En realidad, el kirchnerismo no
obtuvo más del 35 por ciento de los votos. Fuentes seguras e
independientes que siguieron detenidamente el desarrollo de los comicios
y pudieron consultar donde corresponde, elaboraron un cuadro con los
números lentos y pesados y se sentaron a esperar la evolución de los
acontecimientos. Pasados los primeros momentos -tal vez demasiado
largos- de una sorpresa que aún no concluyó, la presunta oposición
comenzó a mirar a su alrededor y a sopesar que sucederá de aquí en
adelante. Las versiones iniciales, los comentarios cargados de anécdotas
y detalles, los análisis más sugestivos ingresaron con sus inquietudes
en el agotado mundillo de la política mientras los más apresurados
iniciaron el transitado camino de la resignación. Los más débiles
creyeron que todo estaba perdido y los más serenos llegaron más rápido a
la realidad: los números imposibles no obligaban a nada, excepto a
revisarlos.
Esto es lo que se hace en estos
momentos con conclusiones imposibles de predeterminar. Si se descubre
que los números fueron alterados cibernéticamente como todo parece
indicarlo pese al blindaje de la eventual operación, sólo cabe lo más
difícil: demostrarla. En el medio se ha instalado un debate cada vez más
tenso que acaba de iniciarse; según cómo evolucione incidirá en el
futuro cada vez más cercano. ¿Es posible que el oficialismo nacional
recupere a expensas del derrotado Rossi el papel alcanzado en Santa Fe?
¿Es viable que en la Capital Federal donde el macrismo dobló en votos al
kirchnerismo haya sido superado por la rechazada figura de Cristina
Fernández y que en Córdoba el victorioso De la Sota deba aceptar así
como así una realidad adversa y bochornosa? ¿Es posible que sólo en San
Luis, dominada por los Rodríguez Saá, el cristinismo pueda levantar en
otras provincias la bandera de la victoria? Todos, absolutamente todos
recuerdan que los asesores de la Presidente le recomendaron que
desaparezca de los primeros planos de la propaganda por el rechazo que
generaba en la opinión pública, es decir, que hasta en la Casa Rosada se
preparaban para una tremenda adversidad, tremenda por sus consecuencias
y tremenda por su dimensión.
¿Qué sucedió en el conurbano
donde los barones de esa inhóspita región habían prometido votarlo a
Duhalde quien les recomendó que organizaran en silencio su propia
autodefensa por el peligro que afrontarían si ganaba el kirchnerismo?
¿Cuál fue el milagro que hizo que en el distrito de Carilino -el primero
en concretar públicamente su adhesión al ex gobernador y ex presidente
de la República- cayera como cayó? ¿Cómo se explica con un mínimo de
racionalidad que el campo, triunfante cuando la 125, modifique su
racionalidad y vote contra sí mismo y se arriesgue a soportar a esta
altura del año a un Guillermo Moreno apartado transitoriamente de los
primeros planos preelectorales pero dispuesto a aumentar las retenciones
para que el Estado llene sus arcas agotadas...? Para nadie es un
secreto que después de octubre y con la entusiasta colaboración de los
jóvenes rentados de La Cámpora, se preparan medidas para incautarse de
la renta o que una devaluación que espera a la vuelta de la esquina
producirá efectos económicos imposible de modificar.
Exactamente un minuto después
de cerrado el comicio -ni un segundo más, ni un segundo menos- las
pantallas televisivas anticiparon que "Cristina ganó" y los más audaces
informaron que el porcentaje estaba en vías de alcanzar el ansiado 50
por ciento que después, con prudencia, fue descendido a la espera del
momento oportuno para reinstalar esa premisa indispensable para la
propaganda que apunta a evitar la peligrosa segunda vuelta después de
octubre. Al comienzo, con lógica renuencia, la idea del fraude se asoma
con cierta timidez hasta que llega el momento de la reflexión, del
análisis sereno que agrupa datos y circunstancias ¿Que las urnas no
pudieron revisarse y sólo se mostraron los telegramas con el cierre de
las mesas? ¿Que no se dieron los números correspondientes a cada una de
ellas? ¿Que faltaron boletas quitadas de los cuartos oscuros? Esto es
nada más que un comentario menor frente a la dimensión de las cifras
totales. ¿Un millón de votos en blanco en la provincia de Buenos Aires?
Si continuamos con este cuestionario, con esta sumatoria de noticias que
engrosan un cuestionado proceso que va mucho más allá de las formales
protestas que hoy formulará el duhaldismo ante la Justicia, podríamos
escribir una verdadera guía cuyos resultados serían, por más pesados que
sean, un magro alimento para un debate interminable que se extendería
hasta que nos caigan encima los próximos comicios, ya definitivos.
Por cierto, la etapa que se
abre afectará negativamente al cristinismo que, de golpe, parece haberse
convertido en una verdadera fuerza política cuyo emblema, por lo que
significa y por lo que dijo la misma Cristina Fernández al cerrar su
discurso triunfalista con la referencia a la memoria parcializada
retrotrajo, más aún, a la Argentina a los años terribles de los setenta,
cuando las dirigencias terroristas cómodamente instaladas en Europa
propiciaron a sus seguidores que afrontaran la lucha que habían desatado
con una pastilla de cianuro escondida en su boca para el caso de que
cayeran prisioneros. ¿Eso es lo que hicieron los electores argentinos
este Domingo? Creemos que no; nadie se suicida políticamente y los hoy
beneficiados por los subsidios y planes para escaparle al trabajo, pese a
la pachorra que despiertan las circunstancias que viven, no pueden
dejar de sospechar al menos, que esa situación no es eterna y que algún
día no muy lejano, deberá suspenderse como todos evalúan.
Es imposible reunir hoy, a
cuatro días de cerradas las urnas, todos los componentes de este
escenario amenazante, máxime cuando las voces de la llamada oposición
permanecen como abotagadas, aunque la resignación no se ha instalado.
Los días que se avecinan, las discusiones plagadas de apetencias y de
una propaganda oficial que quiere distraer la atención con lo que sucede
en otras geografías -por ejemplo los sucesos en España que permiten de
paso atacar la figura del Santo Padre para alegría de Hebe de Bonafini- o
el incidente que protagonizó el hijo de Carlos Menem herido de un
balazo durante un confuso episodio, merecieron una insistente y
sobrepasada repetición televisiva, constituyen hechos demostrativos de
que el gobierno preparó una defensa anticipada. En las sedes
diplomáticas más importantes se hizo un seguimiento pormenorizado del
presunto resultado del Domingo y después del asombro producido por la
evolución de las informaciones recogidas, levantan sus miradas a la
espera de la reacción, de la adopción de medidas para ahora o para
después -es decir, cuando llegue la fecha de los comicios
presidenciales- y se cuente con un equipo de imparciales técnicos
cibernéticos, excepto que antes lo que dejamos dicho siga otro curso
político para una adecuada llegada a la opinión pública.
¿Qué sucederá? ¿Podrá
desmentirse este muro de sospechas desperdigadas que recogemos para
anudarlas en este apretado informe que ya no es único? Una vez dijimos
que el kirchnerismo haría lo imposible para no entregar el poder. Más
aún, convocamos a un exceso de imaginación para dibujar en la retina la
escena de Cristina entregando los elementos del mando a un tercero
victorioso en una compulsa que le sería insoportable. Bueno, ese momento
no llegó todavía pero acaba de tener un ensayo que cayó como un mazazo o
si se prefiere, como el instante trágico de decidirse a tragar la
pastilla de cianuro, un acto del que no pocos fueron salvados por
quienes hoy están presos.
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