Temas de Historia de la Iglesia
JOSÉ SANCHEZ DEL RIO, FUERTE ANTE LOS PERSEGUIDORES
FRANCISCO JAVIER SANDOVAL OCHOA
Mucho hay que decir sobre el conflicto que hubo en México durante la
época de la guerra cristera (1926-1929), que fue una sangrienta
persecución hacia la fe católica, pero en esta ocasión bastará dar unas
líneas breves para situarnos del ambiente que se vivía y así poder
entender mejor la situación donde vivió y murió el Beato José Sánchez
del Rio.
La recién redactada constitución de 1917 venía a confirmar lo que las anteriores constituciones habían consagrado y anunciado, es decir la laicidad de México y su separación de la Iglesia. El presidente Plutarco Elías Calles ordenó que ese artículo quedara claramente reglamentado, produciendo una ley absolutamente anticlerical que entre las cosas que legislaba era que se procediera a la clausura de escuelas religiosas y monasterios, se expulsara a sacerdotes extranjeros, el número de sacerdotes seria uno por cada seis mil habitantes, desaparecía la libertad de enseñanza y el derecho de educar a las personas en la fe, se prohibía vestirse de manera religiosa y cualquier acto religioso en público, entre otras más, todo lo anterior teniendo consecuencias penales. Los obispos viendo que no era posible ejercer el culto decidieron, con la autorización de la santa sede, suspenderlo, el gobierno respondió a esto haciendo a expulsar a los obispos y cerrando templos y escuelas católicas con más prontitud y violencia.
Ante esta situación un grupo de católicos buscaron armar un boicot, pedían que se gastara lo menos posible y que no se pagaran impuestos hasta que las leyes persecutorias desaparecieran y se dieran garantías para el libre ejercicio de la fe, la resistencia pacífica no tuvo éxito y en esa época comenzaron a haber asesinatos contra sacerdotes y contra católicosque pasaban a ser considerados delincuentes y traidores de la nación, los católicos al haber agotado todos los medios pacíficos, comenzaron a tomar armas y a organizarse en pequeños grupos para buscar la libertad de la Iglesia, enfrentarse al gobierno y su ejército que asesinaban al que no apostataba y que tenía un odio implacable a la iglesia y a Dios. Así nació un ejército sin nombre que las tropas oficiales, al tener los primeros enfrentamientos, llamaron con desprecio “el ejército cristero”, nombre que ese ejército tomó oficialmentecon orgullo y honor poco tiempo después.
En
este contexto nació José el día 28 de marzo de 1913, en Sahuayo,
Michoacán. Un niño normal que fue a la escuela en su pequeño pueblo,
desde los diez años ya estaba en un grupo católico que le había enseñado
a rezar y a fomentar la adoración eucarística, cuando en 1926 comenzó
la guerra cristera quiso enrolarse en el ejército popular que se estaba
organizando para combatir la persecución que el gobierno realizaba en
contra de la Iglesia católica, él ya que había visto cómo sus 2 hermanos
mayores se unían a la guerra para defender a la Iglesia, pero su madre
le negó el permiso ya que tenía escasos 13 años, sin embargo José no se
desanimó y continuó insistiendo, su madre acabó por acceder ante las
siguientes palabras de José: “Mamá, nunca ha sido tan fácil ganarse el
cielo como ahora” (http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints)
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FRANCISCO JAVIER SANDOVAL OCHOA
La recién redactada constitución de 1917 venía a confirmar lo que las anteriores constituciones habían consagrado y anunciado, es decir la laicidad de México y su separación de la Iglesia. El presidente Plutarco Elías Calles ordenó que ese artículo quedara claramente reglamentado, produciendo una ley absolutamente anticlerical que entre las cosas que legislaba era que se procediera a la clausura de escuelas religiosas y monasterios, se expulsara a sacerdotes extranjeros, el número de sacerdotes seria uno por cada seis mil habitantes, desaparecía la libertad de enseñanza y el derecho de educar a las personas en la fe, se prohibía vestirse de manera religiosa y cualquier acto religioso en público, entre otras más, todo lo anterior teniendo consecuencias penales. Los obispos viendo que no era posible ejercer el culto decidieron, con la autorización de la santa sede, suspenderlo, el gobierno respondió a esto haciendo a expulsar a los obispos y cerrando templos y escuelas católicas con más prontitud y violencia.
Ante esta situación un grupo de católicos buscaron armar un boicot, pedían que se gastara lo menos posible y que no se pagaran impuestos hasta que las leyes persecutorias desaparecieran y se dieran garantías para el libre ejercicio de la fe, la resistencia pacífica no tuvo éxito y en esa época comenzaron a haber asesinatos contra sacerdotes y contra católicosque pasaban a ser considerados delincuentes y traidores de la nación, los católicos al haber agotado todos los medios pacíficos, comenzaron a tomar armas y a organizarse en pequeños grupos para buscar la libertad de la Iglesia, enfrentarse al gobierno y su ejército que asesinaban al que no apostataba y que tenía un odio implacable a la iglesia y a Dios. Así nació un ejército sin nombre que las tropas oficiales, al tener los primeros enfrentamientos, llamaron con desprecio “el ejército cristero”, nombre que ese ejército tomó oficialmentecon orgullo y honor poco tiempo después.
LA PRINCESA DE ÉBOLI Y LA FUGAZ FUNDACIÓN DE PASTRANA
Varios
autores nos ayudan a reconstruir este duro episodio de la vida de Santa
Teresa de Jesús. J. L. García de Paz en su reseña biográfica de esta
interesante princesa española, nos explica que Ana de Mendoza y de la
Cerda (1540-1592) era hija única de Diego de Mendoza, Príncipe de Mélito
y nieto del Gran Cardenal Mendoza. Diego se casó en 1538 con Catalina
de Silva, hermana del entonces Conde de Cifuentes. Ana nació en
Cifuentes y murió en Pastrana, por lo que puede considerarse propiamente
como alcarreña. Por su educación tuvo un caracter dominante y altivo.
Pero también voluble, rebelde y apasionado, como el de los antiguos
Mendozas. No hay noticias destacadas de su infancia, salvo la leyenda
referente a la pérdida de un ojo por causa de una caida o de la esgrima.
Pero este dato no es claro, quizá no fuera tuerta sino bizca.
Ciertamente alabaron su belleza, a pesar del parche que la adornaba. El
caso es que cuando su boda se la describe como que la novia era “bonita
aunque chiquita".
Su
educación fue nuy influida por las peleas y separaciones entre sus
padres, en gran parte debidas al caracter mujeriego de Diego. Ana
tomaría partido por su madre. Esta rica heredera fue casada muy joven en
1552 con Rui Gómes de Silva (1516-1573), noble segundón portugués mucho
mayor que ella. El matrimonio no se consumó hasta 1557. Ana y Rui
vivieron definitivamente juntos desde la vuelta de éste en 1559 y
tuvieron seis hijos vivos en los trece años de matrimonio.
Fue una de las mujeres de más talento de su época, y aunque perdió un
ojo a causa de un entrenamiento de esgrima, se la estimaba como una de
las damas más hermosas de la corte española. Entre las teorías que se
barajan sobre la pérdida de su ojo derecho, la más respaldada es la que
asegura que la princesa fue dañada por la punta de un florete manejado
por un paje durante su infancia. Pero este dato no es claro, quizá no
fuese tuerta sino estrábica, aunque hay pocos datos que mencionen dicho
defecto físico. En cualquier caso, su defecto no restaba belleza a su
rostro; su carácter altivo y su amor por el lujo se convirtieron en su
mejor etiqueta de presentación, y ejerció una gran influencia en la
corte.
Esta indómita mujer era profundamente celosa de su marido al que amó hasta el fallecimiento del mismo en 1573. Previamente, habían adquirido el señorío de Pastrana (Guadalajara) dispuestos a engrandecerlo, por lo que el soberano concedió a don Ruy el título de duque de Pastrana. Para ello no escatimaron dinero en construir talleres textiles regentados por reconocidos artesanos flamencos y con moriscos expulsados de las Alpujarras como mano de obra. Además enriquecieron la Colegiata a la vez que reurbanizaron la ciudad. La de Éboli quería que su ciudad se convirtiera en un faro de sabiduría por lo que en 1569 no dudó en llamar a Santa Teresa de Jesús para que fundara allí dos conventos.
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Esta indómita mujer era profundamente celosa de su marido al que amó hasta el fallecimiento del mismo en 1573. Previamente, habían adquirido el señorío de Pastrana (Guadalajara) dispuestos a engrandecerlo, por lo que el soberano concedió a don Ruy el título de duque de Pastrana. Para ello no escatimaron dinero en construir talleres textiles regentados por reconocidos artesanos flamencos y con moriscos expulsados de las Alpujarras como mano de obra. Además enriquecieron la Colegiata a la vez que reurbanizaron la ciudad. La de Éboli quería que su ciudad se convirtiera en un faro de sabiduría por lo que en 1569 no dudó en llamar a Santa Teresa de Jesús para que fundara allí dos conventos.
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A LOS MIL AÑOS DE LA MUERTE DEL PRÍNCIPE VLADIMIR DE RUSIA
Con
ocasión del milenario de la muerte de San Vladimir, acaecida en 1015,
volvemos a proponer un viejo artículo sobre la historia de dicho
príncipe, su abuela santa Olga y la conversión de Rusia
Los orígenes de la actual Rusia hunden sus raices en la historia a
través de un personaje poco conocido para los occidentales y sobre el
que realmente se sabe poco, el jefe Riurik (Rodrigo, en castellano),
nacido en 830. Probablemente danés de Jutlandia, de la casa real de
Haithabu, hay quien lo identifica con el príncipe Hrorek de Dorestad,
hijo del noveno monarca de este linaje. Hay debate sobre la forma en la
que Rurik llegó a controlar el Ladoga y Nóvgorod. La única información
sobre él se encuentra en la Crónica de Néstor del siglo XII, que afirma
que chuds, eslavos, merias, veses y krivichs “llevaron a los varegos más allá del mar, rechazaron pagarles tributo, y se establecieron para gobernarse a si mismos”.
Después las tribus comenzaron a pelear entre sí y en 862 decidieron invitar a Rurik para restablecer el orden. Éste acepto la invitacion y, tras someter la zona del lago Ladoga, fundó en 859 la ciudad de Veliki Novgorod, que gobernó hasta su muerte en 879. De este modo tuvo inicio el principado que, trasladada su capital a Kiev, en 882 por Oleg, uno de sus descendientes, fue conocido como la Rus de Kiev, que perduró hasta 1240, la época de la invasión mongola. Una serie de familias principescas supervivientes descienden por vía patrilineal de Rurik, hasta el último pariente suyo que gobernó Rusia, Basilio IV, murió en 1612.
De modo independiente, cuenta la tradición que poco tiempo de la fundación de Kiev, mucho antes que la conquistase Oleg, llegó de Grecia a dicha ciudad un obispo que comenzó a predicar a sus habitantes el Evangelio y a hablar de los milagros de Dios relatados en el Antiguo y Nuevo Testamento. Sigue narrando la tradición que los rusos -que así llamaremos a los varegos, según una etimología bastante posible- al oír decir que los tres niños no se quemaron en el horno encendido de Babilonia según el libro de Daniel, interrumpieron al predicador y dijeron: “Si no vemos algo parecido, no creeremos en tu historia”. El obispo, después de rezar a Dios, se atrevió a poner el Evangelio en el fuego y el libro sagrado permaneció intacto, hasta las cintas que marcaban las hojas preparadas para la lectura, no se quemaron. Parece ser que debido al impacto de este milagro, muchos de ellos se bautizaron.
Después
de Riurik, fue su pariente Oleg quien gobernó el país. Éste fue tomando
el control de las ciudades del Dniéper y capturó Kiev, controlada
anteriormente por los varegos Askold y Dir, a donde finalmente trasladó
su capital desde Nóvgorod. La nueva capital era un lugar idóneo para
lanzar una incursión contra Constantinopla en 911. Según la Crónica de
Néstor o Primera Crónica Rusa, los bizantinos intentaron envenenar a
Oleg, pero el líder varego demostró sus poderes proféticos rechazando
beber de la copa con vino envenenado. Tras haber clavado su escudo en la
puerta de la capital imperial, Oleg ganó un tratado comercial
favorable, que finalmente fue muy beneficioso para ambas naciones.
Aunque las fuentes bizantinas no registraron estas hostilidades, el
texto del tratado ha sobrevivido en la Crónica de Néstor. Lo que sí
sabemos es que en Constantinopla concertó Oleg un tratado muy ventajoso
para Rusia, un contrato comercial con los griegos.
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Después las tribus comenzaron a pelear entre sí y en 862 decidieron invitar a Rurik para restablecer el orden. Éste acepto la invitacion y, tras someter la zona del lago Ladoga, fundó en 859 la ciudad de Veliki Novgorod, que gobernó hasta su muerte en 879. De este modo tuvo inicio el principado que, trasladada su capital a Kiev, en 882 por Oleg, uno de sus descendientes, fue conocido como la Rus de Kiev, que perduró hasta 1240, la época de la invasión mongola. Una serie de familias principescas supervivientes descienden por vía patrilineal de Rurik, hasta el último pariente suyo que gobernó Rusia, Basilio IV, murió en 1612.
De modo independiente, cuenta la tradición que poco tiempo de la fundación de Kiev, mucho antes que la conquistase Oleg, llegó de Grecia a dicha ciudad un obispo que comenzó a predicar a sus habitantes el Evangelio y a hablar de los milagros de Dios relatados en el Antiguo y Nuevo Testamento. Sigue narrando la tradición que los rusos -que así llamaremos a los varegos, según una etimología bastante posible- al oír decir que los tres niños no se quemaron en el horno encendido de Babilonia según el libro de Daniel, interrumpieron al predicador y dijeron: “Si no vemos algo parecido, no creeremos en tu historia”. El obispo, después de rezar a Dios, se atrevió a poner el Evangelio en el fuego y el libro sagrado permaneció intacto, hasta las cintas que marcaban las hojas preparadas para la lectura, no se quemaron. Parece ser que debido al impacto de este milagro, muchos de ellos se bautizaron.
A los 60 años de Comunión y Liberación
LUIGI GIUSSANI Y LOS COMIENZOS DE COMUNIÓN Y LIBERACIÓN
JOSÉ RAMÓN GODINO ALARCÓN
“¿Cuál es la primera característica de la fe en Cristo? ¡La primera característica es un hecho!”, explicaba Don Luigi Giussani. Un hecho que tiene la forma de un encuentro y que será lo que motive la obra del fundador de Comunión y Liberación. Don
Giussani había nacido en Desio, cerca de Milán, el 15 de octubre de
1922. Procedía de una familia trabajadora en la que fue introducido en
la fe católica por su madre, Angelina, a la vez que su padre, Benjamín,
celoso anarquista, le introducía en la pasión por la música, afición que
marcará toda su vida. Dentro de las escasas posibilidades que tenía la
familia uno de los pequeños lujos que se permitió fue invitar a algún
músico el domingo para escuchar en directo algunas piezas. De sus padres
aprendió, además, algo que será radical para su comprensión del
cristianismo: preguntarse el porqué de las cosas.
Los recuerdos de la vida familiar acompañaron a don Giussani. En
múltiples ocasiones recordaba cómo creció, siendo educado en el respeto a
la persona y en la atención a lo que sucedía, prestando atención desde
pequeño a las noticias. Recordaba con especial intensidad cómo un día,
yendo a Misa con su madre, se sorprendió ante el amanecer y su madre
exclamó: “¡Qué bello es el mundo y qué grande es Dios!”
Este
ambiente hizo que despertara desde pequeño su vocación sacerdotal. El 2
de octubre de 1933 entró en el seminario de Seveso, donde recibió la
Enseñanza Media y el primer año de Enseñanza Secundaria, pasando después
al seminario de Venegono. Allí estudió el resto de la Secundaria, la
Filosofía y la Teología, recibiendo la influencia de profesores como
Gaetano Corti, Giovanni Colombo, Carlo Colombo -que después fue obispo
auxiliar de Milán- y Carlo Figini. Pero no sólo será importante la
influencia de los profesores, la estancia en Venegono hará que conozca a
compañeros de especial importancia en su vida como Enrico Manfredini,
futuro arzobispo de Bolonia. Junto con él y otros amigos descubrió el
valor de la vocación, que se realiza en el mundo y para el mundo.
En estos años tienen lugar importantes descubrimientos para don
Giussani, desde la poesía de Leopardi a la música de Beethoven, Mozart y
Donizetti como expresiones vivísimas del sentido religioso del hombre.
Consideraba el poema A su mujer de Leopardi como una
introducción del prólogo del evangelio de san Juan y creció en la
convicción de que la cima del genio humano es profecía -a menudo
inconsciente- del acontecimiento de Cristo. Todas estas intuiciones
formarían con la base del método educativo de la futura Comunión y Liberación.
En la historia del movimiento destaca el reclamo de que la verdad se
reconoce por la belleza con la que se manifiesta y don Giussani dará una
importancia privilegiada a la estética en el sentido tomista del
término, insistiendo en su reclamo ético.
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JOSÉ RAMÓN GODINO ALARCÓN
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EL ENIGMA DE THOMAS MERTON
En
la Biografía que escribió de su buen amigo desde la juventud -Thomas
Merton- el escritor y artista Edward Rice cuenta que a una dama oriental
que le preguntó que estaba haciendo, le contestó que “estaba
escribiendo un libro sobre un inglés que se hizo comunista, luego
católico, más tarde monje trapense y finalmente budista; en ese momento,
habiendo alcanzado su vida la plenitud, murió”. Tal descripción
del popular monje fallecido hacía poco sentó muy mal en círculos
católicos norteamericanos y peor todavía en su abadía de Gethsemani, de
la que salieron en defensa de la identidad católica de Merton, cuyo
cuerpo yacía como el de un monje más en el cementerio monástico.
Esta anécdota nos sirve como punto de partida para recordar a ese
gran enigma que fue Thomas Merton. Sobre él comenta el experto
historiador del monacato benedictino, García M. Colombás en su libro “La
tradición benedictina”, que nos sirve de base para estas líneas: “Es
un mundo, un universo. Lleno de luces y sombras, de afirmaciones
rotundas y de dudas lacerantes. ¿Quién fue realmente Thomas Merton? Ni
él mismo logró dilucidarlo” De él se ha dicho también que fue “el monje más famoso del mundo” (Linage Conde) e incluso “una suerte de San Bernardo del siglo XX” (Dom Jean Leclerq). Pero, ¿realmente fue tal?
Sigue diciendo el P. García Colombás que “tanta
es la devoción que los ‘mertonianos’ profesan a su maestro y caudillo
que no dudan en darle la razón en todo y aún en canonizar sus yerros
como gracias especialísimas de Dios. Lo que no está en modo alguno de
acuerdo ni con la verdad ni con lo que él deseaba”. Su fama la
conocemos todos como escritor best-seller traducido a casi todos los
idiomas de la tierra, pero, quizás muchos no conozcan sus yerros, que
difícilmente encontramos divulgados en los muchos libros que hablan del
famoso monje.
Nacido en Prades, Francia, el 31 de enero de 1915 -se acaba de
celebrar el centenario- de padre neozelandés y madre norteamericana,
perdió a su madre a los 6 años y a su padre a los 18, lo cual le influyo
toda su vida, como él mismo escribirá años después. Creció en
Inglaterra y tras una azarosa y apasionada vida de estudiante
universitario de letras en Cambridge y después en Columbia, en Nueva
York -en la cual tuvo un hijo con una amiga y a través de abogados se
aseguró de no tener que volver a ver nunca más ni a la madre ni al hijo-
ya al final de los estudios a través de amigos conoció a un monje hindú
el cual le cambió su vida: Le recomendó con gran sentido común que si
quería profundizar en la espiritualidad se leyese primero a los místicos
occidentales. Esto le llevó a leer las Confesiones de S. Agustín y la
Imitación de Cristo. Eran los primeros pasos que le llevaron a la
conversión y a recibir el bautismo en noviembre de 1938.
A partir de su conversión empezó a rondar en su cabeza la idea de la vida religiosa y lo intentó primero con los Franciscanos de Nueva York, pero estos, escandalizados por su pasado, no se atrevieron a aceptarlo. Mientras tanto había conocido a los Trapenses de Gethsemani (Kentucky) y había quedado fascinado por su vida, pues eran tiempos de bonanza para la abadía y no faltaban las vocaciones, la comunidad florecía. Sus deslices de tiempos de universitario no fueron un obstáculo para que los Trapenses le admitiesen, pues en efecto en aquellos tiempos la vida de la Trapa se veía fundamentalmente como un camino de dura vida penitencial. Pero supuso también romper con su vida anterior, regalar sus ropas y sus libros, olvidarse de sus aspiraciones literarias que le habían hecho soñar con un gran porvenir en el mundo de las letras, con las cuales había hecho ya sus primeros pinitos, y sumergirse en las tierras perdidas de Kentucky, cosa que hizo en febrero de 1942. Al comenzar su vida monástica le dieron un nuevo nombre, Louis y el vivió estos inicios con entusiamo y con el alma en paz. El escribir se había acabado para siempre, y así se lo planteó desde el comienzo de su postulantado. Pero eran solamente los comienzos…
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A partir de su conversión empezó a rondar en su cabeza la idea de la vida religiosa y lo intentó primero con los Franciscanos de Nueva York, pero estos, escandalizados por su pasado, no se atrevieron a aceptarlo. Mientras tanto había conocido a los Trapenses de Gethsemani (Kentucky) y había quedado fascinado por su vida, pues eran tiempos de bonanza para la abadía y no faltaban las vocaciones, la comunidad florecía. Sus deslices de tiempos de universitario no fueron un obstáculo para que los Trapenses le admitiesen, pues en efecto en aquellos tiempos la vida de la Trapa se veía fundamentalmente como un camino de dura vida penitencial. Pero supuso también romper con su vida anterior, regalar sus ropas y sus libros, olvidarse de sus aspiraciones literarias que le habían hecho soñar con un gran porvenir en el mundo de las letras, con las cuales había hecho ya sus primeros pinitos, y sumergirse en las tierras perdidas de Kentucky, cosa que hizo en febrero de 1942. Al comenzar su vida monástica le dieron un nuevo nombre, Louis y el vivió estos inicios con entusiamo y con el alma en paz. El escribir se había acabado para siempre, y así se lo planteó desde el comienzo de su postulantado. Pero eran solamente los comienzos…
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El intelectual y el humilde fraile
EL P. DOMENICO BARBERI Y LOS 170 AÑOS DE LA CONVERSIÓN DEL CARDENAL NEWMAN
Sobre
el Cardenal Newman se ha escrito mucho, especialmente hace unos años
con ocasión de su beatificación, y mucho más se deberá escribir todavía
pues es la riqueza de su pensamiento y de su testimonio cristiano no se
agotan en unos cuantos libros. Sus escritos todavía tienen que seguir
inspirando a teólogos y pensadores y sus virtudes iluminando a los
oratorianos, a todo tipo de sacerdotes y, en general, a todos los
cristianos. Entre los temas de su biografía que más se han tratado está
el de su conversión, propuesta como ejemplo de camino intelectual de
descubrimiento de la Iglesia Católica como la verdadera fundada por
Jesucristo, a través del estudio de los Padres de la Iglesia y de las
primitivas fuentes cristianas.
Fue así, sin duda, un camino progresivo, vivido con dificultad, muy
valiente y meritorio, sin duda ejemplar para intelectuales de buena
voluntad que quiera buscar la verdad sin prejuicios, lo cual no siempre
es fácil. En este año que se va a cumplir el 170 aniversario de dicho
evento, bueno es volver sobre el tema, y lo hacemos tomando como base un
texto de hace unos años.
Al camino intelectual y espiritual que supuso la conversión de John Henry Newman contribuyeron otros factores, como los ataques que recibía por todas partes y su desilusión ante ciertas decisiones de los obispos anglicanos de aquel momento. Este fue el caso de la erección de un obispado para protestantes en Jerusalén, en cuya decisión había muchos intereses político-religiosos y el parlamento inglés había jugado por supuesto un papel determinante. Todo esto hizo rebajarse hasta el mínimo la fe de Newman en la iglesia anglicana. Walter Nigg describe lo que le ocurría: “Al solícito anglicano le pasaba lo peor que lo puede pasar a un hombre: él había perdido la fe en la idea que antes amó con pasión, y con ello se venía abajo el edificio mental de su mundo. Todo terminó con un ruidoso fracaso, el cual creó el preludio de una tragedia”.
Y
contribuyó mucho espiritualmente otro factor que no siempre ha sido
destacado por sus biógrafos, a veces solamente mencionado, si bien creo
que fue de grandísima importancia: Su contacto con un humilde fraile
italiano, Domenico Barberi (1792-1849), pasionista, cuyo ejemplo y amor a
la cruz cautivaron al clérigo de Oxford, y sobre el cual dijo Pablo VI
dijo el día de su beatificación: “Si no hubiese sido por Domingo
Barberi, John Henry Newman no hubiera sido recibido en la iglesia
católica”.
Domenico, apellidado en religión “de la Madre de Dios”, había nacido
en 1792, cerca de Viterbo pobre, de familia pobre de campesinos y al
morir su padre antes que cumpliese seis años, tuvo que ser “adoptado”
por su tío. Después de años de vida de campo y de ser rechazado para el
servicio militar, a la edad de 22 años cuando, por frecuentes llamadas
interiores, comprendió que Dios lo invitaba a una vida diferente.
Dejando entonces el cultivo de los campos, ingresó en la Congregación
pasionista, donde reveló extraordinarias cualidades de mente y corazón.
Ordenado sacerdote, se entregó a la enseñanza, al ministerio de la
palabra, a la dirección de las almas y a la composición de numerosos
escritos sobre materias de filosofía, teología y predicación. Imbuido
del espíritu de san Pablo de la Cruz, que tanto había soñado con la
conversión de Inglaterra, y gracias a haber tratado a algunos conversos
del anglicanismo, como Sir Henry Trelawney o el religioso pasionista
Ignacio de San Pablo, fue madurando en su corazón la idea de ir a
evangelizar a Inglaterra.
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Al camino intelectual y espiritual que supuso la conversión de John Henry Newman contribuyeron otros factores, como los ataques que recibía por todas partes y su desilusión ante ciertas decisiones de los obispos anglicanos de aquel momento. Este fue el caso de la erección de un obispado para protestantes en Jerusalén, en cuya decisión había muchos intereses político-religiosos y el parlamento inglés había jugado por supuesto un papel determinante. Todo esto hizo rebajarse hasta el mínimo la fe de Newman en la iglesia anglicana. Walter Nigg describe lo que le ocurría: “Al solícito anglicano le pasaba lo peor que lo puede pasar a un hombre: él había perdido la fe en la idea que antes amó con pasión, y con ello se venía abajo el edificio mental de su mundo. Todo terminó con un ruidoso fracaso, el cual creó el preludio de una tragedia”.
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LA BASÍLICA LIBERIANA ALBERGA EL SEPULCRO DEL PRIMER EMBAJADOR DEL CONGO ANTE LA SANTA SEDE
FRANCISCO JAVIER SANDOVAL OCHOA
Cuando
en el S. XV estaban las grandes potencias mundiales explorando todos
los territorios desconocidos para ellos, un explorador de Portugal
llamado Diego Cao, en una de sus travesías (1480) se introdujo por el
rio Congo, el mayor río de África central, que como es sabido nace en el
Lago Bangweulu y tiene una longitud de 4380 km, que lo convierten en el
segundo río más largo del continente después del río Nilo. Quizás había
oído historias en torno a un reino que había en esas regiones vírgenes o
quizás simplemente por circunstancias tuvo que cruzar ese rio, la
realidad es que descubrió un reino totalmente desconocido para el mundo
europeo, era un reino bien organizado, con cultura y con un buen
gobierno.
Portugal comenzó a tratar con ese reino y así en un posterior viaje
que organizó esta nación se logró hablar con el rey de este reino (su
nombre era Nzinga Nkuwu), se le explicó lo que era Europa, pero
principalmente se le explicó el cristianismo y así este aceptó que se
enviaran algunos misioneros portugueses para que se comenzara a
evangelizar toda la zona. Diez años después, como fruto de esta labor de
los misioneros franciscanos que fueron envaidos, el mismo rey Nzinga
pide ser bautizado adoptando el nombre de Juan I y junto con él muchos
nobles del reino decidieron seguir su ejemplo y así en el año 1491 se
comienza a construir la primer iglesia en ese reino de reciente
hallazgo, que recibió su nombre del rio.
No pocos años después comenzó a haber un cierto descontento por parte de algunos personajes importantes del Congo, principalmente les molestaba el nuevo régimen moral que el cristianismo presentaba y pedían regresar a las tradiciones pasadas. El rey Juan cedió ante esa presión y tristemente acabó por abjurar del cristianismo (aproximadamente en el 1495), muriendo unos años después en el año 1506, pero la semilla del cristianismo no solo estaba sembrada, sino que ya estaba dando sus primeros frutos. Aparece entonces Don Alfonso (1456-1543), quien era el hijo mayor del difunto monarca, un ferviente cristiano que gobernaba una provincia del reino. D. Alfonso reclamaba el derecho de sucesión, sin embargo tenía que enfrentarse a la revuelta que su medio hermano Mpanzu AKitima, que también había apostatado del cristianismo, y también deseaba el poder. En esta lucha D. Alfonso sale triunfador y es reconocido como el nuevo soberano dando el inicio al Reino Cristiano del Congo.
La conversión de este país se dejó ver con una de las primeras acciones que hizo el rey D. Alfonso: La capital Mbanza pasaría a llamarse San Salvador.
Además, continuó la construcción de numerosas iglesias y por supuesto
de una iglesia principal que D. Alfonso alcanzó a ver terminada antes de
morir y que años después sería la catedral de San Salvador. D.
Alfonso tenía un gran celo apostólico, era un rey que deseaba un reino
auténticamente cristiano que no fuera solo de nombre y él fue el primero
en dar ejemplo y ser coherente con su fe a pesar de las adversidades.
San Juan Pablo II dijo sobre él lo siguiente: “Reinó
durante cuarenta años, esforzándose activamente por favorecer la
difusión del Evangelio entre su pueblo. Esos años se consideran la época
de oro de la evangelización del reino del Congo” (Audiencia General, 17-junio-1992)
Entre los planes que D. Alfonso tuvo para el desarrollo de su reino
fue enviar a algunos jóvenes a Portugal para que recibiesen una
educación más completa. Entre estos jóvenes se encontraba su hijo
Enrique, que fue causa de sus grandes alegrías ya que no solamente fue
sacerdote, sino que en el año 1518 fue ordenado obispo y se trató del
primer obispo de piel oscura de toda la cristiandad.
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FRANCISCO JAVIER SANDOVAL OCHOA
No pocos años después comenzó a haber un cierto descontento por parte de algunos personajes importantes del Congo, principalmente les molestaba el nuevo régimen moral que el cristianismo presentaba y pedían regresar a las tradiciones pasadas. El rey Juan cedió ante esa presión y tristemente acabó por abjurar del cristianismo (aproximadamente en el 1495), muriendo unos años después en el año 1506, pero la semilla del cristianismo no solo estaba sembrada, sino que ya estaba dando sus primeros frutos. Aparece entonces Don Alfonso (1456-1543), quien era el hijo mayor del difunto monarca, un ferviente cristiano que gobernaba una provincia del reino. D. Alfonso reclamaba el derecho de sucesión, sin embargo tenía que enfrentarse a la revuelta que su medio hermano Mpanzu AKitima, que también había apostatado del cristianismo, y también deseaba el poder. En esta lucha D. Alfonso sale triunfador y es reconocido como el nuevo soberano dando el inicio al Reino Cristiano del Congo.
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El próximo Doctor de la Iglesia
SAN GREGORIO DE NAREK, CERCANO AL DOCTORADO
Se
están ultimando en la Congregación de los Santos, en el Vaticano, los
pasos necesarios para la declaración por parte del Papa de un nuevo
Doctor de la Iglesia, el próximo que recibirá dicho título: Se trata del
gran Doctor de la Iglesia armenia, que sin embargo para muchos en la
iglesia latina es un gran desconocido, San Gregorio de Narek (Grigor
Narekatsi), monje del siglo X, que ha sido llamado el San Agustín de los
armenios, sin duda no por la cantidad de sus obras sino por el influjo
que han tenido entre los fieles.
El gran Doctor de la Iglesia armenia nació probablemente en el 950,
el pequeño pueblo de Narek, en Armenia, de una familia de escritores. Su
madre murió mientras Gregorio todavía estaba en edad temprana, su padre
Khosrov, quien más tarde se convirtió en arzobispo, escribió el más
antiguo comentario de la iglesia armenia sobre la Divina Liturgia.
Fallecida la espos, Khosrov confió a Gregorio y su hermano Juan a su
primo Ananías Vartabed, llamado “el Filósofo", Abad del monaasterio de
Narek, fundador de la escuela local y del monasterio del pueblo. En
aquella época el cenobio, situado en las orillas del lago Van en
Vaspurakan (hoy territorio turco) era floreciente en vocaciones y en
vida espiritual.
Eran tiempos tranquilos para los cristianos de Armenia, de antiguas raíces. En efecto, en el 451, la Iglesia apostólica armenia, junto con el Patriarcado de Alejandría y la Iglesia jacobita, consideraron que se rompía con lo acordado en el Concilio de Éfeso (425) y se producía una recaída en el nestorianismo, por lo que rompieron formalmente la comunión con el Papa y los demás patriarcas, siendo los escindidos considerados monofisitas. Posteriormente, numerosos obispos armenios intentaron restaurar la comunión con Roma: en 1195, durante las Cruzadas, los católicos del reino armenio de Cilicia entraron en una unión con los católicos romanos que duró hasta que el reino fue conquistado por los mamelucos en 1375. La unión fue posteriormente restablecida durante el Concilio de Florencia en 1439, mediante el decreto Exultate Deo del 22 de noviembre, pero no tuvo ningún efecto práctico hasta 1740, cuando Abraham Bedros Ardzivian, quien previamente se había convertido al catolicismo romano, fue nombrado Patriarca de Sis (antigua Cilicia). Dos años antes, el papa Benedicto XIV había establecido formalmente la Iglesia católica armenia.
Pero
la vida de San Gregorio se sitúa en plena época de la separación, en
una época de paz y prosperidad anterior a las terribles invasiones de
los turcos y los mongoles. E trata de unos años en la que Iglesia
armenia experimentó un auténtico renacimiento cultural, al cual
contribuyó grandemente el mismo Gregorio. El monasterio de Narek, hoy
deshabitado, fue destruido como comunidad religiosa en el siglo XX, tras
el genocidio armenio, la deportación forzosa y exterminio de un número
indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un
millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los
Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.
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Eran tiempos tranquilos para los cristianos de Armenia, de antiguas raíces. En efecto, en el 451, la Iglesia apostólica armenia, junto con el Patriarcado de Alejandría y la Iglesia jacobita, consideraron que se rompía con lo acordado en el Concilio de Éfeso (425) y se producía una recaída en el nestorianismo, por lo que rompieron formalmente la comunión con el Papa y los demás patriarcas, siendo los escindidos considerados monofisitas. Posteriormente, numerosos obispos armenios intentaron restaurar la comunión con Roma: en 1195, durante las Cruzadas, los católicos del reino armenio de Cilicia entraron en una unión con los católicos romanos que duró hasta que el reino fue conquistado por los mamelucos en 1375. La unión fue posteriormente restablecida durante el Concilio de Florencia en 1439, mediante el decreto Exultate Deo del 22 de noviembre, pero no tuvo ningún efecto práctico hasta 1740, cuando Abraham Bedros Ardzivian, quien previamente se había convertido al catolicismo romano, fue nombrado Patriarca de Sis (antigua Cilicia). Dos años antes, el papa Benedicto XIV había establecido formalmente la Iglesia católica armenia.
El último día de Monseñor Romero
RECORDANDO EL DÍA DEL ASESINATO DE MONS. ÓSCAR ARNULFO ROMERO
Mons.
Óscar Arnulfo Romero fue asesinado, como es sabido, el 24 de marzo de
1980. El día anterior, último domingo de cuaresma, había celebrado la
Misa como era su costumbre en la basílica del Sagrado Corazón -que por
aquel entonces hacía de catedral de San Salvador - y su predicación duró
casi dos horas, con el famoso llamamiento a los soldados para que no
obedecieran órdenes contrarias a la ley de Dios, para qne no asesinaran,
para que pusieran fín a la represión. En la reunión preparatoria de la
homilía, el sábado, (costumbre que tenía Mons. Romero para consultar y
asesorarse sobre la prudencia de las palabras que después predicaría
cada domingo) el padre Fabián Amaya le había sugerido que dijera algo
en ese senddo pero no imaginaba que Romero se lanzaría a un llamamiento
tan solemne, que para los altos mandos militares era un grave acto
subversivo. Si, hipotéticameníe, hubiera estado sujeto a los códigos
militares, Mons. Romero habría podido ser declarado culpable de
incitación a la insubordinación y podría haber sido condenado a ser
fusilado. Probablemente dicho llamamieiito precipitó el asesinato del
arzobispo, planificado desde hacía tiempo.
La mañana del lunes los autores del crimen vieron en los principales
periódicos de San Salvador el aviso de la misa que Mons. Romero iba a
celebrar por la tarde, a las 17:30, en sufragio de Sara de Pinto, y
decidieron pasar a la acción. Ese mismo lunes por la mañana el prelado
fue temprano, como siempre, a la iglesia del hospital de la Divina
Providencia, donde vivía, para rezar. Pasó brevemente por la curia
diocesana y luego fue al mar con algunos sacerdotes del Opus Dei. Se
trata de uno de los retiros mensuales de Mons. Romero con el Opus Dei
que eran momentos aí mismo tiempo de reposo, de estudio y de
familiaridad sacerdotal. Los organizaba Fernando Sáenz Lacalle,
sacerdote de la Prelatura, que además asesoraba espiritualmente a Mons.
Romero, aunque su confesor era el anciano P. Azcue, Jesuita. Sáenz
Lacalle fue hecho años después obispo con el tiempo y llegó a suceder a
Romero en la sede de San Salvador.
De
entre las historias amañadas que se han querido presentar sobre Mons.
Romero una es que, si bien como joven obispo estuvo espiritualmente
cercano al Opus Dei, habría tenido una “conversión” que le habría hecho
alejarse del Opus para buscar otras espiritualidades más progresistas.
Nada más cercano de la realidad, como demuestra este retiro de
sacerdotes al que se mantuvo fiel, siempre que sus obligaciones se lo
permitían, hasta el mismo día de su muerte. Sin embargo, es cierto que
pastoralmente en los últimos años estuvo muy cercano a los Jesuitas de
la UCA, que le asesoraban en sus homilías.
La meta del retiro era una playa en el hermoso litoral de La
Libertad, a media hora de camino de San Salvador. Por un malentendido
con el portero encontraron cerrada la casa con el jardín de palmeras,
frente al mar. Algunos, entre los que se encontraba Mons. Romero,
saltaron la cerca y abrieron a los demás. El lugar era encantador y
silencioso. Estudiaron un reciente documento de Juan Pablo II sobre el
celibato y la formación en los seminarios que trajo Mons. Romero y
hablaron también de ayudas materiales al seminario y de los ornamentos
de la catedral. Romero estaba preocupado por si las ocupaciones de la
catedral provocaban daños o incendios y pidió a Sáenz Lacalle que
retirase provisionalmente en custodia todo lo que encontrase de valor.
Mons Romero no se bañó en las cálidas aguas del Pacífico porque tenía
una ligera infección en el oído. Comieron en la hierba y por la tarde
Romero volvió a la ciudad.
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Las reformas tridentinas
ADELA SEGURA
La Turmerlebnis de Lutero, que se caracterizó por un descubrimiento análogo del valor de la entrega confiada a la obra de la Gracia, vivencia desarrollada en un contexto teológico diverso, fue el punto de partida de la lucha contra el papado y de una reforma que deshizo la unidad de la Iglesia Católica. En 1517 Lutero atrajo sobre su vigorosa personalidad la atención de todos, muchos vieron en él al hombre que iba a preparar el camino a la reforma general que termino por minar la religión Católica y crear división. Adriano VI, que sucedió en 1522 a León X, mostró tomar en serio el problema de la reforma y su valiente Instructio que fue leída en la dieta de Nuremberg por el nuncio Francesco Chieregati el 3 de enero de 1523, despierta admiración, pero su pontificado fue demasiado breve y no pudieron verse los frutos.