Golpes para un Gobierno en estado de shock
Por Eduardo Van Der Kooy
Etiquetas
Ha sido, el último, un domingo fatal para Cristina Fernández. Dos pésimas novedades le estallaron de repente: la denuncia periodística sobre un sistema de corrupción kirchnerista que habría permitido, al menos durante el 2011, fugar del país entre 50 y 60 millones de euros hacia cuentas suizas y empresas radicadas en paraísos fiscales; también la mínima victoria electoral de Nicolás Maduro en Venezuela y las denuncias de irregularidades efectuadas por el candidato de la oposición, Henrique Capriles. Se trata de la principal relación estratégica del Gobierno, casi a la par de la de Brasil, atravesada también en su desarrollo por enormes conos de sombra.
El Gobierno pareció quedar en estado de shock, perplejo, a raíz de la dimensión del impacto que encierran ambas noticias. Se advirtió en el silencio sepulcral de un oficialismo habitualmente provocador y parlanchín. Los tuits permanecieron cerrados o refirieron a cuestiones ajenas a esa realidad. La Presidenta permaneció en Olivos y se supo de muy pocos contactos suyos. Con Carlos Zannini, el secretario Legal, y con Máximo, con quien regresó desde Río Gallegos el domingo a la tarde. Con su hijo había estado el fin de semana para conocer su nueva casa, construída al lado de la tradicional residencia familiar. La obra corrió por cuenta de una empresa constructora que pertenece a Lázaro Baéz, el hombre que quedó en el ojo de la tormenta después de la denuncia periodística de Jorge Lanata.
El kirchnerismo hizo de Santa Cruz una fortaleza en la cual refugiarse. La información sobre la fuga de dinero fue sólo difundida por un portal en Internet. El resto la ignoró y los diarios nacionales no llegaron a la capital provincial. Otra de las defensas importantes corrió por cuenta de la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, promotora de la reforma judicial y solidaria con el grupo de jueces y fiscales que promueven una “justicia legítima”. Gils Carbó se abstuvo, al menos hasta anoche, de pedir la actuación de hecho de algún fiscal frente al grave tenor de las denuncias. Esos fiscales sufren la presión cotidiana de los “comisarios políticos” designados por aquella mujer.
Una novedad surgió de mano de la diputada Elisa Carrió quien, con el video del programa Periodismo Para Todos, amplió ante el juez Julián Ercolini una denuncia que había realizado en 2008 por una supuesta asociación ilícita de funcionarios kirchneristas y empresarios ligados al Gobierno. Ercolini se excusó y la causa cayó en manos del juez federal Sebastián Casanello. Hubo otras cuatro denuncias, todas desde la vereda de la oposición política.
El informe periodístico divulgado el domingo por la noche reunió los peores ingredientes para cualquier Gobierno. No sólo testimonios sobre una corrupción olfateada públicamente desde hace rato y, de modo sistemático, simulada por el cristinismo con la máscara del relato. También la trama entre política y farándula, que ayudó a multiplicar y potenciar su difusión. Leonardo Fariña es el marido de la modelo Karina Jelinek; Fabián Rossi es, a su vez, el esposo de la vedette Iliana Calabró, hija del célebre cómico Juan Carlos.
Algunos viejos kirchneristas y otros que aún continúan en el poder, se preguntaban cómo Lázaro Báez había confiado semejante transferencia ilegal de dinero a hombres sin talla y experiencia en el mundo político y de las finanzas. También se interrogaban otra cosa: si ciertas referencias que Fariña hizo en su confesión a un “jefe”, apuntaban a Kirchner, a Báez o al propio Máximo.
Baéz sobrevivió, al igual que Cristóbal López, a la muerte de Kirchner. Ambos formaban parte del círculo cerrado del ex presidente. Rudy Ulloa también, pero fue relegado por Cristina cuando quedó en soledad. Baéz y López, en cambio, aumentaron considerablemente la prosperidad de sus negocios. El empresario que nació de la ruleta posee ahora, incluso, un multimedio de comunicación. El constructor accedió a areas petroleras en la provincia que le facilitó Daniel Peralta. El gobernador ha roto lazos políticos con Cristina.
Allí se incuba otro incordio.
En todos ellos y en otros personajes se tendería el imaginario puente entre kirchnerismo y cristinismo que cubrió está década de poder. Restarían apellidos, como el de Ricardo Jaime y Claudio Uberti, enfocados por la Justicia, y los de Carlos Zannini, el secretario Legal, Ricardo Echegaray, el titular de la AFIP, y Julio De Vido, el ministro de Planificación. Ese constituye el núcleo duro e inmutable que acompañó a los Kirchner en su salto desde Santa Cruz hasta la Casa Rosada.
De Vido fue el arquitecto que trasladó la lógica del poder y los negocios kirchneristas fuera de las fronteras.
Encontró tierra fértil en Venezuela y en el liderazgo de Hugo Chávez. Con Caracas se afianzó una alianza política y comercial que llevó a esa nación del Caribe a convertirse en uno de los siete principales mercados para las exportaciones argentinas. El kirchnerismo canjeó alimentos por energía.
Chávez fue una usina financiera para los Kirchner en momentos críticos, como el 2004 y el 2008. Entre esas necesidades se colaron delitos nunca aclarados. La valija de Guido Antonini Wilson con US$ 800 mil asemejó sólo a un símbolo de un vínculo bilateral corrompido.
Maduro no ha logrado conservar la herencia de Chávez. Ganó la presidencia por nada y coronó a Capriles como un adversario de fuste, que además no reconoce su victoria. El chavismo se asoma a una crisis que impactará en el Mercosur. Cristina viaja el jueves hacia allí para convalidar a Maduro y huir de las cacerolas que prometen repiquetear aquí.