SON ZURDOS PERO
SON ZURDOS PERO, SOBRE TODO, IGNORANTES
Que una mujer pretendidamente universitaria –digo así porque circula por “internet” que sus poco claros antecedentes de la Facultad de Derecho de La Plata están guardados en la caja fuerte de un Banco y nadie testimonia que se haya recibido de nada-, que una mujer siquiera moderadamente educada haya tenido el desparpajo de creer que porque habló durante unos días sobre el campo ya era una experta en el tema, no demuestra otra cosa que una ignorancia insondable. Y, peor, las puertas de la cabeza cerradas como para ingresar ningún conocimiento verdadero.
Porque sólo quien nunca supo nada bien puede pretender que el conocimiento verdadero puede adquirirse “por correspondencia”. Menos aún, como diría el buen gorila, “en la época en que los peronistas quemaban buzones” que representaron los setenta en la universidad.
De hecho, el conocimiento sólo empieza a ser verdadero cuando provoca la auténtica noción de todo lo que se ignora. Abstracción inaccesible, por lo que se ve, para nuestra Presidente.
El conocimiento parcial hace que uno equivoque el juicio y tome por bueno lo que no es pero, además, sacia. Sacia sin alimentar. En otras palabras: no se acerca a lo verdadero sino quien tiene una permanentemente renovada, inagotable hambre de saber. Todo lo cual no parece tener, ni haber tenido nunca, nada que ver con el espíritu de quienes nos gobiernan y seguramente no ha de pasar jamás por sus cabezas. Sin embargo, su ausencia subyace en cada una de sus expresiones de una manera tan crecientemente burda, que hasta provoca vergüenza ajena.
Así es como nuestra Presidente, a quien no puede negarse una considerable facilidad de palabra, se muestra cada vez más débil en sus argumentos. Y si es verdad que pensamos como hablamos, esta señora piensa ligero pero del modo más vacío.
Todo lo cual hace que incorpore como propio lo ajeno, como natural lo artificial, como hondo lo superfluo. Sin notarlo, acostumbrándose poco a poco, como le ha de haber ido pasando con las sucesivas cirugías estéticas que la van transformando en uno de los mascarones de proa que se ven con frecuencia por la calle. Esperpénticos mascarones satisfechos porque ganaron la batalla contra una arruga, aunque fuera a costa de perder la guerra de la estética.
Hasta aquí la descripción de una mujer equivocada. Podría tratarse de una más entre tantas, pero nos gobierna y es responsable por eso. Porque esa superficialidad ignorante es la que –más allá de los compromisos incontables que seguramente están detrás, pero que parecería “conspirativo” insinuar siquiera- tiñe la actitud del gobierno frente a la crisis mundial. Y, desubicado por completo, lo pone con toda la mansedumbre ante los Bancos.
Podría parecer contradictorio que un gobierno de izquierda fuese tan dócil al llamado del capitalismo financiero internacional, pero esta no es sino una más de las demostraciones de cómo están atadas una y otra variante del materialismo. Y así resulta que toda la fiereza de los Kirchner ante los productores agropecuarios nacionales, se transforma en sonriente aquiescencia ante los financistas extranjeros.
De hecho, no debería sorprender. En su más o menos pequeña medida, quienes nos gobiernan se han hecho ricos con la usura aplicada a modestos empleados santacruceños. Además, demostraron su vocación por la lotería financiera cuando, de la mano de su “respetado” Domingo Cavallo, sacaron del país los fondos de Santa Cruz de los que ya nadie habla.
Por eso, ante la anunciada crisis de la burbuja norteamericana, además de un ridículo llamado a imitar un “modelo” argentino que ellos mismos no manejan sino con números falsos, se han puesto del lado de los que quieren arreglar con los banqueros, contradiciendo a los que verdaderamente representan al pueblo norteamericano –los que no quieren premiar a los fulleros con un salvataje a sus costillas- para volver a coincidir con los demócratas. Porque, en efecto, los demócratas, zurdos de allá, defienden una vez más el sistema de la usura.
Más aún, estos fieles a la mentalidad del endeudamiento eterno van a mandar plata de nuestras reservas para que se pierda en la maraña de los estafadores que, se supone, les van a dar otra oportunidad para empeñar al país. Todo lo contrario de la intuición de ese amigo a quien sobraba un vuelto después de una operación inmobiliaria y fue a visitar al dueño de una mesa de dinero para pedirle consejo de inversión. Oír el tono del “¿Lo tenés ahí?” del financista e irse a barajas fue todo uno, y salvador: esa misma noche el hombre de negocios se voló del país con todo lo que pudo juntar, dejando el tendal de inversores en la lona.
En síntesis, el orgullo de nunca haber leído un libro adornando el zurdismo barato, tipo al que infecta las creaciones periodísticas gratuitas como “El Argentino” o “La gaceta del cielo” que financian, los condena al fracaso. Van irresistiblemente a chocar contra la pared de la desconfianza generada por su vicio de mentir. Esa desconfianza que sólo después de tantos y tantos años de no oírnos, han empezado los economistas a reconocer como causa principal de la inflación.
El mundo ha cambiado. Por supuesto que los grandes manejadores del dinero internacional van a buscar salvarse. Pero van a tener que exprimirse el cerebro para inventar alguna cosa que reemplace a los Bancos porque a esos no los salvan ni los setecientos mil millones de dólares de Bush ni los pesitos de Cristina. Entretanto, lo que puede avizorarse es que la economía va a tener que volver a la realidad y salir de la ruleta financiera. Para bien, el liberalismo de la usura tambalea.
Ahí tendría nuestro país una nueva oportunidad, produciendo más allá de la especulación todo lo que puede producir. Pero estamos gobernados por resentidos a quienes el éxito ajeno irrita, y odian a todo aquel a quien le vaya bien. Por resentidos ignorantes. Que, como nuestra presidente y demostrando lo bien que cursó Física en el colegio secundario –así me lo señaló otro lúcido amigo-, piensan que una burbuja se puede desplomar.
Nunca va a ser fácil. Mientras ellos duren, imposible. Porque quienes piensan así –intereses o ignorancia mediante- van a estar siempre sometidos a la tiranía de las finanzas. Ellos, Montoneros, lo estuvieron en época de Graiver y de Gelbard. Conscientes o ignorantes -hubo de todo- asesinaron por eso. Por eso, como dejamos asentado por escrito entonces, mataron a José Ignacio Rucci. Por eso el recuerdo vuelve y los acosa.