EDITORIAL
Admirar
Nadie diga que sabe, a ciencia cierta, lo que quiso decir el teniente coronel Víctor Manuel Paz. Sólo sabemos lo que a ciencia cierta dijo. Y eso que dijo podrá, según los gustos y aprensiones de cada quien, ser censurable y hasta punible.
Ahora, lo que para sus adentros opine Paz acerca de la figura del coronel Seineldín es (o debería ser) incumbencia pura y exclusiva de su conciencia. Dijo exactamente que un almirante argentino que luchó en Malvinas, Carlos Robacio, es un héroe. Y que Mohamed Alí Seineldín también lo es. Claro que Seineldín intentó, en su momento, por vía de las armas a cuestionar (o condicionar, o emplazar, o lo que se quiera a estas alturas) a un gobierno constitucional. Robacio, en vez, sólo ha sido eso: un soldado heroico a secas, con nulo protagonismo político anterior o posterior a su heroísmo.
Dados los antecedentes patrios en materia de asonadas, no tienen nada de raro que nuestros gobiernos democráticos continúen aprensivos a 35 años de la última (de la última exitosa, se entiende). La doctrina a que dichos gobiernos se entregan es que antes de un golpe se crea un clima previo al golpe, y que se lo crea, entre otras cosas, con declaraciones estentóreas. ¿Es este el caso? No lo parece. Aunque también es cierto que a cualquier reivindicación de Seineldín sabe que le espera una controversia.