha fiscal y los contratos viciados de corrupción-
pasaron a formar parte de una suerte de moneda de cambio en pos de
posibles arreglos tendientes a evitar los grandes escándalos que se
avizoraban.
Es así que
se ha producido un curioso triángulo cuyos vértices se asientan en
convertir el quórum parlamentario en factor extorsivo para atemperar las
duras imputaciones sobre la administración saliente a cambio de aprobar
leyes críticas, y presionar por el reintegro de montos descontados a las
provincias de la recaudación primaria coparticipable. Y el tercer punto
crítico de la figura geométrica lo marcó el propio gobierno al poner sobre
la mesa un elemento muy caliente: la gravísima situación financiera del
interior cuya remisión voluntariosa de anticipos del Palacio de Hacienda
resultan como el aire, el agua y el pan pero no será inagotable. De allí
que los gobernadores hayan sido los más entusiastas a la hora de arreglar
con los holdouts y aplacar a los más díscolos de la bancada K.
Si algo
faltaba para agitar más las aguas, el sábado 2 de abril se produjo
la detención en Córdoba del ex secretario de Transporte del kirchnerismo,
Ricardo Jaime, de cuyas andanzas da cuenta el escritor Omar Lavieri en su
libro El Rekaudador. Su nombre llenó los espacios de todos los
medios a través de sus maniobras dolosas, algunas de las cuales culminaron
en condenas judiciales pero varias más aún aguardan someterse al brazo de
la justicia. Ello llevó a calificar su conducta como “corrupción seguida
de muerte” (recordando la tragedia de la Estación Once, del F.C.
Sarmiento).
Muy triste
es que su defensor, Andrés Marutián, haya dicho que las gravísimas
irregularidades cometidas en la compra fraudulenta a España y Canadá de
coches ferroviarios en descarte –una virtual chatarra- por 220
millones de euros, cuya mitad habría ido aparar al bolsillo de
Jaime, respondieron a “directivas de Néstor y Cristina Kirchner”. El
material rodante y ahora desechado por ruinoso (unas 600 unidades), yace
en cementerios ferroviarios del país como vergonzante muestra de una
corrupción estructural que se pretendió cubrir con impunidad. Trasladar
culpas a los jefes por temor a la celda, es un claro acto de deslealtad.
Nadie está
obligado a cumplir mandatos superiores que involucren actos indecentes,
delictuosos o criminales y en especial en el ámbito del Estado (civil o
castrense). Ergo, no se pueden consumar acciones que configuren
delito basado en una descarada “obediencia debida”, a menos que se ejerza
el rol de partícipe necesario en el ilícito, bajo promesa de una jugosa
compensación. Ante la imposición de órdenes repudiables, siempre queda la
vía de la renuncia como sustento ético. Una desobediencia
debida.
Jaime y
ahora Lázaro Báez, no valen tanto por lo que puedan admitir, sino por
cuanto puedan revelar sobre terceros (incluyendo a Cristina Fernández y
Julio De Vido). Los cruces cautelosos desde el ministerio de Transporte
hacia la Casa Rosada para entregarle a Néstor Kirchner bolsas con dinero,
revelados por testigos calificados, dan cuenta de una verdadera banda
nacida y crecida a la sombra del poder.
Poco a poco
irán desfilando ante los magistrados otras figuras relevantes del Clan
Santa Cruz, mientras sigue en veremos la sentencia de un vicepresidente
probadamente corrupto, elegido por el dedo de Cristina como compañero de
fórmula. Ella misma se apronta para un inminente interrogatorio, que
tendrá como cotillón de fondo una concentración frente a los tribunales
repudiando la citación. Serán sólo silbidos en la oscuridad.
Julio de
Vido, involucrado en investigaciones en Brasil y EE.UU. por supuestas
coimas, ha sido distinguido con la presidencia de la Comisión de Energía
de la Cámara de Diputados. Es como si al Rey Herodes se le confiara la
presidencia de la Comisión de Jardines de Infantes. Y el diputado Máximo
Kirchner también deberá concurrir a los estrados por presunta vinculación
con negocios turbios en común con Lázaro Báez, algo que resiste
atribuyéndolo a una persecución política. Descalificar una convocatoria de
la justicia tiene un fuerte tufillo a admisión de culpa.
Párrafo
aparte para un tema poco abordado. La abogada Alessandra Minnicelli,
segunda funcionaria en importancia de la Sindicatura General de la Nación
(SIGEN), órgano rector del sistema de control interno de la gestión
pública, es la esposa de De Vido. Ella debía velar por la correcta
administración y apego por las normas de su consorte. Y tan poco se
ocupó, que le allanó el camino hacia la corrupción por lo cual deberá
ahora rendir cuentas ante los jueces.
Las
sociedades que por mirar de reojo la realidad consienten los males que no
merecen, terminan renunciando a los bienes que sí merecen. El estado de
corrupción urdido y naturalizado por el kirhnerismo con un esmero digno de
mejores causas y que tuvo en la gestión santacruceña una especie de banco
de pruebas, destruyó el Estado y sus instituciones. Pero más daño le hizo
a la fe y la esperanza de millones de argentinos.