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El Museo del Prado celebra su 193 aniversario con una gran exposición del periodo juvenil del artista
Y no solo eso, sino que lo hizo entre los 16 y los 22 años, aproximadamente. Seis años -desde 1615 hasta 1621- en los que logró lo que muchos no consiguen a lo largo de una extensa y fructífera carrera. Su producción no solo fue ingente, también extraordinaria, de una altísima calidad. Un portento de la naturaleza. ¿Adónde hubiera llegado de no haber muerto con 42 años?
Febril artista adolescente
El Museo del Prado traza, emulando a James Joyce, el retrato de este febril artista adolescente en una ambiciosa exposición, patrocinada por la Fundación BBVA , que reúne casi un centenar de obras juveniles de Anton Van Dyck (52 pinturas y 40 dibujos) en dos salas de la ampliación. Una muestra con la que se conmemora el 193 aniversario del museo.El Prado atesora la mejor colección de pintura temprana de Van Dyck. Como recuerda Miguel Zugaza, director del museo, fue gracias a Felipe IV, quien adquirió estas obras en la Almoneda de Rubens, tras la muerte del maestro. Se exhiben cinco grandes ejemplos: «La serpiente de metal», «La Coronación de espinas», «Aquiles descubierto por Ulises y Diomedes», «La Lamentación» y «El Prendimiento». Junto a ellos, cuelgan excepcionales préstamos de los mejores museos y colecciones privadas del mundo.
Primer autorretrato conocido
El grueso de estas pinturas las hizo en su Amberes natal, antes de partir en 1621 a Italia. Tan solo siete están fechadas (cuatro son retratos). Desde muy niño, Van Dyck tuvo muy clara su vocación: quería dibujar y pintar. A los 10 años ya era discípulo de Van Balen, su primer maestro. Tras su paso por el taller de Rubens, en 1618 se registra como maestro en el gremio de San Lucas de Amberes. Se independiza y abre su propio taller, aunque posiblemente mantuviera unos años más su relación con Rubens. Con 20 años tiene ya tres ayudantes.«Es un pintor valiente, arriesgado, muy poderoso», dice Alejandro Vergara
Continuos cambios de estilo
Fruto de su constante experimentación son frecuentes sus cambios de estilo, su marcada y fuerte personalidad. En el centenar de obras que cuelgan en el Prado se condensan géneros, temas y estilos bien distintos: retratos, cuadros religiosos y mitológicos de gran formato, junto a sus bocetos. Van Dyck anduvo siempre en busca de un estilo propio, que le distinguiera de Rubens. Y es que en muchos momentos tuvo que renunciar a su personalidad como creador para adaptarse al maestro y su taller. Si en cuadros como «La Coronación de espinas» se acerca más a Rubens, en otras como «El Prendimiento» o «San Jerónimo en el desierto» se aleja de él.Una hermana de Van Dyck era monja, dos eran beguinas y un hermano sacerdote
Tras los pasos de Rubens
Van Dyck fue amigo de Jan Brueghel el Joven y el mejor y
más querido discípulo de Rubens. En una carta que éste dirige a Sir
Dudley Carleton en 1618 le dice que «Aquiles descubierto por Ulises y
Diomedes» lo ha pintado «il meglior mio discepolo» y que después él lo
retocó por completo. Ese discípulo no es otro que Van Dyck. Se cree que
pudo trabajar en su taller de 1616-17 (o incluso antes) a 1621. A su
muerte en 1640, Rubens tenía en su poder más de diez obras de Van Dyck,
lo cual demuestra la admiración que sintió por él. Le permitió incluso
usar dibujos suyos como modelos («La Coronación de espinas») y llegó a
regalarle un caballo blanco. Explica Alejandro Vergara que Van Dyck fue
tan rubensiano como antirrubensiano: se acercaba a él al tiempo que
trataba de alejarse. Van Dyck era capaz de imitar a la perfección el
estilo de Rubens, aunque al mismo tiempo quería afirmar su personalidad,
su estilo propio. Pero, mientras Rubens anhelaba una belleza
idealizada, Van Dyck empleaba tipos rudos y toscos. En 1621 retrata a
Isabella Brant, primera esposa de Rubens, una obra que cierra la
exposición.